– ¿Qué tal les parece éste?
Mi rostro se iluminó al ver la hermosa cuna de madera con cojines de color rosa en su interior que parecían ser realmente cómodos, así como las figurillas que colgaban del pabellón color blanco sobre el.
– Podemos cambiar el color de los cojines por uno de su agrado – siguió diciendo con amabilidad la chica que nos atendía.
– Creo que deberíamos dejar el color rosa, estoy seguro que será una niña – aseguró Leander causando que lo mirara divertida.
– ¿En serio? Porqué yo estoy más que segura que será un niño – contradecí a lo que había dicho.
Él rió entretenido.
– No lo creo, querida. Ya verás que será una hermosa niña, ¿quieres apostarlo?
Lo miré con desaprobación, y él simplemente sonrió aún más, revelando su blanca dentadura.
– No voy apostarlo. Pueden ser los cojines de color turquesa, creo que ese color es hermoso ya sea un niño o una niña.
La chica asintió con una sonrisa adornando su pecoso rostro, para después dirigirse hacia el interior de la tienda.
– ¿No es apresurado comenzar a comprarle cosas cuando no sabemos su género.
Leander asintió, acortó la distancia que nos separaba para poder rodear mis hombros con su brazo.
– Nunca es demasiado temprano, Yelen. Me moría de ganas de hacerlo lo antes posible.
Esta vez yo le sonreí. Tímidamente pase mis brazos por su cintura, rodeándolo en un cálido abrazo, logrando que el olor de su colonia inundara mis fosas nasales.
– Bien. Yo también quería hacerlo.
Segundos después la chica que nos atendía regresó con los cojines del color que le había pedido, dijo que lo mandarían en un par de días.
Solo escogimos algunas cosas más, un poco de ropa sin importar si sería niña o niño, zapatos de tela y algunos juguetes, después de eso subimos al auto para regresar a casa. Esta vez Leander era el que conducía y yo iba en el asiento del copiloto a su lado.
– ¿Porque escogiste los zapatos en color amarillo? – pregunté inspeccionado la bolsa en la que nos habían dado los artículos que habíamos comprado, encontrándome así los pequeño zapatos bordados color amarillo que ahora se encontraban en mis manos, éste se sentía suave al tacto, el color amarillo resaltaba entre todos los colores que yo podía percibir de fondo, el bordado también era un aspecto importante para hacerlo lucir hermoso, era un zapato simple, pero aquella simpleza era lo que lo hacía bello.
– Porque ese color atrae la buena suerte.
Sonreí automáticamente al escucharlo. Leander me sonrió a través del espejo retrovisor.
– Quiero que nuestro hijo sea afortunado, Yelen. No me importa si es niña o niño, quiero que simplemente tenga una buena vida. Que pueda hacer lo que quiera y obtener lo que desee sin necesidad de tener un arma en sus manos, ¿lo entiendes?
No podía hacerlo. No podía entenderlo del todo porque mi pasado había sido tan distinto al suyo, pero sabía perfectamente a que se refería. Quería que nuestro hijo creciera sin conocer el verdadero rostro de la humanidad, que se criara en un mundo donde el color blanco no era manchado de aquellos distintos colores que logran corromper tu alma, si no que se llenaran de aquellos colores que hacen más vivaz tu lienzo; pero no podríamos lograr aquello, lo único que podríamos hacer sería criarlo de la manera en la que él o ella escojan los colores que pintaran su vida de la manera correcta y que lograra ver la felicidad a pesar de la tormenta en la que esté.
– Lo entiendo.
El semáforo cambió a rojo mientras nos dirigíamos hacie el, haciendo que nos detuviéramos en el camino.
– Hay una razón por la que decidiste manejar tú mismo el auto, ¿no es así? – inquirí con curiosidad. Es cierto que la mayoría del tiempo Leander prefería manejar él mismo su auto, pero en los últimos días había decidido dejar que alguien más lo manejara para que estuviéramos juntos en la parte de atrás sin tener la necesidad de concentrarse en la carretera.
– No dejas pasar nada.
Las comisuras de mis labios se alzaron al escucharlo decir aquello.
– Por supuesto que no. ¿Qué estás pensando ahora?
Él suspiró. Un suspiro cansado, de esos que indican que ya estás agotado de intentar que todo se solucione y que los problemas pareciesen nunca terminarse.
– Te conté lo que Agnes dijo hace unos días. No fue la mejor noticia de todas, pero al menos nos evita que nos caigan de sorpresa. No creo que ella nos mienta, es más, creo que estaba tan desesperada por decirlo de una vez que un peso menos cayó de sus hombros, supongo que eso es bueno – susurró lo último. El auto se encontraba totalmente cerrado debido al aire acondicionado, así que cualquier susurró por más mínimo que fuera, podía ser escuchado sin necesidad de esforzarse por hacerlo.
El semáforo finalmente cambió a verde y los autos comenzaron a transitar en línea recta de nuevo.
– Lo es.
– Ese no es el punto. Yo.. – se aclaró la garganta, afianzando su agarre en el volante, logrando que sus nudillos se volvieran casi blancos.
– Yo hablé con Frederick.
– ¿Frederick Ivanov? ¿No es él el traidor de la familia? ¿Porqué hablarías con él?
– Tenía que hacerlo. Le dije que haríamos un trato, le pedí la información de cada uno de los que formaban su organización y a cambio convencería a Zev de que le diera el mando a Garald.
Mi cuerpo entero se tensó al escucharlo. El sudor frío bajaba por mi espalda de manera lenta, casi tortuosa. Si Frederick se enteraba, si él investigaba a cada uno de ellos, entonces Mihail sería expuesto y todo nuestro plan sería arruinado.
– ¿Porqué harías algo así? – pregunté con un hilo de voz. Miles de pensamientos se arremolinaban dentro de mi cabeza pero no quería pensar en ellos ahora, pensarlos significaba entrar en un ataque de pánico que de seguro Leander comprendería.
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Editado: 14.02.2022