Cuando ocurrió la tragedia de Cameron, yo estaba viendo la TV, y en las noticias sacaron a luz la escalofriante escena de la plaza sangrienta (Así lo llamaron). En ella se trasladaba a la luz, un acto mortal por desconocidas razones, no encontraron al asesino, no encontraron huellas, no encontraron motivo de aquel odio por unas simples personas que solo estaban viendo las estrellas.
En el noticiero se decía:
Es la primera vez en la historia que ocurre un imprevisto tan destacado. Se le informa a los cuidados estar al tanto del contexto en el que viven, el asesino anda suelto, y no necesita razones para matar. Por fortuna, una joven llamada Cameron Dias de 9 años de edad, está sana y salva en el hospital del pueblo de Candhaal. Según informan los oficiales que atendieron la escena, solo tenían como objetivo fijo a los demás miembros de su familia, no a ella. Desconocemos el paradero del grupo oscuro -decía el detective - pero les pedimos a los ciudadanos que no salgan de sus casas pasado el sol, que estén pendientes de sus hijos. Nosotros seguiremos trabajando para hallarlos y dejar a la ciudad tranquila.
Se me pusieron los pelos de punta al saber que Cameron tendría que vivir toda su vida atada a la infamia de pensar que toda su familia murió, y que ella lo vio todo.
Yo estudiaba con Cameron. Éramos muy amigas y por ello hable con mis padres para que en ese mismo instante la visitáramos y lleváramos algo de comida. Así fue, mi madre coloco en una bolsa varios panes azucarados y mini-tortas de chocolates - algo que a Cameron le encantaba, y le encantaría en medio de la situación que estaba sobrellevando - mi madre también preparo un gran almuerzo para hacerla un poco feliz.
Preparamos todo y enseguida mi padre encendió el auto y comenzamos al viaje que estaba a un par de kilómetros de nuestro hogar. Pensaba mirando a la ventana, que podría ayudar plenamente a mi amiga, que estando en aquel momento melancólico junto a ella la curaría del virus letal del deseo suicida. Tenia todo planeado, llegaría con una gran sonrisa, y una gran abrazo para hacerle entender que yo estaba allí para ella, que no tendría nada que temer, que mi familia y yo la acogeríamos y que como un gran equipo sanaríamos las heridas.
Pero, mi gran esperanza perdió sus alas y se fue en picada por el valle de los fantasmas arrapiezos.
Enseguida cruce la entrada de la habitación 76 donde estaba Cameron y... No era Cameron. Esa niña alegre, divertida y un tanto amargada que conocí, había desparecido.
Estaba acostada en la camilla casi sentada y tenia la vista fija en el vacío. Su piel de espectro anoréxico era pálida, cautos sus sentidos no parecía estar viviendo. Su pelo, teñido de blanco caía sobre los lados de su rostro como una cascada de nubes trogloditas. Como poseída por un demonio giraba sus ojos hacia la derecha con su cabeza a la izquierda y respiraba con brusquedad. Sus uñas eran de un color mas oscuro de lo normal, y no parecía estar consciente de su existencia, y la nuestra.
Yo no crío lo que veía, mi madre empezó a llorar y fue a abrazarla, mi padre hizo lo mismo. Un tanto asustada le entrelace su mano con la mía, llore:
- hoo… la Cameron, soy yo... steicy - tragaba saliva y he bullía el destrozo del corazón - somos amigas, ¿recuerdas?
Recuerdo que Cameron voltio su rostro de una manera que no podría explicar, me miro, me miro y no rompió el silencio, solo volvió a su estado intangibilidad absoluta. En sus ojos podía leer la discordia de un alma en pena que transforma la vida en olvido. La cualidad de un ser que no posee corazón sino una oscuridad anónima llena de rencor. Su éter era negro como el hades del que hablan las antiguas leyendas de los dioses, con una tranquilidad inquietante y un baluarte hipocondriaco. Un solo vistazo de a su persona y perdías el báculo que tenias para ella.
Sola y fría como la propia noche, con pequeñas endemias en los rincones de su oscuridad. corrosiva como el ácido de fluoroantimónico. Con la delicada estructura de un cristal nostálgico y le alevosía de una visión heterogénea de la peor película de terror que existió en esta vida.
Sali de la habitación para poder llorar a mi gran amiga que se encerró en una herida eterna de la que nunca saldría, llore como nadie lo había hecho, golpee el piso con tanta fuerza que me disloque la mano, lo cual me hizo llorar más. Mi madre corrió a ayudarme y llamo a una doctora para que me vendara la mano. Enseguida pensé que Cameron no volvería a sentir ese calor familiar que está ahí cuando más lo aprecias, ese calor que yo siento cuando mis padres están siempre conmino y me cuidan. Tenia 11 años para ese entonces, y aun así reconocí en pocas escalas el dolor que hace presenta la muerte cuando se lleva al olvido el fuego anatómico de una persona con vida.
Mientras la doctora me vendaba la mano, escuche a mis padres hablar con el medico que atendió a Cameron.
¿Qué fue lo que le paso? ¿Qué le hicieron? – gritaba mi madre mientras sollozaba- ¿Por qué no dice nada, que le ocurre?