—Esta será su habitación —dijo el asistente con seriedad luego de subir su única maleta.
El cuarto que le han asignado es uno del segundo piso ubicado al fondo del pasillo. A pesar de que la casa luce algo oscura debido a las cortinas de tonos caoba y gruesas, su habitación luce más clara dejando entrar la suave luz del sol.
Desde las ventanas puede ver un jardín bien cuidado, y más allá las altas montañas que rodean el lugar. La cama es amplia y alta, el colchón se ve esponjoso y hay gruesas mantas que la cubren, además de muchos cojines de todos colores.
—La señora Clara se encargó de arreglarla, ella es así, le gustan los colores, a veces exagera...
Antonio tosió incómodo. Leonor guardó silencio, mientras revisa el cuarto de baño privado de la habitación.
—Este cuarto al igual que el del señor, cuenta con baño privado, por eso él lo escogió para usted pensando que le sería más cómodo.
El tener habitaciones separadas no era una mentira. ¿Qué clase de matrimonio será este donde no compartirán alcoba e incluso ambos cuartos quedan tan separados que encontrarse en el pasillo será difícil.
—¿Cuál es el horario de las comidas? —preguntó sentándose en la cama.
—Le avisaremos el horario, igual si lo desea y le acomoda, puede comer en su habitación o en cualquier otro lado de la casa.
Alzó sus cejas, confundidas.
—¿Cómo? ¿No comeré junto al señor Cifuentes?
—El señor pasa todo el día encerrado en su despacho trabajando y suele comer ahí, es poco probable que pueda acompañarla a comer.
—O sea, no vamos a compartir habitación ni horarios de comida —dijo con seriedad.
Antonio se quedó en silencio. Leonor solo sonrió, no se quejará, entiende, este matrimonio solo es para complacer a la familia Cifuentes y esa supuesta maldición que los perseguirá según las pesadillas del patriarca. Iván solo se casó con ella para ayudar a su familia.
—El señor se preocupa mucho por su hermano y su madre.
—¿Por qué lo dice?
—No me haga caso, solo pensaba en voz alta.
—Bien, entonces la dejo para que se acomode, con permiso.
No esperaba que su nuevo esposo hoy también trabajaría. Solo dejó el trabajo para ir al registro a firmar el matrimonio y luego volver a casa. Quisiera poder saber qué pasa por su cabeza, si en verdad está intentando evitarla o no.
Luego de ordenar su ropa y sus libros, bajó al primer piso para conocer bien el lugar. La casa luce silenciosa y algo oscura, como lo había notado antes. Las cortinas no están abiertas de par en par, solo se han movido un poco para dejar entrar algo de luz.
La sala es inmensa, está la entrada principal, el comedor al fondo y más allá un piano, luego un largo pasillo que al parecer lleva al despacho.
—¡Señora! —exclamó una mujer mayor sobresaltándose ante su presencia.
Es la misma mujer que antes acompañaba a Iván Cifuentes en el registro civil.
—Lo siento, la asusté —señaló Leonor preocupada al verla llevarse la mano al pecho.
—No se preocupe, estaba distraída. La comida aún no está lista, ¿tiene hambre?
—No, no, solo bajé a conocer un poco el lugar. Esto es bastante silencioso y oscuro, ¿no podemos abrir más las cortinas o encender las luces?
La mujer mayor que traía un ramo de flores entre los brazos lo acomodó dentro de un macetero de cristal mientras comenzaba a responder sus dudas.
—Somos pocos los empleados del señor Cifuentes: Paula, la cocinera; Sebastián, que es el conductor, y yo, Cristina, la encargada de todo en la casa.
¿Cristina? Es el nombre del otro testigo que Iván llevó al registro, entonces es su ama de llaves quien firmó en el documento. Es cierto que ella estaba ahí, y no se subió al auto, eso significa que llegó hace poco a la casa.
—Tuve que hacer unos encargos que el señor solicitó —respondió como si pudiera leer su mente—, por eso no me pude presentar adecuadamente. Una de las cosas que me solicitó fue encargar flores de forma periódica, él dice que usted le gustan mucho...
Sonrió mirándola de reojo. Leonor solo abrió los ojos, sorprendida, es cierto que siempre le han gustado y tenía la costumbre de colocar ramos de flores en casa de sus padres.
—Antes jamás se nos hubiera ocurrido hacer algo así, al señor no le gust... —guardó silencio de golpe como si alguien la hubiera detenido—. ¡Ah, sí, las cortinas y las luces! Una de las reglas en casa es no dejar que la luz entre demasiado, claro que su cuarto es una excepción. Las luces dañan la vista del señor, sus ojos son delicados, el sol es muy dañino. Por eso a él le gusta mantener la casa así.
—Entiendo —no le intriga ahora el hecho de que Iván no le guste la luz del sol, sino que también lo que quiso decirle la mujer sobre que a él no le gustaban las flores, ¿es que por ella está permitiendo hacer estos arreglos florales en el interior de su casa?
Esteban nunca hubiera hecho algo así, aunque nunca se quejó de las flores, nunca se dio cuenta de que era ella quien las adoraba y asumió que era su madre la que acostumbraba a colocarla en la casa. Si lo piensa bien, es claramente porque no le interesaba saberlo. ¿Acaso en su último cumpleaños no le compró una torta de menta cuando detesta la menta? Es a Evelyn quien le gusta. O las veces que le llevaba cajas de vino cuando ella ni siquiera bebe alcohol, es Evelyn quien adora el vino tinto.
Fue tan tonta de nunca cuestionarse esos detalles.
—Señora, ¿quiere unos higos frescos? El señor dijo que a usted le gustan mucho.
Leonor abrió sus ojos sin creerlo, en verdad es su fruta favorita, ¿cómo Iván puede saberlo? ¿Acaso investigó todo sobre ella antes de decidir casarse? Pero en un solo día, ¿Cómo iba a hacerlo?
—Sí, muchas gracias, me encantaría.
Respondió y la mujer le sonrió animada antes de retirarse de la sala. Leonor solo se quedó mirando a su alrededor, hasta al final acercarse al piano sin poder entender a su reciente marido. Él quiere evitarla, aun así quiere hacer que su estadía en esa casa sea cómoda. Quisiera tanto poder entenderlo más.
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Editado: 28.07.2025