- Vaya por fin despiertas - Dijo el tipo sentado en una esquina.
- ¿Qué demonios?, quien eres, ¡donde diablos estoy! - se apresuró a decir Anderson mientras despertaba tomándose la cabeza y mirando a su alrededor.
- Sí que dormiste, unos tres días si no me equivoco, bueno, como veo que esto de presentarse ante un desconocido no se te da bien comenzare yo, mi nombre es Alonso, Alonso Quiroz -
- ¿Quiroz?, ¿Quiroz el periodista que desapareció hace un tiempo? -
- Vaya, parece que me volví famoso, bueno, con respecto a tu otra pregunta no sé exactamente dónde estamos, lo que sí, parece ser algún lugar de Sacary -
- ¿Por qué tan seguro? - Pregunto Anderson ya un poco más tranquilo.
- Llevo meses aquí chico, he escuchado cosas y según mis deducciones, entre lo que escuche cuando entre acá y las cosas que he visto, deduzco que es Sacary, pero bueno, no me has dicho tu nombre -
- Lo siento, me llamo Anderson -
- Anderson, ¿así a secas? -
- Anderson Torres, de forma legal, cambie mi apellido en el ejército -
- Así que un ex soldado, supongo que padece de la “nostalgia” -
- ¿Ah escuchado del síndrome? -
- Anderson, soy periodista, informarme es mi trabajo, bueno, padece o no la “nostalgia” señor torres de rango… -
- Teniente, llegue a teniente, pero eso no tiene sentido ya -
- Bueno, teniente Torres, es una manía tener la mayor información posible y, a juzgar por su apariencia, grado militar, reacción al escuchar la “nostalgia” y que estés en Sacary, puedo deducir que, si padece el síndrome, y puede que en algún estado algo avanzado -
- Vaya, sí que es bueno, la verdad es que si, lo padezco y está avanzado, de hecho, creo que mezclo la realidad con las alucinaciones -
- ¿Sabe si yo soy real o no? -
- Francamente no lo sé, incluso, creo que he mezclado cosas desde antes, cosas que hacía, como recitar cosas en la calle antes del ejercito -
En ese momento se escuchan como alguien se acerca con sonidos de cadenas y canticos extraños, una luz tenue, como de vela, comenzó a asomarse por el pasillo delatando unas tétricas sombras, de pronto, aparecieron cuatro tipos encapuchados, dos tenías velas en sus manos, uno a la derecha y otro a la izquierda. El tipo de atrás tenía unas cadenas con grilletes, el de adelante, se acercó hacia el periodista, lo tomo del brazo y lo hizo levantar, le quito las amarras y grilletes pesados, el tipo de atrás le coloco las cadenas que traía y se lo llevaban como cordero al matadero, ignorando completamente a Anderson.
- Una buena forma de saber si algo es real o no es preguntando teniente Torres, preguntando a las personas cercanas y anotar las cosas en un diario, al menos eso me ha servido a mí - Dijo Alonso mientras miraba a Anderson, su cara estaba serena, al perecer sabía lo que sucedería.
- ¡Espera un momento!, a que viene eso, ¡a donde diablos te llevan! acaso tu… ¿tú estabas estuviste en la guerra? -
- El fosforo blanco es terrible teniente, es un infierno de un color puro y brillante -
Esas fueron las últimas palabras que Anderson escucho del periodista, esas palabras resonaban en la cabeza de Anderson mientras veía como este era conducido por los encapuchados a quien sabe dónde. Pasaron unos momentos en completo silencio, luego se escuchó un grito aterrador desde algún lugar, después como algo caía en alguna especie de fogata, se escuchaban las chispas salir, los gritos continuaron y fueron cesando lentamente, Anderson comprendió que Alonso había sido asesinado y, no de manera piadosa precisamente.
En la esquina, donde antes se encontraba el periodista conversando con Anderson, había una libreta deteriorada, con una vara que encontró en el suelo, logro acercarla tras unos cuantos intentos, era el diario de Alonso. Al hojearlo se dio cuenta que muchas páginas estaban en mal estado y no se podían leer, otras tantas se hacían pedazos con solo tocarlas cayendo al piso los restos de las hojas. Parecía estar escrita con un bolígrafo negro y carboncillo del suelo en las últimas hojas, continúo pasando las hojas hasta que encontró algo que le intereso, eran pequeñas historias legibles, muchas de ellas relataban la angustia del síndrome en sus inicios, la mezcla de realidades, pero en algo fue un poco más preciso.
“Realmente ya no sé qué diablos es real o no, veo cosas de mi pasado pasando delante de mis ojos mientras conduzco, mientras leo, mientras camino, ¡por dios incluso mientras duermo las cosas se mezclas!, por suerte tengo ciertas cosas escritas que pasaron, cuando las leo las alucinaciones son menos frecuentes, supongo que es una especie de recordatorio de lo que fue real”.