El silencio que dejó Jake a su partida fue más ruidoso que su presencia. Era un silencio cargado de preguntas no formuladas y de una historia compartida de la que Bella no sabía nada. Se quedó de pie en medio del salón, sintiendo todavía el cosquilleo del beso de Jake en su mano y el peso de su mirada gris.
Demon se acercó a la barra y se sirvió un whisky, el sonido del líquido ambarino golpeando el cristal fue el único ruido. Se bebió la mitad de un trago.
—Mi hermano puede ser... insistente —dijo Demon, sin volverse. Su voz era controlada, pero Bella pudo detectar un filo de acero en ella.
—Tiene tu misma cara —respondió Bella, su voz un susurro. Era más una observación para sí misma que una pregunta.
—Pero no mi sangre fría —replicó Demon, girándose finalmente para mirarla. Sus ojos negros eran insondables—. Jake opera con el corazón, o más bien, con lo que él cree que es el corazón. El deseo, el impulso, el aburrimiento. Lo convierte en alguien impredecible. Y peligroso.
Se acercó a ella, deteniéndose a apenas un paso de distancia. La diferencia de altura la obligó a levantar la cabeza para mirarlo.
—Él ve todo lo que tengo como un desafío. Un objeto que quiere poseer por el simple hecho de que es mío.
La implicación era clara y directa. *Tú eres mía. Por lo tanto, él te querrá.*
Un escalofrío recorrió a Bella, pero no era de miedo. Era una extraña mezcla de aprensión y una oscura sensación de valía. En menos de veinticuatro horas, había pasado de ser un activo desechable a un premio disputado entre dos reyes.
—¿Y su cabello? —preguntó ella, la curiosidad superando a la cautela—. Es como el mío.
Una sombra cruzó el rostro de Demon, una emoción tan fugaz que Bella casi pensó que la había imaginado.
—Un capricho genético. En nuestra familia, a veces nace un Gardner de cabello blanco. Se dice que son los que traen la fortuna o la ruina. Con Jake, todavía no estoy seguro de cuál será.
Hizo una pausa, su mirada se intensificó. —Él intentará acercarse a ti. Te ofrecerá cosas. Una vida más "simple", más "feliz". Te dirá que yo soy el monstruo y él es el salvador. No le creas. Su luz es más engañosa que mi oscuridad.
—Mi lealtad está contigo —dijo Bella, y las palabras sonaron más a un juramento que a una simple afirmación—. Firmé un pacto.
—Lo sé. —Demon levantó una mano y, con un solo dedo, apartó un mechón de cabello blanco del rostro de Bella. Su toque fue sorprendentemente suave, casi reverente. El contraste entre la dureza de su reputación y la delicadeza de ese gesto la dejó sin aliento—. Pero debes entender el juego en el que has entrado. No solo estamos luchando contra Vero. En esta familia, siempre hay una guerra civil latente. Ahora, tú estás en el centro de ella.
Bella asintió, comprendiendo que su venganza personal se había entrelazado con algo mucho más antiguo y complejo. No solo tenía que derrotar a sus enemigos del pasado, sino también navegar por las traicioneras aguas de su nuevo presente.
—¿Qué quieres que haga? —preguntó.
—Por ahora, nada. Mantente alejada de él. Y confía en mí. —Demon dejó caer su mano, y el calor de su toque desapareció, dejando a Bella con una extraña sensación de pérdida—. Ahora, vamos. Es hora de que conozcas a mis soldados.
La conversación había terminado. Demon le había dado las reglas del nuevo juego: desconfía del príncipe blanco, confía en el rey oscuro. Y Bella, de pie en el corazón del reino, supo que para sobrevivir, tendría que aprender a jugar mejor que nadie.
***
Si el ático era el palacio del rey, la "oficina" de Gardner Consolidated era su sala de guerra. Estaba situada varias plantas más abajo, pero parecía un mundo aparte. No había ventanales panorámicos ni obras de arte. Era un espacio funcional, de alta tecnología y con un aire de tensión controlada. Una enorme mesa de conferencias de obsidiana dominaba el centro, rodeada de sillas ergonómicas. Las paredes eran pantallas interactivas que mostraban flujos de datos, mapas globales y perfiles de personas.
Alrededor de la mesa estaban sentadas cuatro personas. El equipo de Demon. Su presencia se hizo sentir en cuanto Bella entró de la mano de él. El murmullo de conversación cesó al instante. Cuatro pares de ojos, todos afilados e inteligentes, se clavaron en ella.
—Buenos días —dijo Demon, su voz resonando con autoridad—. Les presento a Bella Lombardi. Mi prometida y, a partir de hoy, su nueva socia estratégica en el proyecto Vero.
Presentó al equipo uno por uno.
Un hombre mayor, de cabello plateado y gafas de montura fina, era “”Marcus””, el director financiero. Su mirada era la de un hombre que podía desglosar un imperio en una hoja de cálculo.
Una mujer de rasgos asiáticos, con un corte de pelo asimétrico y un estilo impecable, era “”Lena””, la jefa de estrategia y relaciones públicas. Era la arquitecta detrás de la campaña mediática que estaba destrozando a Vero. Sus ojos evaluaron a Bella con una precisión quirúrgica.
Un joven con aspecto de hacker, vestido con una sudadera con capucha y tecleando furiosamente en un portátil cubierto de pegatinas, era “”Kael””, el genio tecnológico y de la información. Él ni siquiera levantó la vista, pero Bella supo que ya había investigado hasta el último rincón de su vida digital.
Y finalmente, un hombre corpulento con una cicatriz que le cruzaba la ceja, vestido con un traje que no lograba ocultar su físico imponente, era “”Rhys””, el jefe de seguridad y "resolución de problemas". Su mirada era la más difícil de sostener. No era hostil, pero sí profundamente escrutadora, como si estuviera calculando de cuántas maneras podría ser una amenaza.
—Bella tiene un conocimiento íntimo del funcionamiento interno de Vero, de sus debilidades y de sus figuras clave —continuó Demon—. A partir de ahora, tiene autoridad total para solicitar cualquier información o recurso que necesite. Sus órdenes se tratarán como si fueran mías. ¿Alguna pregunta?
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Editado: 12.09.2025