Elisabeth esta boca arriba en la cama de sus padres con la mirada en el techo. En su mente rondaba el recuerdo de lo que sucedió en la rueda de la fortuna. Cerro sus ojos y suspiro.
Cuando vio a Evan acercase no lo entendió, pero cuando estuvo lo demasiado cerca que hasta sus labios se rosaron, una corriente recorrió su cuerpo, una corriente inexplicable, haciendo que su corazón palpitara. Aunque no estuviera preparada para este momento, pensaba que iba a suceder. Pero todo cambio cuando Evan se arrepintió y se fue alejando lentamente, sintió un revoltijo de mal gusto en el estómago. Tenía que ser el momento más inoportuno para que la rueda se moviera y sus labios chocaran por accidente, sorprendiéndola. Se sentía estúpida, ese sentimiento era una ilusión.
Se tapó la cara con una almohada, le dieron unas inmensas ganas de llorar, pero lo único que hizo fue tirar la almohada a un punto desconocido. Se sentía realmente enojada.
Tomo una ducha rápida, se puso una pijama y, se acostó. No se durmió hasta después de una media hora, después de haber dado miles de vueltas en la cama.
La intensa luz que entraba por la ventana se había hecho presente. Se levantó asustada, era tarde. Se metió a la ducha, para luego vestirse rápidamente y bajar a la cocina. Iba a tomar un vaso de agua y comer una manzana.
-Lían –se sorprendió al entrar a la cocina y verlo frente al lavadero.
-Hola –se giró con una sonrisa. Tenía puesto unos guantes y un delantal.
- ¿Por qué te has levantado tan temprano?
- ¿tienes hambre? Vas tarde –Elisabeth frunció el ceño.
- ¿Por qué evades mi pregunta?
-siéntate te serviré tu desayuno –su voz era serena.
Elisabeth suspiro, y se sentó en el comedor.
Al momento llego Lían con dos platos de fruta, unos panqueques, y dos tazas de café. Lían se sentó sin decir una palabra, con la mirada intensa de Elisabeth. No parecía enojado, pero si preocupado. Elisabeth comió rápidamente y se levantó. Miro el plato de Lían, parecía que solo había comido dos bocados.
- ¿pasa algo? –no recibió respuesta alguna. Suspiro, cansada –gracias, nos vemos en la tarde.
Elisabeth tomo su mochila y camino a la salida, pero Lían la cogió de la mano antes de que saliera. La sostuvo un rato, para luego halarla hasta él y abrazarla.
-soñé con mis padres –lo dijo en susurro. Elisabeth se asustó. Se separó y lo miro a los ojos. Lían sonrió –tranquila, fue un buen sueño.
El tomo de la cara Elisabeth y le deposito un beso en la frente.
-te quiero hermanita –sonrió.
-y yo a ti –lo abrazo por última vez y fue a la salida –nos vemos en la tarde –salió y cerró la puerta tras suyo.
Al salir de la casa, Elisabeth miro una persona en una motocicleta mirando su casa, parecía que llevaba tiempo ahí. Le dio curiosidad, y a la vez pánico. Tomo valor y camino hasta la acera, cuando estuvo cerca, el motociclista se quitó el casco. Era Evan.
- ¿Qué haces aquí? –se sorprendió - ¿y con eso? –dijo apuntando la motocicleta.
-Hola, esto bien, gracias –hablo sarcástico. Elisabeth puso los ojos en blanco –un regalo de mi padre.
-genial –dijo mirando asombrada a la motocicleta.
-sube, te llevare a la escuela –dijo con una sonrisa.
Esa sonrisa. Con aquella sonrisa hizo que el recuerdo de la noche anterior regresara a su mente. Un leve sonrojo se hizo presente en sus mejillas. Retrocedió un paso atrás.
-no es necesario, iré caminando –se dio la vuelta. Pero Evan fue más rápido y le agarro la mano. Ese toque hizo que el corazón de Elisabeth empezará a latir rápidamente.
- ¡oh! Vamos Elisa, vas tarde –ella lo dudo.
-acaso has venido por mi –Evan se sorprendió. Se mordió el labio inferior y desvió su mirada.
-está bien –tomo el casco adicional que traía Evan y se subió agarrándose de la cintura de él.
Evan prendió la motocicleta y con una sonrisa en su rostro arranco.
En cuanto llegaron a la escuela, Elisabeth se bajó y se quitó cuidadosamente el casco.
-gracias por traerme –dijo entregándole el casco.
-Elisa, con respecto a lo de anoche –lo interrumpió.
-voy tarde, adiós –Elisabeth se dio la vuelta y salió corriendo adentro de la escuela, aunque luego se arrepintió, tenía curiosidad de lo que pensaba Evan, pero le dio miedo de que fuera nada bueno.
Evan por su parte se quedó confundido. Sentía que a Elisabeth le incomodaba aquello, pero no estaba del todo seguro. Lo único que tenía claro era que ella quería evadir el tema.
Paso una semana de la última vez que Evan miro a Elisabeth. A pesar de estar muy ocupado con trabajos y exámenes finales de la universidad, no podía concentrase. La actitud de Elisabeth lo tenía confundido, pero, sobre todo, el necesitaba aclararle las cosas, necesitaba hablar urgente con ella. Salió de la cafetería a su ultima clase, su teléfono sonó.
-Lían, vaya sorpresa.
-nos cruzamos esta mañana, pero ibas tan concentrado que no quise molestarte –en la mañana había llegado echo un lio. Se había quedado dormido, y para completar tenía un examen.
-ah… lo siento.
-no importa –dijo sin darle tanta vuelta al tema –te llame para preguntar sobre Elisabeth.
- ¿le paso algo? –hablo preocupado.
-no… bueno si… agh, no lo sé –Lían parecía confundido.
-explícate.
-bueno, le día que estuvimos en la feria, después de eso, Elisabeth parecía enojada. Y últimamente está muy distraída, en otro mundo –hizo una pausa, como si estuviera cuestionándose en decir lo siguiente –mmm… ¿Qué paso esa noche?
- ¿Qué quieres decir? –Evan hablo burlón.
-no me evadas, sabes muy bien de lo que te estoy hablando, algo le paso Elisabeth. Necesito saber –lo último lo dijo con un tono de autoridad.
Aunque no lo quisiera admitir, eso hizo que Evan se disgustara.
-no lo sé –hablo serio.