Capitulo: 7
Suspiro
El viento rugía como nunca antes, los ventanales de la casa ya eran historia antigua y los arboles del jardín no existían. Podía sentir como como de mi cuerpo emanaba una especia de energía.
De poco a poco los invitados estaban saliendo de la casa. La mayoría de estas con expresiones de horror en sus caras, corrían en diferentes direcciones tratando de escapar de los escombros que el viento arrastraba.
Fije mi vista en Elena. Su rostro no se inmutaba por nada de lo que estaba pasando en el lugar ya que las únicas reacciones de ella era tratar de esquivar todos los escombros posibles.
Y ahí fue donde le vi. Amalia se encontraba en la entrada de la casa con una mirada de miedo con una pincelada de asombro. No se cómo explicar lo que estaba pasando, pero cuando vi a los ojos de Amalia algo en mí, no lo sé compasión, temor, asombro, MIEDO.
Todas esas cosas que reflejaba esa mirada hiso que la ira en mi cuerpo empezara a disminuir; poco a poco el aire y la niebla comenzaron a disiparse, lo que era literalmente una tormenta comenzó a apaciguarse sentí como mi cuerpo se relajó.
Era ella, estaba bien. No ce cuando mi como, pero Amalia se volvió una persona importante para mí, sino que la más importante. Ella se volvió mi confidente en los últimos años, la única persona que ha velado por mí, que se preocupa por mí y al verla ahí de pie delate mío hiso que la preocupación que tenía en el cuerpo desapareciera, hiso que a pesar que ella me mintiera lo olvidara por completo al verla ahí justo con al delante sana y salva.
Sin importar lo paso hace algunos momentos, del daño que había provocado. Camina hacia ella, ella no se movió de donde estaba. Solo me espero con ahí como si nada hubiese pasado.
-Amalia- dije casi en un murmullo, sin importar que o quien estuviera presente tome su rostro con mis manos y sin darle tiempo alguna reacción bese su frente para luego rodear su cuerpo con mis manos pegándola más hacia mí.
-Amalia. - dije con lágrimas en mis ojos – estas bien pensé que, que habías muerto en manos de esos miserables- le hablé separándome de su cuerpo sin romper el abrazo.
-Apolo, estoy bien calma. No hay de qué preocuparse- me miro a los ojos- lo siento debí haberte dicho todo desde un principio, no debí ocult…-.
Sus palabras se detuvieron, su expresión demostraba dolor.
Una delos hombres del consejo se encontraba detrás de Amalia, este tenía en sus manos una de las dagas que mi padre me había obsequiado no hace mucho. La daga atravesaba el pecho de Amalia.
Podía sentir como poco a poco la vida de Amalia se empezaba a escapar de mis manos.
-A-polo- exclamo a duras penas Amalia- lo sien-ento mucho- eran sus últimas palabras lo podía ver en su rostro y la verdad no estaba dispuesto a perderle.
- no, NO. Amalia resiste- le hable – no te voy a perder, no voy a dejar que mueras no de esta manera- exclamaba, pero por más que trate ella poco a poco se desvanecía en mis manos.
Yacíamos en el suelo de jardín, yo la tenía en mis brazos, ella reposaba sobre mis piernas.
Las lágrimas salen de mis ojos. De pronto alguien me interrumpió, era el maldito que le había hacho esto a Amalia.
Sin comprender cómo, pero a una velocidad ya familiar llegue al frente del maldito hombre.
-tu- dije con ira tomándolo por el cuello- ¿por qué has hecho esto? - exigí una respuesta al maldito.
- me ordenaron que lo hiciera, yo solo seguía ordenes- contesto.
- ¿ordenes de quién? – cuestione, apretando más su cuello- HABLA- le grite. Este al oír cerro los ojos.
-ordenes de, ordenes de – pero antes de que pudiera decir algo, un objeto atravesó mi pecho. Y con la misma rapidez salió de este.
Aun con el miserable en mis manos, voltee a ver quién era la persona que me había apuñalado.
SERGIO ST. BLAR, uno de los mejores amigos de papá. Y sin dudar por un momento lance al otro hombre contra una de las paredes de la casa.
El me veía como si estuviera viendo a un fantasma, volvió a clavar la daga o través, pero esta vez en mi corazón. Su cara de asombro se hiso más grande al ver lo que estaba pasando.
Con mis manos tome la daga y la retire de mi corazón, el hombre al ver lo que estaba haciendo reacciono.
-Tu, tu deberías estar muerto, deberías estar en el infierno- dijo con gran aterro en sus palabras, lo mire con una sonrisa torcida en mi cara.
-No, tu estas en el infierno- le dije y este sin titubear, trato de correr, pero de nada le sirvió. Gracias a las clases que he tomado como la esgrima, tiro al blanco. Con la misma daga que atravesó mi corazón yo atravesé su espalda.
- mira que tenemos aquí- retorcí el objeto en sus entrañas- parece que no eres tan rápido como yo- dije mirándolo a los ojos.
-Lo siento, yo no quería hacerte daño- trato de decir, pero no le deje continuar.
- mientes mi querido Sergio, ¿sabes que se les hace a las personas que nos mienten verdad? - pregunte a este.
-mi-Misericordia por favor señor Apolo- pidió el malnacido.
-Es una gran pena, pero para tu desgracia- dije incrustando mi mano derecha en su pecho- yo jamás doy segundas oportunidades- y al concluir arranque su corazón sin ninguna piedad.
Editado: 24.04.2018