Sentía su respiración pesada. Sus extremidades pesadas. La realidad es que sería más fácil para su cerebro enumerar las cosas que no sentía pesadas. El total: cero.
Podía sentir las frágiles paredes entre las que llevaba meses encerrando cada uno de sus pensamientos y sentimientos romperse dentro él.
Decidió que ya estaba bien de negarse a sí mismo. Si seguía por ese camino, como acababa de demostrar el irritante y promiscuo Zabini, iba a llegar el día en que las ofertas empezarán a lloverle a Draco y este las aceptara.
Merlín sabía lo mucho que le había costado controlar su temperamento cuando vio cómo algunos alumnos de octavo año de otras casas lo miraban desde el primer día de clases.
Se había dicho a sí mismo que no estaba celoso; que solo estaba siendo precavido. Eran muchos los hijos de mortífagos que podían planear algo y como Draco siempre era el cabecilla de cualquier horrible plan que se estuviera cociendo en Hogwarts, tenía que estar pendiente de quién hablaba con él, quiénes lo esperaban para desayunar cada mañana, con quién se sentaba y con quiénes solía pasar las horas muertas.
No es cómo si casi todo su horario lo hubiese programado para que todas sus clases coincidieran; de eso se había encargado el rubio. Muchas veces sonreía ante ese hecho, demasiado contento, tan radiante que se encerraba en la habitación más próxima para esconder la cara de idiota que ponía.
Ahora su límite había llegado. Podía negarse todo lo que quisiera mientras Draco no tuviera opciones ni las quisiera, pero, para ser honesto, hombres como Blaise vuelven gelatina la determinación de cualquiera. Y no necesitó verlo para saber que él había estado muy concentrado en la noticia de que a él no le interesaba tener nada con Draco.
Zabini, perro asqueroso, lo había besado. Tuvo que haber entrado ahí en cuanto notó que ese hijo de puta estaba sentado en su cama, pero el fuerte brazo de Ron lo había retenido mirándolo severamente.
En su mente la imagen de Draco sentado con Zabini sobre él y besándose se repetía una y otra vez tocando cada vez más sus frágiles nervios. El moreno estaba en el piso respirando con dificultad, pero a él no le bastaba. Draco se había resistido, lo vio retorcerse por zafarse de su agarre. Ya era malo que tocara algo que no le pertenecía, pero que lo forzara...
—Váyanse —dijo despacio y manteniendo su respiración controlada.
Blaise en el piso intentó ponerse en pie, pero le dolía el golpe. Nunca era un buen indicio que no le diera ni un poco de pena.
Pansy a su espalda estaba por negarse, pero Ron puso los ojos en blanco y la amordazó, ella gritó y se empezó a retorcer intentando sacarse lo que había aparecido mágicamente en su boca, sin embargo, dos cuerdas salieron su varita antes de que sus brazos llegaran a su cara.
—De esa forma no va a causarte muchos problemas —le dijo a Ron con una sonrisa divertida
—Ciertamente —aceptó su amigo—. Buen trabajo, siempre me quedan flojas —suspiró triste y se agachó al lado de Blaise—. No creo que quieras una mordaza y un juego de cuerdas para ti, ¿no?
Blaise negó con la cabeza intentando pararse otra vez. En esta ocasión Ron lo sujetó y lo ayudó a pararse.
—¿Dónde te dio? —preguntó lanzándole una mirada de reproche. Ni se inmutó. Blaise se la había ganado.
—Costillas —exhaló con una mueca de dolor.
—Bien, vámonos. Herm sabe lo suficiente para acomodarlas. Cuando Harry me rompió la nariz una vez, ella lo arregló en un santiamén.
Blaise solo asintió y se dejó arrastrar. Pansy los miraba indignada mientras que se retorcía histérica.
—¿Le dirías que pare? —le preguntó Ron a Blaise—. Se va a lastimar y Herm se enoja cuando le llevamos más de un lastimado.
—¿Lo hacen seguido? —cuestionó Blaise, que se rio para, luego jadear por el dolor.
—Según. ¿Para mí? No, unas cuantas veces a la semana. ¿Para ella? Una cantidad justificada. Harry se volvió explosivo —le explicó al ver su cara de sorpresa—. Nos empezó a traer problemas su completa falta de criterio a la hora de levantar su varita —masculló más fuerte de lo debido al cerrar la puerta una vez que Pansy, resignada, pasó primero.
⚡
En cuanto Zabini desapareció se sintió infinitamente más tranquilo. Podía respirar con normalidad.
—Espero que tengas una buena explicación del porqué, mi mejor amiga fue sacada casi secuestrada de mi cuarto o porqué mi amigo parece tener una o más costillas fisuradas —la voz de Draco le llegó desde la cama y se volvió a verlo por primera vez.
Sentía deseoso de poder hechizarse a sí mismo. Era imposible que su cuerpo se descontrolara a ese nivel cuando sólo lo veía. Gracias a sus años de práctica fingiendo indiferencia con los Dursley, su respiración y su cara se mantenían tranquilas.
Nadie diría que su corazón había cuadruplicado el ritmo o que en su estómago un millón de animales pisoteaban todo a su paso. Nadie sabía que su cabeza daba ligeras vueltas con solo oler su perfume. Era patético. Era ridículo. Por eso luchaba contra ello. Ni siquiera con Ginny había sentido ese desasosiego que le daba no saber si iba o no a verlo ese día.
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Editado: 05.02.2021