La Noche Que Curó El Alma

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Viernes - Día de familia

7:58

 

Iba camino al trabajo. La programación mañanera de la radio me acompañaba en mi camino y mi cara de sueño destapaba que mi noche había sido nuevamente una locura. Últimamente no dormía bien. Estaba teniendo sueños de los que me hacían sudar, llorar…

En esta ocasión había estado soñando con un ser muy extraño. Venía en mi busca. Sus ojos amarillos destacaban en la oscuridad. Una mirada penetrante, cruel, sádica. En el sueño, que todo parecía tan real, yo estaba en mi habitación, dormido, y de repente me despertaba y lo veía ahí, en los pies de la cama, mirándome. Tenía cierta similitud a Ryuk, el Shinigami de Death Note, pero bajo mi percepción, éste ser que se me había presentado me daba aún más miedo.

Cuando me desperté, no había nada. Todo apuntaba a que era una parálisis del sueño, aunque jamás había sufrido una hasta la fecha. Sin embargo, esta misma noche había tenido tres. Las tres con el mismo ser. No me explicaba nada. No hablaba, simplemente me asustaba con su mera presencia y esa mirada que me hacía saber que en cualquier momento podría abalanzarse sobre mí cruelmente.

Ese día estuve todo el día pensando sobre ello. Juanjo seguía sin contestar y conforme se acercaba la noche, mi miedo a quedarme dormido empezaba a brotar. Mi cabeza era un lío al juntar el sueño con mi mujer y mi hija, y ahora éstos tan inesperadamente inquietantes.

"Hola, Jaime. Perdona que no te haya respondido antes, pero he estado estos días fuera de la ciudad. Vuelvo mañana. Si quieres podemos vernos donde siempre. Confírmame la hora. Creo que tenemos mucho de lo que hablar"

Lo leí nada más llegar a casa. Mis ganas y mis nervios empezaron a enloquecer. Por fin parecía que podría contar mi situación a alguien que no me tomaría por loco, y además, de confianza —empecé a pensar, a la vez que el recuerdo del bar venía ganando terreno— aunque nuevamente debería disculparme por mi mala actuación la última vez que nos vimos. 

*Crhhhsss*

De repente, un estruendo sonó. Me asustó. Provenía de la cocina. Apuntaba a algún objeto de cristal que se había roto. Fui disparado a ver qué había sido. Cuando llegue a la cocina, mi cara se desencajó. Ahí estaba. Un plato en el suelo, hecho añicos. Fue lo segundo que vi. Lo primero fue un movimientoios de platos sobre la encimera, que rodaban como si unas de ruedas se tratasen, acercándose al borde, y cuando estaban, volvían a retroceder. Nadie los tocaba. Parecía que habían cobrado vida. 

Sin esperarlo, el cajón de los cubiertos se abrió violentamente y varias cucharas salieron por los aires, cayéndome cerca. No sabía qué estaba pasando ni porqué.

Corriendo, fui hacia la puerta de la casa, cogí mis llaves, la abrí rápidamente, quitando la característica doble vuelta que solía echar cuando llegaba a casa y no tenía en mis planes, mientras al fondo, lo vi. Vi aquellos ojos amarillos. Vi aquella silueta, aquél monstruo de mis sueños, a diferencia de que esta vez no era ningún sueño. El corazón  me dolía, latía muy agitado, como queriendo salir de mi pecho para correr más  rápido que yo. ¿Me iba a dar un infarto? Quiero salir de ésta, no puedo caer ahora...—era lo único que se me venía a la cabeza mientras que los movimientos torpes del miedo me jugaban nala pasada al salir. Corrí como hacía años que no corría. Me subí al coche y me fui rumbo a ningún sitio. 

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué a mí? ¿Qué era un se extraño ser? ¿Qué quería se mí?

Esa y otras preguntas similares me poblaron la mente mientras sobrepasaba el límite de velocidad rumbo a la autopista. Gracias a Dios que no pasaba nadie...

 

Tras veinte minutos conduciendo por la autopista me salí hacia una vía de servicio y paré en una explanada de un bar de carretera. Necesitaba hablar con alguien pero eran horas muy tardías y no contaba con nadie, por lo que entré en el bar 24h y me dispuse a pedir un café. Parecía que iba a ser una noche muy larga.

 

Me senté en la barra. El bar carecía de alboroto y también de clientes. Solo la televisión, con el canal 24h era la encargada de amenizar la velada, acompañándonos a una patrulla de policías que estaban al fondo, al camarero y a este servidor en un momento muy tranquilo. Demasiado tranquilo para mi gusto. El camarero, un señor con el pelo blanco y una barba desaliñada se acercó a darme conversación. 

— ¿Una noche larga, no...? ¿Qué quiere tomar?

Creo que se me notaba demasiado. Mi cara debería ser un poema, y sumado al cansancio y al miedo que había vivido últimamente... 

— Me temo que sí... Un café solo, por favor.

La patrulla salió, despidiéndose. Parecía que se conocían.

Mi vista se perdía en las botellas de detrás de la barra. Fija, mente en blanco, pensamientos que iban y venían como ai del va y ven de las olas del mar se tratase.

— Quiero volver a la vida de forma continuada, pero para ello, he de tomar un cuerpo que sea entregado voluntariamente. Solo así podré habitarlo hasta el día de su fallecimiento. —el camarero, se iba acercando con el café, lentamente, con los ojos totalmente blancos, mientras una voz gutural salía de su boca. Dejó el café a mi lado y se me acercó al rostro—Jaime... Tienes una vida de mierda. No tienes familia. No le importas a nadie... Dame tu cuerpo y podrás reunirte con tu amada familia... De lo contrario, te aseguro que en cada visita que se atrevan a hacer, iré a por ellas, hasta eliminarlas de otro plano... —Respiró tranquilamente—Estábamos cara con cara, mirada contra mirada. Me había quedado inmóvil. No me esperaba nada. La situación me había dejado petrificado, y el tono de su amenaza, con esa voz y ese ritmo tan lento y pausado mientras lo decía, convertía mi cabeza en un pozo de miedos. 

 

— ¿Quién eres? ¿Por qué no ocupas un cuerpo como lo estás haciendo ahora? —Pude hablar por fin, aunque me temblaba demasiado la voz. Era consciente.—




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