Al entrar a su casa sintió un vacío, dejo a un lado su bolso, se sacó los zapatos y camino lentamente hasta el mueble de la sala, se sentó y se quedó mirando un punto fijo. De repente unas pequeñas gotas de agua salada rodaban por sus mejillas, cerro sus ojos, dejo que algunas lágrimas salieran, pero no fueron muchas, y ese nudo en la garganta seguía atorado ahí.
Se había recostado en el mueble, tenía un poco los ojos rojos y también le pesaban un poco. Miro la hora, eran cerca de las cuatro de la tarde. No había probado bocado alguno, tampoco es que tuviera apetito, fue a la cocina, lleno un vaso con agua y se lo llevo a su cuarto, se sacó su uniforme y se colocó un pijama, se acostó en su cama, y cerro sus ojos.
Habían pasado media hora, y el fastidioso sonido del timbre la despertó, se levantó de mala gana y fue abrir la puerta.
- ¡Evan! –se sorprendió al verlo - ¿Qué haces aquí? – pregunto dudosa. Él la miro de arriba abajo, inspeccionándola.
- ¿estás bien? –no respondió, noto sus ojos rojos, y desdén de tristeza en ellos –¿puedo pasar? –ella asintió.
Se sentaron en la sala, ninguno dijo palabra alguna, Elisabeth estaba con su mirada fija en el suelo, y Evan la miraba de reojo.
- ¿paso algo? –hablo ella, sin despegar su mirada del suelo.
-me preocupo el que no contestaras las llamadas, ni los mensajes –ella tomo el teléfono que estaba en la mesa, estaba en modo vibrador. Al menos tenía diez llamadas perdidas de Evan y dos de su madre.
-lo siento –dijo en susurro. Evan se acercó y la abrazo, sintió unos sollozos y su hombro humedecerse un poco.
-se acabó –dijo entre sollozos –termine con Tomás –Evan se sorprendió, no se lo esperaba, y tampoco supo que decir, solo acaricio la espalda de Elisabeth en forma de consuelo.
Horas más tarde Elisabeth se encontraba durmiendo en las piernas Evan, mientras el acariciaba su cabello.
Suspiro.
La postal que yacía en la mesa llamo su atención –UNIVERSIDAD DE PRAGA –es lo que alcanzo a leer. Le entro una curiosidad de saber cuál era el resultado, pero decidió que no era él, quien debía abrirlo. Miro su alrededor, la casa estaba sola y todas sus luces estaban apagadas, excepto la pequeña lámpara que iluminaba la sala. Dejo lentamente a Elisabeth en el mueble y fue a la cocina, eran la seis y media, se le hizo raro que nadie estuviese en casa. Abrió el refrigerador y tomo algunas cosas.
El delicioso aroma a pan tostado la despertó, sintió un leve dolor de cabeza. Miro la única luz encendida, le entro un poco de pánico. Así que tomo el paraguas que estaba en la entrada y camino con pasos sigilosos hasta la cocina. Miro su sombra, se acercó un poco al marco de la puerta, y miro a Evan preparando unos sándwiches.
Soltó el aire que había contenido y soltó el paraguas. Había olvidado que él se encontraba ahí.
- ¿tienes hambre? –pregunto sin siquiera voltear a verla.
Se sorprendió, pensó que tal vez no la había visto –si –respondió tímida.
se acercó a la pequeña mesa que había en la cocina y se sentó, Evan coloco dos sándwiches y dos vasos con malteada y se sentó enfrente de ella.
-gracias.
- ¿a qué hora llegan tus padres?
-no llegaran, se fueron a visitar a la abuela, fuera de la ciudad.
- ¿Qué hay de Mia?
-se ha ido con ellos –ella movió sus manos, inquieta.
- ¿pasa algo? –pregunto preocupado.
-es mucho pedir, si digo que te quedes a dormir aquí, no quiera quedarme sola –él sonrió.
-claro que no, solo déjame llamar a casa –Elisabeth asintió.
Ella le regalo una sincera sonrisa en agradecimiento y empezaron a comer; cuando terminaron de comer, Evan llamo a su casa, mientras Elisabeth subió a su cuarto y saco algunas cosas necesarias de su escuela. Al terminar la llamada, Evan decidió ir al segundo piso, pero cuando estaba a punto de subir el primer escalón, llamaron a la puerta. Miro el reloj que colgaba en la pared de casa, iban a ser las ocho de la noche, frunció el ceño y abrió la puerta.
- ¿Evan? –este se sorprendió.
- ¡Lían! –grito emocionada Elisabeth, quien había bajado al escuchar el timbre. Evan sonrió.
-vaya sorpresa, no esperaba que estuvieras aquí.
-pienso lo mismo –hablo sarcástico.
-vamos hermano –lo abrazo, Evan correspondió –Charlotte, ¿te ha llamado? –negó dudoso.
-vine de visita, y Elisabeth pidió que me quedara –asintió.
-entonces… estoy pintada.
- ¡claro que no! –Lían agarro sus mejillas apretándolas –eres hermosa.
-basta –se soltó y se masajeo sus mejillas –duele –él sonrió.
Entraron hasta la cocina, Lían dejo una bolsa de comestibles que había comprado en el camino, en el comedor.
- ¿tienes hambre? –le pregunto Elisabeth.
-no, he comido en el camino.
-por eso llegaste tarde –él asintió.