La oscuridad del amor

desilusión

***

— ¿No te gustaría casarte conmigo? —Le pregunto con timidez mientras siento sus manos acariciar mi rostro.

— No me gusta el matrimonio — responde con suavidad —. De todas formas, no me veo casado contigo.

Un puño helado se cierra en mi pecho.

— ¿Por qué? —Pregunto, sintiendo como mi corazón se desmorona en mil pedazos.

— No lo sé — suspira —. Solo sé que aún no quiero hacerlo. Tal vez algún día, Carolina.

Asiento, incapaz de articular palabra alguna. No hay nada más que pueda hacer que aceptar su decisión.

— No vayas a llorar.

— No iba a hacerlo, Philippe — susurro, conteniendo las lágrimas con todas mis fuerzas —. No es algo por lo que llorar.

— Lo sé — me dice con una sonrisa —. Es una estupidez.

Una estupidez, repite mi mente una y otra vez. Desde el principio le he expresado mi deseo de casarnos, pero ¿qué puedo hacer si no puedo cambiar de opinión? Tal vez lo mejor sea dejar de lado esta fantasía.

Y con esa frase comenzó el dolor de mi vida. "No me veo casado contigo", "¿Qué me hizo falta?", "¿Dime qué me hizo falta para hacerte feliz?".

— Carolina — escucho la voz de mi madre desde la cocina.

Dejo la pluma y el lápiz, abandonando mi historia en medio del libro.

— ¿Si? — respondo mientras camino por el pasillo.

— ¿Qué estabas haciendo? — me pregunta con tranquilidad. Su voz suave me calma un poco.

— Estaba leyendo — le digo.

— Mi hija es muy inteligente — dice con orgullo. Su voz me hace sentir pequeña. Ojalá, madre, ojalá fuera verdad.

— ¿Puedo irme? — le pregunto, dándole un beso en la espalda —. Tengo que continuar.

— Cuentas conmigo, lo sabes — me dice con suavidad mientras sigue cortando algo en la cocina —. No me ocultes nada. Callar solo puede causarnos daño.

— Lo sé, no te preocupes, estoy bien — miento una vez más.

— Está bien — me dice, volteándose para darme un beso.

— Está bien.

Regreso a mi habitación, una habitación igual a las demás, una habitación donde me he sentido sola, una habitación donde ya no puedo más.

— Es mejor continuar — digo mientras tomo el lápiz y el cuaderno —. Es hora de terminar la historia.

Y así es. ¿Por dónde empezar? Por el principio de todo, creo que sería perfecto. ¿Cuál fue el inicio de mi dolor? ¿Quién es mi "déjà vu"?

***

Seis años atrás.

— Carolina — escucho su voz dulce —. Vamos, es hora de irnos a estudiar.

— Dame un segundo — le digo mientras miro la pantalla del teléfono, la ansiedad me consume. Necesito que responda. —. Me estoy poniendo las medias.

— Pero... — escucho su voz desde la puerta —. Sabes que tenemos que irnos caminando al instituto.

— Ya, ya — termino de ponerme la media y salgo corriendo.

— No te has peinado — me dice al verme.

— Las hermosas no usan peinetas — le digo mientras guardo todo lo que tengo en mi mano.

Repaso una vez más: bolso, uniforme, móvil y dinero. Todo correcto, perfecto.

— ¿Qué te ha dicho? — me pregunta mientras me observa.

— Nada... — le digo con algo de decepción —. Aún no me responde, parece que está ocupado.

— Puede que sí — me anima —. Vamos, tal vez más tarde te responda.

— Puede que sí.

Comenzamos a hablar de todo lo que unas niñas de dieciséis años pueden hablar. El instituto nos recibe cinco minutos antes.

— Ves, Lysi — le digo —. Llegamos puntuales.

— En eso tienes razón.

— Siempre la tengo.

Nos encontramos con todas en la entrada. Lysi, mi mejor amiga, con quien comparto cada dolor y cada sufrimiento, y las otras chicas, mis amigas del salón.

— Hola chicas — subo mi mano saludándolas.

— Hola — responden al unísono.

— Vamos — dice Lysi —. Que tenemos clase de biología.

***

Asiento mientras siento la vibración de mi pierna. Tomo el teléfono y la pantalla se ilumina con su nombre.

Chat

— Clad: ¿Como te fue hoy?

— Yo: Bien, ahora estoy en el colegio, ¿ya llegaste tú?

— Clad: Aún no, pero ya casi.

— Yo: Ojalá te pueda ver.

— Clad: Ojalá.

— Clad: Te amo.

Mi corazón se acelera.

— Yo: Yo también te amo.

Guardo el teléfono y una sonrisa se dibuja en mi rostro. Lysi me mira con curiosidad.

— ¿Qué pasa? — me pregunta.

— Nada — le digo, tratando de disimular mi emoción —. Solo que...

— ¿Solo qué? — me anima.

— Solo que lo amo.

— ¿A quién? — pregunta, confundida.

— A Clad — le digo en voz baja.

— ¿Clad? ¿El chico del que siempre me hablas? — pregunta con sorpresa.

— Sí — le digo, sonrojada.

— ¡No puedo creerlo! — exclama —. ¡Por fin te va a notar!

— Eso espero — le digo con timidez.

Entramos al salón de clases y la profesora nos recibe con una sonrisa.

— Buenos días, chicas — nos dice —. Hoy vamos a aprender sobre la reproducción humana.

Un rubor se apodera de mi rostro. No puedo evitar pensar en Clad.

— ¿Será posible que esta vez sí me note? — me pregunto en silencio.

La clase transcurre lentamente, como si cada minuto fuera una eternidad.

***

Al fin suena el timbre, anunciando el final del recreo. Me levanto de mi asiento y me dirijo hacia la puerta, ansiosa por ver a Clad. Lo veo en el pasillo, apoyado contra la pared, con su habitual sonrisa encantadora.

Mi corazón late con fuerza en mi pecho.

— ¿Clad? — le pregunto con timidez.

— Carolina — me dice, acercándose a mí —. ¿Qué tal tu día?

— Bien — le digo, tratando de mantener la calma —. ¿Y el tuyo?

— Genial — me dice —. He estado pensando en ti.

— ¿En mí? — pregunto, sorprendida.

— Sí — me dice, tomando mi mano —. Me gustas, Carolina.

— ¿De verdad? — pregunto, sin poder creerlo.

— Sí — me dice, mirándome a los ojos —. Mucho.

Observo cómo sus amigos se acercan y me suelta la mano rápidamente. Lo miro confundida.

— ¿Qué haces con ella? — escucho la voz de una de ellas mientras se acerca.




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