Las clases iniciaban más tarde, pero por el propósito del despertador estoy aquí, a tempranas horas cuando debería de estar calentando la cama con mi cálido cuerpo. Para matar el estresante aburrimiento, me inscribí en un club que todos los miércoles realizan actividades educativas que chicos de mi edad o menor que asisten particularmente.
Me pasaba por los pasillos con la hoja de inscripción como si fuera un trofeo por admirar, lo que me pareció chistoso, sin embargo jamás he sido sociable, dudó que le agrade a las siguientes personas que conoceré en abrir aquella puerta que se encuentra al frente mío. Temo que le parezca rara mi manera de vestir por alguna razón siempre se fijan en mi ropa o en el tipo de clase social que pertenece mi familia.
Respire profundamente para evitar esos malos pensamientos hacia mi. Sino complicaría lo difícil de ser dos personas, una dentró del instituto y la otra a fuera, tal vez mi vida sería distinta.
Toque la puerta dos veces hasta que me abrieron dos muchachos, uno que aparenta tener mi edad y el otro que es menor que yo. El chico de cabello chocolate con mechas cenizas que se le sobresalían por la frente, fue el primero en darme el paso en entrar.
—Bienvenida... —los interrumpo—; rachele, así me llamó. —Me adelanté antes que empezarán una adivinanza por averiguar mi nombre.
—Que gusto conocerte Rachele MacCarty —estrecho su mano con la mía, de manera muy formal para mi—, yo soy Kevlex y él es Logan, mi hermano —lo presentó mientras su brazo lo rodeaba en el cuello del chico.
¿Cómo sabe mi apellido? Acaso dije mi nombre completo, porqué no me di de cuenta de mi tonta distracción que cruzó un limite, y es olvidar lo que dices en pocos segundos.
Sonreí para no parecer una odiosa a la primera impresión, debo de impresionar, aunque no me guste sonreír con frecuencia.
Kevlex se me acercó por detrás colocando sus manos en mis hombros, —¿Tienes dieciséis? —Interrogó.
Asentí mirando el formulario que le tocaba llenar con mis propias palabras. Esto me someterá a una larga mañana de preguntas triviales acerca de mi personalidad, gustos y disgustos.
Luego de haber pasado por un cuestionario sin fin abrevió me tomó una hora responderlas que llegué aproximadamente unos minutos tardes a la primera clase, es matemática la asignatura que me pone a pensar camello.
—¿Por qué vienés a está hora? —Hope masculla, agachándose sin que el profesor la vea.
—Tuve un asunto —respondi como si nada.
—De acuerdo —cerró el libro de su regazo para sacar su celular en hora de clase, me miró y la mire. —Estoy ansiosa, ya quiero que sea viernes —dijo con emoción.
Sonreí por verla contenta con su primera presentación.
La deje de mirar por un instante para sacar el libro de álgebra, examine en su portada el creador de matemáticas que sostenía signos variados sobre el tema que estamos dando, resulta que el color amarillo elabora modernidad y atracción hacia los lectores.
—Necesitó tu ayuda para avanzar con el plan A, ¿de acuerdo? —preguntó, sonriendo.
Enarque una ceja y ella comprendió que quiero una explicación más lógica de la que me informó.
—Esmeralda no sabe que salgo con Finn, mi novio —rodó los ojos— creé que es un chico de clase avanzada, si supiera que no lo es —confesó.
Se me abrieron los ojos y ella se rió a carcajadas. Era un milagro que no abriera sus párpados entretanto se reía pero todo en Hope Smith es posible, incluso ser la porrista o jugadora favorita del entrenador.
—¿Qué? —Al fin pude hablar sin que balbuceara mis cuerdas vocales.
—Lo sé, está mal que salga con el jugador estrella —se excuso.
Definitivamente está chica me matará de un infartó, demasiadas confesiones en el día de hoy, creó que mejor me calmó antes que se me salga el corazón por la boca.
Era el momento de pensar en que decirle para ayudarle sin que se metiera en graves problemas aún que lo está y en uno enorme. Salir con chicos que juegan fútbol americano hace que clasifiques en la pirámide de populares, ella formó parte de ese grupo con Esmeralda que la conocen como la villana de Hope, la princesa blanca nieves están en lo correcto tiene la belleza y la gentileza de tratar bien a las personas de su entornó.
—No le veo nada —me encogí de hombros— Finn es un atleta, popular, inteligente y buena gente, ¿por qué Esmeralda lo rechazaría? —Le preguntó sin comprender la situación peligrosa.
Sentí sus frías manos arder en mi piel, como si a través de mi camisa hubiera puesto hielo encima y la miró de igual manera que una loca, desquiciada.
—¡Son rivales! —me tomó por la camisa agitándome con desesperación—. Desde los treces años no se hablan y eso que son vecinos.
Le di un manotazo para que me soltará una vez por todas, ella se llevó ambas manos a el rostro con lamentación dramática. Que la clase entera escuchó nuestra entretenida conversación de amigas que tienen problemas sobre lo difícil que puede ser la adolescencia.
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Editado: 15.02.2019