Capítulo 1 Temporada 2: Devastada.
Me sentía tan sola, apenas tenía deseos de moverme, hacía poco más de una semana que se habían ido: Owen y Nefilim; me habían abandonado y ambos al mismo tiempo. Fue como si se hubieran propuesto acabar con mi vida, ¡y lo habrían logrado!, de no ser por un acontecimiento que lo cambió todo.
Estaba devastada por la ausencia de Nefilim, hasta tal punto que pensé en quitarme la vida: algo que nadie debería hacer, ni siquiera pensar. La vida es sagrada y el regalo más preciado que Dios nos dio. Después de la tormenta siempre sale el sol, se los digo por experiencia propia, cuándo más hundida estaba en la depresión y creía que nada podría apagar mi dolor, surgió una poderosa razón para seguir adelante.
Mientras haya vida, siempre habrá algo que nos haga sentir que vale la pena estar en este mundo; aunque estemos en una etapa de completa oscuridad y pensemos que es imposible encontrar la claridad. Solo hay que resistir y nunca rendirse. El tiempo es el único que puede sanar las heridas, aunque nos queden cicatrices.
Estaba tumbada sobre mi cama, sin deseos de hacer nada cuando me arqueé de repente, asaltada por unas fuertes náuseas. No era la primera vez que me pasaba de hecho, pero estaba ocurriendo con demasiada frecuencia y me empezaba a preocupar. Corrí para el baño y devolví todo lo que había comido dentro del inodoro. Cuando me quedé sin nada en mi estómago, cerré la tapa y descargué sin fuerzas. Estaba tirada en el suelo, tan débil que creía que me desmayaría en cualquier momento. Aparté los cabellos mojados que se me pegaban a la piel de la cara y del cuello con desgano y me dejé caer sobre la tapa de la taza. Abandoné mi cabeza, en esa posición incómoda, por un tiempo que no sabría definir.
«¡Esto no es normal, Layla!»
Con el paso del tiempo, en vez de mejorar, empeoraban los síntomas. En un principio creí que se trataba de una indigestión pasajera, pero empezaba a tener mis dudas.
—Layla. Sal, querida; vamos a comer.
Escuché la voz de mi madre, levanté la cabeza muy rápido y el cuello me crujió, maldecí por lo bajo. Me quedó doliendo.
—Ve primero, bajo después —grité con las pocas fuerzas que me quedaban.
Hice movimientos lentos del cuello para relajar los músculos tensos de esa zona.
—No te demores —apremió Natalie.
¡Qué inoportuna era!, como tenía el estómago de revuelto lo que menos deseaba era comer. De buenas a primeras pensé en un filete de carne medio crudo, bien jugoso, y se me hizo la boca agua. Qué raro (?). No era muy amante a la carne y menos en ese punto, de comerla tenía que estar bien cocida. Me apresuré todo lo que pude en mi estado de debilidad y bajé al comedor donde me esperaban los señores de la casa.
—Hija, ¿qué tienes? —preguntó mi madre en cuanto me vio, observándome con interés.
—Nada, ¿por qué? —me hice la sueca.
—Tu semblante no luce bien, estás amarillenta.
—Quizás es por el reflejo de las luces —justifiqué, no le había contado a nadie sobre mi malestar. Tenía que hacer todo lo posible porque no sospecharan nada...
—No lo creo —objetó.
—Siéntate, pequeña —pidió el señor Moore con amabilidad. Su esfuerzo por ganar mi aprecio estaba resultando.
Por los comentarios de Natalie me había quedado parada y ni cuenta me había dado. Me moví y el tobillo lastimado me dolió un poco, aunque solo fue una leve torcedura, aún seguía molestando de vez en cuando. Lo había tratado en casa, poniendo compresas de hielo 10 minutos, 2 veces al día en la zona afectada y haciendo reposo. Dejaba el pie en alto el mayor tiempo posible y para calmar el dolor tomaba analgésicos de venta libre. Recordaba la noche que llegué a casa cojeando, mi madre me esperaba en la antesala con cara larga, y después de la impresión del momento (al percatarse de mi estado), pasó al reclamo; pueden imaginar lo fastidiosa que se puso y como no quise ir al hospital (nada nuevo), llamó al hermano de su esposo. Así fue como me enteré, que el señor Moore, tenía un hermano médico.
Al sentarme, miré inconsciente el asiento vacío a mi lado y, fue inevitable recordar a Owen. Lo extrañaba demasiado, aunque no hacían dos semanas desde su partida; sin embargo para mí era una eternidad. Allí estaba su lugar desolado, lo había ocupado muchas veces después del día que lo ví, en esta estancia, por primera vez; en esa ocasión creí que moriría de un ataque al corazón. Me impresionó más verlo aquí, que Nefilim como gigante dispuesto a comerme y eso es mucho decir. Ese era un recuerdo inolvidable, pero no volvería a estar aquí, no ocuparía más su puesto vacío. Extrañaba todo de él, tanto que dolía hasta respirar, se me hizo un nudo en la garganta y tuve que hacer acopio de mi entereza para no llorar. No entendía del todo la razón de su partida, nunca nos pudimos llevar del todo bien, no obstante estuvimos muy cerca... Después de tanta intimidad compartida, ¿cómo pudo irse, tan fácil, a los brazos de otra?
Sé que soy una descarada, no tengo una gota de vergüenza, no lo quería perder a él, pero tampoco a Nefilim. Por mi doble vida merecía lo que me estaba pasando, los tuve a los dos al mismo tiempo y los perdí a la misma vez. En este instante comprendía que no se puede tener todo en la vida, quién es avaricioso y abarca más de lo que puede sostener, termina por perderlo todo. Era incapaz de perder a uno de ellos y los perdí a los dos.
Por más que reflexionaba, no podía entender por qué razón se había marchado, no encontraba ninguna explicación que me convenciera del todo; si tenía otra mujer en su corazón bien podría traerla. Parecerá masoquista, pero prefería mil veces verlo en brazos de otra, a no verlo jamás. Sería capaz, hasta de compartirlo, como mismo hice con él y Nefilim. De tocar en trío, podría ampliarlo a un cuarteto.
Owen nunca supo de la existencia de Nefilim y viceversa, no que yo supiera. Me avergonzaría hasta la muerte que uno de los dos, o ambos, me recordaran como una infiel; aunque en estos tiempos modernos las personas son más liberales y tener más de un amante es algo “común”. No crítico a nadie, ¡con qué cara!, cada cual tiene derecho de vivir su vida como le de la gana o como mejor le plazca. De día fui de uno y en la noche del otro, no era de gente sana, pero fue maravilloso mientras duró.
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Editado: 02.07.2022