Día 1
Seguía caminando hacia la nada, el bosque se cierra sobre mí con cada paso que doy.
Mis pies descalzos me arden debido a la fría nieve. La noche, los ruidos, los golpes.
No puedo estar tranquila mientras siento que soy perseguida por algo.
Mi corazón está apunto de salir de mi pecho, tengo el alma en la boca. Corro como si de eso dependiera mi vida pero no consigo llegar al final.
La luz a lo lejos deja de brillar poniendo en juego mis esperanzas. Las ganas de continuar disminuyen con la rapidez de un rayo.
Una mano se posa en mi espalda, es fría, como si un pedazo de la misma nieve estuviera ahí.
Quedó petrificada al dar la vuelta, es un hombre con la cara cubierta de sangre y las alas rotas.
—Despierta y ayúdame. ¡AYÚDAME, KATHERINE!
Me despierto de golpe, con el cuerpo temblando y los ojos llorosos. Me duelen los pies y el cuerpo me pesa.
Sigo con la sensación en el pecho, ese vacío ahí, como si me faltará algo. Es como si necesitara recordar algo pero no sé qué.
Luisa trae una bandeja con el desayuno, lo deja sobre la mesita de noche y me entrega un sobre.
—Debes leer esto, por favor. Es una carta de tu mentor Clyde. Estaba en los escombros del avión en el que volaban.
—Pensé que todo estaba perdido y destrozado, ¿como encontraron esto siendo solo un papel?—Ella niega con su cabeza.
—Estaba dentro de esto—Reparo en el bulto a su costado. Es mi maleta—Está en perfecto estado. Eso es bueno para ti, ¿no?. Dime una cosa, novata. ¿Qué hacías con él?
—Estudiaba grafología con él.
—Te adoptó.
«¿Cómo sabe eso?»
—Era mi profesor antes que nada. Reitero que se encargaba de enseñarme la materia nada más. Ahora veo que lo que me decía sobre los seres inmortales era cierto.
—¿No creías en nosotros? ja. Acaso, ¿no crees en lo que hay más allá de su límite de conocimiento?
—¿El cielo?—Me vacila— quizás lo mejor hubiera sido que muriera como los pasajeros de ese vuelo, tal vez allá me estaría yendo mejor.
—¿porqué los humanos creen que todo se les resolverá con ir allí? ni siquiera saben si existe.
—Tú existe, es prueba suficiente, ¿no crees?
—Yo no nací en una nube, cariño. Nací aquí, en lo que tú llamas mundo.
—Pero no eres humana, ¿o sí?
—Eso no tiene que ver. Es sólo una realidad. Y si descubres algo más que yo deba saber me lo dices, no quiero quedar como una ignorante.
—En pocas palabras, ¿dices que no existe el cielo, el paraíso?
—No te estoy confirmando nada. Simplemente dije que no nací ahí, en ese tal paraíso. Pero puedes hablar con Lewis. Después de todo el pasa la mayor parte de su tiempo en el cielo—Se levanta de la cama. Camina en círculos y luego me mira—¿Tuviste una mala noche? no nos dejaste dormir con tus gritos y hablabas dormida
—Perdón. Es sólo un sueño que tengo frecuente. Nada del otro mundo.
Se encoge de hombros marchándose.