Capítulo 10 Los padres de Owen.
Hace 1002 años atrás, Lucifer descendió a la tierra en un acto de rebeldía contra su padre, el Dios supremo. Estaba cansado de su mundo árido y desértico, y de habitar en su reino subterráneo. Añoraba contemplar la hermosura del mundo de los mortales. Salió del portal que lo trasladó a la Tierra y fue como aparecer de la nada. Lo primero que vieron sus fríos ojos fue a una joven de piel muy blanca y cabello largo, recogiendo flores blancas. Se quedó absorto observando cada una de sus acciones.
Lucifer estaba acostumbrado a ver demonias muy hermosas, sin embargo el encanto natural de esa chica lo cautivó como nada lo había hecho antes en su larga existencia inmortal. La joven tenía una larga cabellera castaña clara, con mechas rubias naturales y le provocó colar sus dedos en ese sedoso cabello agitado por la fresca brisa de la tarde. La contempló por un tiempo largo, sin hacerse notar; pero cuando la vio tomar el camino para irse, decidió salir de las sombras y detenerla.
—Joven, no se vaya todavía, espere un momento —. La chica se asustó al escuchar esa voz fuerte, demandante y varonil.
Lucifer no sabía expresarse de una forma cordial, nunca lo aprendió. Aunque sus palabras eran normales, fueron pronunciadas con mucha fuerza, en tono de órden en lugar de un pedido; lo cual era su real intención. Lo único que quería era conversar amablemente con la inocente y encantadora chica que lo cautivó. Ariete se giró y quedó frente al hombre más atractivo que había visto jamás, se quedó impresionada y aturdida. No fue capaz de emitir ninguna palabra.
—¿Vives por aquí cerca? —ella asintió con un movimiento de la cabeza arriba y abajo—. ¿Puedo verte otro día?
La jovencita abrió demasiado sus bellos ojos sorprendida, por la pregunta inapropiada del arrogante y atractivo desconocido. Lucifer se contempló en sus pupilas y quedó prendado del fascinante color azul intenso de sus iris.
—¡Oh! —su asombro se manifestó en ese simple sonido. Ella era una chica muy tímida y no acostumbraba a socializar con el sexo opuesto, por no decir que era nulo.
—No me rechaces por favor, soy un buen hombre, te aseguro que no tengo ninguna mala intención.
—Pero no lo conozco... —objetó reponiéndose un poco de su aturdimiento. Iba a decirle señor, pero encontró que era muy joven para dicho término y vestía muy extraño, prefirió callar. Aunque sus vestimentas jamás las había visto, no le pasó desapercibido lo bien que le quedaban en ese cuerpo formidable, como si hubiera sido esculpido por las manos expertas de un escultor. Cada detalle era perfecto, hasta su cuello era fuerte y fabuloso, para qué mencionar el resto si basta con decir que cortaba la respiración y hacía tragar saliva con dificultad, sin poder apartar la mirada. Cualquier mujer babearía ante semejante ejemplar masculino.
—Esa es mi intención, que me puedas conocer.
La chica lo miró con dudas, pero su corazón latía demasiado fuerte y arrítmico por culpa del desconocido y la mente se le embotó; no era capaz de pensar con claridad.
—Está bien —aceptó impulsiva—, puede ser mañana en este mismo lugar —sugirió.
—Me temo que mañana no podré, dame un mes —se quedó pensativo, analizando—, en un mes estaré aquí y nos volvemos a ver de nuevo.
La joven se sorprendió por su respuesta extraña, «¿por qué necesitaba todo un largo mes?, quizás era un comerciante de tierras lejanas.» lo dedujo por su vestimenta, su porte y su personalidad única, pero no pudo contener la duda y le preguntó para estar más segura.
—¿Por qué esperar tanto tiempo?
—Porque necesito reponer mis fuerzas.
Esa respuesta la intrigó más.
—Está..., ¿enfermo?
—Algo parecido, aunque nada de lo que haya que preocuparse.
Ariete sintió pena por él, era tan joven y sufría una enfermedad, pensó con pesar. La empatía fue mucho más grande hacia él que el temor a lo desconocido y confió plenamente en Lucifer desde ese momento. Sonrió bondadosa y comprensiva.
—Prométeme que te cuidarás.
Lucifer se asombró por la gentileza que le mostraba la chica, sus ojos eran inocentes y bondadosos; hasta parecía preocupada por él..
—Lo prometo.
—Entonces nos vemos aquí, dentro de 30 días, a la misma hora —concertó ella y le sonrió amable.
—De acuerdo —Lucifer asintió conmovido, esa chica no lo conocía de nada y lo aceptó con tanta facilidad.
—Tengo que irme, mi madre está muy enferma y vine a recoger estas flores que tanto le gustan; son las mismas que les regalaba mi padre cuando eran novios —sonrió con tristeza.
Aún no hacía un año de la muerte repentina de su padre y su madre parecía querer seguir su camino. Después del fallecimiento de su cónyuge se había ido consumiendo de a poco como una vela y estaba en la recta final. Lucifer supo con certeza que esa chica estaba a punto de quedarse huérfana, pero no podía hacer nada, no debía intervenir en el mundo humano. Para cuando se volvieran a ver, tendría que consolarla por su pérdida.
—Vete pronto y pasa el mayor tiempo posible con tu madre. Eres una buena hija, seguro que ella está muy orgullosa de tenerte.
—Lo haré, gracias.
Se marchó presurosa, había estado ausente de su hogar por más tiempo del que esperaba. Lucifer la observó alejarse por el ancho sendero, sintiendo su corazón inmortal latiendo fuerte como nunca antes lo había hecho. Se llevó una mano al pecho confundido. Estaba experimentando algo completamente nuevo.
Estaba a punto de caer la noche así que decidió regresar a su morada y desapareció, entrando al portal dimensional, que solo él podía ver de ese lado. Llegó a su salón del trono y ocupó su puesto. Estaba débil y sabía que necesitaba reponer su energía. Se concentró en su labor; pero no podía hacerlo del todo, porque el recuerdo de una hermosa dama lo distraía con demasiada facilidad.
Un mes después se vieron en el lugar acordado y efectivamente, la chica estaba deprimida por el fallecimiento de su amada madre. Lucifer había recibido en persona el alma de la progenitora de Ariete y la había juntado con la de su esposo, los devolvería a la vida en el tiempo apropiado para que volvieran a ser los mismos padres de la joven en su próxima vida; era lo único que podía hacer por ella.
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Editado: 02.07.2022