Capítulo X
El hechicero de la maldición del hada
Ciudad cristal / Reino de los demonios/ pueblo de la niebla
Edgar Wensbort
Habíamos iniciado una nueva caminata hasta el pueblo de la niebla, una vez lleguemos a este pueblo seguiremos nuestra travesía en caballo, ya que a donde nos dirigimos está a tres días a pie, es mucho más rápido cabalgar y menos peligroso para evitar ataques de bandidos, demonios y criaturas salvajes, los terrenos son amplios por lo tanto, seremos presa fácil para alguna redada, si estuviéramos solos los tres Rufus, George y yo, eso no sería problema pero, no quiera que ella vea lo que realmente podemos parecer.
Mientras iba caminando estaba callado y algo malhumorado, no podía explicar que sentía ¿espera sentir?, Yo no puedo hacerlo, o eso creía lo cual lo hace aún más extraño, no había soltado la mano de Nathalie en todo el camino ya que aún se sentía esa intranquilidad, como si algo malo nos fuera siguiendo. Bueno no precisamente: la existencia de Rufus, George o incluso la mía no le importa a la criatura que nos está siguiendo muy muy cerca, esa cosa solo quiere a la pequeña que tengo a mi lado. De verdad no entiendo a esa bestia ¿porque fija sus ojos en una niña?, se me hace desagradable.
Solo pude suspirar pesadamente, de verdad no fue la mejor idea traerla, pero confió en que ella podrá reaccionar ante todas las situaciones o eso quiero creer, en todo caso si me atrapan será responsabilidad de Rufus mantenerla con vida mientras yo busco la forma de salir y resolver todo este lio.
Algo me saco de mis pensamientos y fue esa maldita voz chillona de Rufus lo vi fijamente como si deseara golpearlo de seguro dirá otra estupidez.
Es cierto la había olvidado a ella por completo, miré mi mano y vi que sujetaba aquella nívea y pequeña mano, la cual estaba algo fría, que tonto había sido, desvíe mi mirada hacia ella y se veía cansada, ¿cuánto tiempo había tratado de llevar mi ritmo y yo no había dado cuenta de ello?
Suspiré y solté su mano, ella de forma instintiva y la sujeto con su mano libre para luego dedicarme una tierna sonrisa, me sentí culpable de haberla hecho ir tan aprisa, sabiendo que ella posee un cuerpo débil y frágil.
Vi como Rufus se inclino a la pequeña altura de Nathalie y le sonrió amable, ese idiota me saca de mis casillas, pero sé que puedo contar con él y sé que jamás traicionaría a Nathalie o a mí. Fue cuando recordé que El clan de la tierra El clan de los lobos, esa era la raza la cual pertenece Rufus, era admirad por su lealtad, su fuerza y su bondad, cuando Sali de mis pensamientos pude ver a Rufus tranquilo, como cuando un cachorro encuentra un dueño, ahora que lo pienso bien, Rufus jamás se había prendado de alguien, pero por alguna extraña razón siento a lo que los humanos llamarían celos.
Rufus puso dos de sus dedos sobre sus labios y un extraño silbido sonó.
Pasados unos momentos un estruendo dentro de los arboles se escuchó y de ellos sale un enorme lobo negro el cual se acerca a Rufus y hace una reverencia