La Nuera

Capítulo 1

—¡Mamá—la niña de escasos siete años se aferró a la caja donde reposaba el cuerpo sin vida de su madre.

Unas manos frías la apartan de la caja, levanta la cabeza y se topa con los ojos más fríos que jamás había visto en su hogar.

—Continuen —ordenó el hombre, ella vio como el féretro era bajado a la bóveda, sentía un dolor en su pecho al saber que nunca más iba a volver a sentir los besos de su madre en su frente a la hora de dormir, el calor de su abrazo todos los días antes de ir a la escuela...

—¡Mamá! —gritó, pero sintió una presión en el brazo que la hizo doblarse de dolor.

—¡Cállate! —replicó el hombre, la niña sentía que su mundo se había derrumbado al saber que el único ser que la amaba ya no estaba —¡Vamos! —casi la llevaba arrastras del cementerio.

Vio el carro negro y elegante estacionado fuera del cementerio, un hombre vestido de negro estaba junto a la puerta del auto, al verlos la abrió.

—¡Sube! —a sus tiernos siete años la niña no entendía por qué la trataban con aspereza.

El hombre se subió en el auto, cerró su saco y se olvidó de la niña que se sentía perdida sin saber quien era el hombre que la llevaba en su auto, ella sujetó con fuerza su muñeca de trapo, su madre se la había hecho, la amaba, era todo lo que le quedaba de ella.

Las lágrimas rodaron por su mejillas, llevo su manito a su boca para que el hombre no volviera a lastimar su brazo.

El auto se detuvo, el hombre bajó, ella se quedó quieta en el asiento, el hombre se detuvo y se giró nuevamente.

—¡Baja insolente! —sujetó con fuerza su brazo y la bajó de un tirón.

Ella lloró por qué se raspo la pierna, sintió una bofetada en el rostro que la hizo callar y mirar al hombre con asombro, jamás nadie la había golpeado en su vida. Llevo su manita a su rostro, sus ojos grandes miraron con asombro y miedo al hombre.

—¡Te quedarás en mi casa bajó mis reglas mocosa! 

Siguió caminando, la niña sintió un suave empujón en su espalda.

—Sigue a tu tío pequeña —le dio un pañuelo blanco —Seca tus lágrimas, eres muy linda para tener el rostro manchado. 

El chófer sintió pena por la niña, por la mala suerte de ir a parar con esa familia.

—¿Tío? —él asintió.

—Hermano de tu madre —volvió a empujarla —No lo hagas enojar.

La niña siguió el camino pavimentado que terminaba en la lujosa mansión, levantó la mirada y se quedó asombrada por la belleza de la casa, de dos plantas.

La puerta estaba abierta, entró y no evito escuchar la conversación de la mujer.

—¡¿Por qué debo hacerme cargo de la hija de la vagabunda de tu hermana?! ¡Debe tener otra familia!

—Los medios ya saben que mi hermana murió y dieron por sentado que al ser el único hermano que tiene cerca, me haré cargo de mi sobrina, no creas que me hace feliz tener a esa mocosa en mi casa.

Federico Bexley era un hombre duro, frio y sin corazón, la única que lo hacía ceder era su pequeña hija Carolina Bexley un año mayor que Mía.

—No quiero que por no tenderle la mano a esa mocosa, hablen mal de nosotros, tenemos una reputación que proteger, sobre todo por Empresas Bexley.

La mujer miró con desagrado a la niña, le molesto verla con la muñeca de trapo en sus brazos, gritaba pobreza.

—¡Ana! —llamó con autoridad.

El ama de llaves apareció secando sus manos en un paño.

—Si, señora.

—Lleva a esa niña a la habitación de la costura —Ana miró a la niña, le pareció muy bonita, cabello castaño, el tono de su piel cremoso, sus ojos grandes color miel con destellos dorados, largas pestañas negras bordeaban sus ojos, suspiró por qué se imagino que sería el blanco de la niña Carolina, era una niña competitiva y no le iba gustar que una niña más bonita que ella llegará a su hogar.

Condujo a Mía por el pasillo que la llevaba al cuarto de costura, abrió la puerta y sintió pena por la niña quien no tenía la culpa de ser el familiar pobre de los Bexley.

—Te arreglaré este cuarto muy bonito —Mia camino por el cuarto, los rollos de tela estaban apilados en la pared, la máquina polvosa, los manuquies desnudos.

—Mamá cocía —paso sus pequeños dedos por las telas —¿De quién es todo esto?

—De tu tia Emilia, antes que naciera la niña Carolina estuvo entusiasmada por cocer, pero le duró sólo unos meses —rodó los ojos.

—¿Te gustaría aprender?

La niña la miro con entusiasmo.

—¿Puedo? ¿No se molestara la señora?

—Envío a tirar todo lo que hay aquí, por falta de tiempo no lo había hecho —Ana sonrió con tristeza, sabía que no le darian ropa a la niña, así que le enseñaría a hacer la propia para que tuviera con que vestirse —Le pidere a mi esposo que suba otras telas que estan en el sótano.

—Gracias, soy Mía Bexley —Ana sonrió y sintió por abrazarla, ella jamás había podido tener hijos, así que en su corazón había mucho amor para darle a esa pequeña.

—Bienvenida Mía Bexley.

Quince años después 

—¡Mía! —Ana rodó los ojos al ver los trozos de tela en el suelo y el traje de tonos pasteles en el maniquie.

—Ana —venía saliendo del baño y recogiendo su cabello—Lo he terminado a tiempo —sonrió mostrando los dientes, la abrazo —Voy tarde a la universidad.

Ana sonrió y ayuda a quitarlo del maniquie el traje de dos piezas.

—Diseñas muy bonito Mía, por eso te ganaste la beca.

Mía no dijo nada, guardó todo lo necesario en su bolsa, miró de reojo a Ana, todos estos años ella y Pedro habían sido unos verdaderos padres para ella. Su tío Federico y tía Emilia solo estaban para golpearla, humillarla y tratarla mal, ni un solo día de su vida no habina dejado de recordarle que era una arrimada, que debía ganarse el pan de cada día, así que aprendio a ayudar a Ana en los quehaceres, pero no era suficiente, debía atender a Carolina, su prima la odiaba y por eso la trataba como su empleada. Mía debía lavarle la ropa interior, nadie más, ella debía llevarle los aperitivos a Carolina y sus amigas cuando estaban de visita, era el objeto de burla de ellas, muchas noches lloró hasta que un día se dijo a sí misma que ese era el objetivo de su prima hacerla sufrir.



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En el texto hay: romance odio, amor celos

Editado: 25.01.2023

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