La obscuridad de mi pasado

Capítulo 12

La cena del señor Jace demoró mucho, prácticamente estuvo cocinando desde las ocho de la noche y acabó a en la tenebrosa oscuridad, entonces cuando bajé para quejarme vi una mesa repleta de platillos veganos como; ensalada de arroz y guacamole, hamburguesas veganas, pasta con salsa de pimientos del piquillo, y de postre había merengue vegano. 

Él salió detrás de mi diciendo: "sorpresa", pegué un gritó de cuando ves una cuchara voladora en tu habitación y te asusta que se pose en tu rostro, es decir que quedé inmóvil haciendo que se disculpará conmigo. Le acepté su sincera disculpa y cenamos hablando de anécdotas, chistes e hechos reales que nos sucedió en nuestras vidas. 

Terminamos de recoger los últimos utensilios de la mesa para meterlos en el lava platos de la cocina. Me despedí de mi padre con un beso sonoro que se escuchó en eco, nos reíamos por unos minutos y seguimos subiendo las escaleras que se dirigen a las habitaciones.

La noche transcurrió con su lenta noción, ya que me dormí temprano y no suelo irme a la cama de una vez, el sueño que me mate construyéndolo al máximo, duro cinco horas, me había levantado exhausta y con un temor oprimido en mi estómago.

—Son las cinco de la madrugada, ¡quiero dormir! —susurró mirando la pantalla de mi celular que marca la hora correcta. 

Bosteze poniéndome la mano en la boca, mientras extendía los brazos hacia arriba pude oír un extraño ruido proveniente de la ventana derecha. Rodeé de la cama envuelta en una manta de lana, dejando caer las tres almohadas cremas de mi soporte peculiar.

«¿Será mi imaginación?», pensé angustiada.

Traté de levantarme sin que la madera omitiera un estruendoso sonido que despertará a él señor de cuarenta y dos años que descansa en su dormitorio alado del baño de invitados. Corriendo ágilmente por el pasillo espacioso que se conserva en la sala, y no en las alcobas que es una miniatura estrecha. 

—¿Qué haces despierta a está hora? —pregunta Jace, bebiendo de su taza de chocolate.

Arrugo la frente con estrés, mirándome los pies descalzos.

—Un estúpido pájaro no me dejaba dormir y por esa razón parezco un zombie —respondí.

—Rachele, van hacer las seis de la mañana, ve a dormir, ¿sí? —solicitó.

Meneó la cabeza con preocupación que no pueda volver a cerrar los ojos. 

—No tengo sueño —me crucé de brazos, caminando hacia la cocina.

Su voz se escuchaba como si estuviera lejos de mi, solo por la distancia de diez centímetros de intervalo.

—¿Segura? —gritó—. No quiero que te duermas en clases. —entonó. 

—Dejé de preocuparse por mi, ni que fuera una niña pequeña —y tomó una copa con pudin de chocolate, mi favorito. Lo saboree sentada en el sofá blanco del recibimiento, y de seguido me levantó repitiendo dos veces la cantidad exacta que las demás, y en cuánto finalizó el maratón de la serie Hanna Montana, me serví por millonésima vez.

[...] 

La fecha que hoy asistimos fue una pérdida de tiempo, ya que el director nos informó a través de los profesores que actualmente es un día regular, y ahora resulta que estaremos dos horas sentados, dando clases hasta que sean las nueve de la mañana. La asignatura no era tan mala a excepción de los que detestan dibujar, como algunos alumnos que buscan pleitos para irse a la dirección. 

Ni siquiera había pensando en mi dibujo, se supone que es una nota parcial, pero no me ronda por la cabeza una idea que pueda adelantar en la libreta.

—¿Qué tal quedó? —pregunta enseñándome la hoja blanca con trazos de un cuerpo femenino que reconozco de una parte.

—¿¡Me dibujastes dormida!? —lo fulminó con la mirada y él se rió a carcajadas.

—¡Sí, estás kawaii! —exclamó Ryan, riendo.

Negué con la cabeza, limitándome a reír por el bostezo que salió de mi boca.

—Ryan, no puedes entregarlo —vaciló.

—Oye, yo ya pensé en lo que le diré, no soy tan bruto —se defendió frunciendo el ceño.

El profesor interrumpió a todos los estudiantes que elaboraban su tarea con dedicación y honor, tanto como chicas e chicos que comparten un gran entusiasmo por el arte moderno y antiguo.

Solamente sé que el primero que obtendrá un diez, es Ryan.

—Quiero comunicarles que el trabajo que están realizando, los calificaré llamándolos al azar, ¿correcto? —nos avisó, sentándose en la silla de la columna tres. 

Una chica de estatura alta, cabello chocolate y ojos verdes agitó su mano en el aire, sin embargo fue ignorada por otra joven que se hacía la tonta para coquetearle a el instructor, mientras oía su detallada explicación. Que ella misma se propuso prestarle mayor atención y esfuerzo por comprender lo que decía, aquello que no entendía lo sospechaba en sus facciones físicas ya que sus constantes movimientos eran: disgusto y gustó.



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En el texto hay: novela juvenil, secreto, aventuras

Editado: 15.02.2019

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