Fiorella
— ¿estás mejor? — levantó la mirada de mis apuntes y asiento.
— si
— deseo pedirte un favor, el hijo de César nace en dos días, debido al accidente no han podido comprar la ropa del bebé, ni acondicionar una habitación ¿me puedes ayudar en eso?
Yo apreciaba mucho a César, era un Amoretti que había agarrado las enseñanzas de no mezclarse con una clase inferior a la de ellos y se lo había pasado por el...
— claro que lo haré, ¿es un varón? — en mi mente ya estaba la tienda a la que llamaría.
— si — León me observa detenidamente.
— dame la dirección donde viven
— mi casa — suelto el lapicero y lo observó asombrada.
— ¿tú lugar sagrado? — él asiente.
— mi hermano está afectado por la muerte de la chica que venia con ellos, no le podía sugerir que se fuera a un hotel. Me necesitaba.
— entiendo — sonreí para mis adentros por que León estaba sacrificando su nido donde llevaba a todas las mujeres con las que se acostaba...me sentía aliviada al saber que no estaría con otra.
— se que estamos contra el tiempo por que el bebé ya va a nacer.
— sólo compraré los muebles y lo necesario. Iré a la tienda y me das tu llave por que necesito que midan la habitación para saber que todo va a alcanzar — me pongo de pie y podía jurar que los ojos de León recorrieron mi cuerpo pero debió ser mi imaginación él nunca me había visto como una mujer sólo como su asistente o su secretaria.
Tomó mi bolso y salgo de mi escritorio.
— ¿andas auto?
Niego y suspiró.
— Romeo sigue enfermo — León frunce el ceño y me mira sin entender — así se llama mi auto, sigue en el taller, cada día le encuentran algo más por reparar.
— hmmm, quizás lo que desean es sacarte más dinero. Deberías darme la dirección del taller, lo menos que puedo hacer por ti después de este favor es salvar a Romeo de una muerte segura.
Sonrió al notar que mi jefe esta relajado algo poco común en él.
— claro que si — garabateo la dirección y se la extiendo — me marchó, necesito la llave de tu casa.
Lo veo sacar sus llaves y del manojo desprender una y entregarmela.
— vamos, no andas auto y lo que harás no está dentro de tus funciones — quería dar un saltito de alegría, otro día más acompañada de León en su auto.
Bajamos el ascensor y muchos ojos nos observaron para luego seguir en lo que estaban.
— a propósito León, debes ir a supervisar la remodelacion del hotel en la costa.
— después que me cerciore que el bebé de César y mi padre están bien.
— ¿tú padre sigue delicado? — subí al auto y esperé que el rodeará el auto y subiera.
— está mejor con el nacimiento del bebé.
— son buenas noticias — recordaba al padre de León, alguien orgulloso y que siempre dejó muy claro que sus hijos debían casarse con una igual a ellos.
Las pocas veces que me relacione con él, había sido cortez pero sabía que era parte de su educación nada más.
El auto salió del estacionamiento y nos internamos al tráfico, mis ojos observaban esas piernas musculosas que se hacían notar por la tela de su pantalón, su mano fuerte sujetaba el volante, deseaba volver sentir esas manos recorrer mi cuerpo. Cerré los ojos por que ya me estaba saliendo de control, según mi calendario andaba en mis días fértiles,mi libido estaba desbordada.
Me puse a recordar los mensajes del parraco acerca de la lujuria, pero ni recordar que era pecado calmaba el deseo que estaba despertando nuevamente por León. Deseaba una noche como la que vivimos.
— ¿crees que encontremos todo lo necesario en la tienda?
— eh... claro que si — respiró profundo y me siento como una pecadora.
Cuando llegamos a la tienda, casi me tiro al suelo y la besó, era una tortura total viajar junto a ese hombre que me traía como cabra loca por él.
Al entrar a la tienda me dirijo al área de las cunas, no tenía hijos, ni sobrinos pero suponía que León era como todos los hombres que creían que por el hecho de ser mujer ya traía un manual integrado acerca de los bebés.
Me acerqué para pedir ayuda.
— ¿ Fiorella? — cierro los ojos al escuchar esa voz. Me giró con calma y lo miró a los ojos.
— si — sonrió pero no demostraría que lo conocía.
— Vicenzo — asiento.
— ¿cómo estás? — miró mis uñas.
— bien, a ti ni te preguntó, estás preciosa. El patito feo se volvió un bello cisne.
Pusé los ojos en blanco,recordaba que pase mis años del colegio esperando que él se fijará en mi pero nunca pasó.
Para Vicenzo yo no existía, me ignoraba y muchas veces fue cruel.
— ¿qué haces acá? — lo miró directamente a los ojos.
— mi sobrino va a nacer en poco tiempo, ando buscando que regalarle.
— bueno no te atraso Vicenzo — doy un paso pero él me detiene.
— ¿me regalas tu número? — lo veo a los ojos y pienso que llegó muy tarde su petición.
Voy a responderle pero me quedo sin habla cuando León se aparece.
— cielo vi una preciosa cuna para el bebé, vamos a verla — ¿cielo? Se habrá dado un golpe, antes de abrir la boca para preguntarle qué le sucedía. Siento su brazo atraerme por la cintura y pegarme a su costado — vamos cielo.
Si antes era torpe ahora era el doble, estaba en una dimensión desconocida donde León me tenia abrazada.
— ¿Fiorella? ¿eres casada?
Iba a negar pero León interrumpe.
— vamos cielo — su mirada en ningún momento hace contacto con la mía.
— ¿Fiorella? — me molesta el tono de reproche que usa Vicenzo.
— fue un gusto verte Vicenzo — él me mira con hostilidad y niega.
Se da la vuelta y resopló mesa.
— al fin se marchó — murmuró.
— me di cuenta que no es una persona agradable para ti, así que decidí ayudarte.
— gracias León — su brazo no se apartaba de mi costado, se sentía muy bien con su calor.
— nos está mirando,- decidí sacar provecho de la situación que pase una brazo por su espalda y lo abracé también, esto no se presentaba todos los días.