La novia de la mafia 2: Lazos de amor y sangre

11. Euforia

 Había un pitido extraño resonando en mi cabeza, ésta me dolía, pero no era para tanto, solo era un ligero dolor que palpitaba en mis sienes. 

Abrí los ojos con lentitud, para que éstos pudiesen acostumbrarse a la luz blanquecina que iluminaba el lugar donde yo me encontraba.

Lo primero que vi al despertar, fue a una enfermera. Su cabello era negro y sus ojos de un hermoso color verde que te inspiraban tranquilidad, ella me sonreía con ternura mientras que a su lado, la doctora imitaba su acción, ambas me sonreían con dulzura.

– Creo que tienes un novio fantástico. Estamos felices que hayas despertado rápido, si no creo que sería capaz de hacer que cierren este hospital – comentó la doctora con una risilla divertida. La enfermera desapareció por la puerta, llamando a los que esperaban detrás de ella.

Leander apareció en el umbral, sonriendo a medias al verme despierta. Se acercó a mí y no dudó en abrazarme frente a las personas que nos observaban. Lo abracé devuelta, sintiendo la calidez al estar en sus brazos. Por el rabillo del ojo mire que Zev estaba detrás de Leander y la señora que había dicho ser su madre, estaba a lado de él, con un vendaje en el brazo donde la bala la había rozado.

– ¿Esta segura que no tiene nada doctora?

La doctora negó con pesadez, tal vez debido a las veces en las que Leander le había preguntado lo mismo en los últimos minutos en los que estuve inconsciente.

– Quería que ella estuviera presente cuando les diera la noticia.

Leander y yo intercambiamos miradas al escucharla.

¿De qué noticia estaba hablando?

– Felicidades a los dos. Estás embarazada – dijo mirándome con entusiasmo.

¿Yo? ¿Embarazada?

El aire se había ido en cuestión de segundos. Simplemente me quede estática en mi lugar, asimilando la noticia que nos habían dado. Si bien podía tener razón, yo tenía todos los síntomas, sabía que algo pasaba conmigo, pero siempre supuse que era debido a los nervios del momento, por el cual estaba teniendo estas reacciones, sin embargo nunca me imagine una opción como esta.

Estaba embarazada.

Un hijo de Leander se estaba formando en mi vientre.

Mis sentimientos eran un completo lío. Tenía miedo, pero al mismo tiempo estaba tan feliz.

La alegría venció al miedo cuando Leander me tomó en sus brazos nuevamente, estrechándome con fuerza contra su pecho mientras sentía mi hombro húmedo por sus lágrimas, estas caían sin parar de sus ojos y sabía que se debía a la felicidad que sentía.

Yo también estaba feliz y las lágrimas comenzaron su recorrido por mis mejillas, reflejando la euforia que sentía.

– ¡Oh por Dios! ¡Un bebé!

Zev se unió a la celebración, viniendo hacia nosotros y uniéndose al abrazo.

– Chicos, chicos, no deben apretarla muy fuerte, déjenla respirar.

Ambos se separaron al escuchar a la doctora.

Leander acarició mis mejillas con suavidad, mientras su mirada se iluminaba cada vez más.

– Felicidades a los dos – expresó la madre de Zev viéndonos con alegría. 

– Gracias – contesté con una sonrisa. 

– Juró que voy a protegerte Yelen, y que nadie se atreverá a hacerle daño a mi hijo – prometió Leander con seguridad, su mirada era decidida y estaba segura que no dudaría en cumplirla y por eso mismo el temor seguía incrustado en mis venas. Tal vez con aquella promesa, todo podría derrumbarse frente a nosotros.

 

 

 

 

Las luces parpadeaban, incluso parecía que el foco se fundiría en cuestión de minutos. Cuando la luz comenzaba a parpadear de esa forma, siempre hacía que mi visión no fuera muy buena, ya que el constante parpadeo me irritaba la vista.

Entre las sombras, la persona a la cual yo estaba esperando, finalmente apareció.

Al parecer el lugar de reunión favorito de todos era la antigua mansión Ivanov, aquella que se había incendiado hace unas semanas atrás, pero que aquel fuego no había sido suficiente para que ardiéramos por completo.

Sergei no se encontraba aquí. No habíamos hecho las paces ni nada, pero Yelen había insistido en contarle a Agnes sobre el embarazo y ella no dudó ni un segundo en ir a la casa, junto con Sergei, que contrario a lo esperado, parecía entusiasmado con la noticia.

– Para haberme llamado a esta hora debe de ser algo importante.

– Es importante – aseguré.

La luz seguía parpadeando constantemente, sin embargo eso no impidió que pudiese ver el rostro de Frederick Ivanov entre la oscuridad. Aquel porte intimidante y ojos azules amenazantes, eran inconfundibles, junto con su negra cabellera con rulos en el, pero que trataba de ocultarlos con el spray de cabello que usaba para amoldarlos hacia atrás.

– Te escuchó – dijo sentándose sobre los restos de las escaleras.

– Los desterrados, sé que estás en contacto con ellos.

Una risa sarcástica salió de sus labios. Se quitó la gabardina que traía y la deposito en la silla que pertenecía a Sergei. Era demasiado absurdo, pero aún sin estar presente, el tío Frederick seguía teniéndole miedo y respeto a su hermano mayor.

Rodé los ojos ante lo absurdo de su acción, pero él no pudo verlo por la oscuridad a nuestro alrededor.

– ¿Qué tonterías estás hablando, Leander? Eso es completamente absurdo.

– Mi padre me lo dijo, al parecer él lo averiguó de alguno u otra manera y creo que no querrás esperar hasta que él comience a tomar las riendas del asunto. Supongo que no ha de ser tan agradable enfrentarse a Sergei.

Su mirada se endureció ante la luz de la farola que finalmente había dejado de parpadear. Apretó su quijada haciendo que se marcara su fina mandíbula.

– Tú ya lo hiciste. Mi querido sobrino se enfrentó a Sergei Ivanov y no hubo consecuencias.

– Creo que tú lo sabes mejor que nadie, tío Frederick, Sergei nunca nos haría daño, sin importar lo que hagamos, él nunca arremetería en nuestra contra, sin embargo, contra cualquier otro, sería un caso completamente diferente.




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