La pastelera de las sonrisas robadas

Capítulo 2

Leyla Norton

Corro a toda velocidad tratando de esquivar a las personas que van caminando por la acera a mi alrededor, mi respiración está agitada y mi mochila da brincos haciendo que el peso de los libros y los patines choque contra mi columna. De seguro ya tendré un moratón.

—¡Mira por donde vas!—gritan a mis espaldas quejándose por el choque brusco de hombros que provocó mi corredera.

—¡Lo siento!—respondo sin girarme y aumento la velocidad al ver que tengo la acera casi libre de transeúntes.

Mi teléfono suena dentro de la mochila pero no tengo tiempo para revisar, llevo 23 minutos tarde y si llego a la media hora tendré que hacer horas extras y hoy no tengo tiempo. Cruzo la calle no sin antes asegurarme de que puedo pasar sin terminar en el hospital, doblo una esquina y gracias a los gloriosos reflejos que la vida me cedió pude evitar derrumbar a un niño que venía de la mano de su mamá.

—Perdón.—murmuro pasándoles a un lado para seguir corriendo.

Suspiro agradecida al ver el cartel de la pastelería a solo unos metros, apresuro el paso y voy a la parte trasera de esta, abro la puerta de servicio y entro sigilosamente yendo a los vestidores

No tengo tiempo para cambiarme así que me pongo la camisa rosada del uniforme por arriba de mi blusa y recojo mi cabello en una coleta baja para poder ponerme la gorra, el nombre de la pastelería en letras rosadas y bonitas que contrastan con el color negro que cubre toda la gorra. Saco los patines de la mochila y me siento en el piso olvidando que hay un banco a mi lado y los introduzco en mis pies con algo de trabajo, los acordono viendo el diseño de las florecillas amarillas de las esquinas que contrastan con el color blanco que cubre todo el patín. Me levanto con un poco de dificultad, todavía no se mucho de andar en patines y guardo mi mochila en la taquilla. Me echo un último vistazo al espejo y acomodo un poco mi flequillo y algunos cabellos que sobresalen de la gorra

—Así te quería coger

—¡Diablos!—suelto un grito saltando en el lugar, me agarro de las taquilleras y pongo la otra mano en mi pecho

Escucho las carcajadas de alguien a mis espaldas y no me hace falta girarme para saber quien es. Nora. Volteo los ojos girándome hacia a ella, está parada en la puerta que separa la cafetería del servicio, lleva su cabello rubio en dos trenzas muy despeinadas gracias al quita y pon de la gorra toda la mañana, la camisa rosada del uniforme metida por dentro de los pantalones y sus manos en jarra cuestionando mi presencia. Los patines verdes fluorescentes es lo que más se destaca en ella

—Serás idiota, me acabas de dar un susto de muerte, pensé que eras el jefe—le reclamo deslizándome en los patines hacia ella

—Tenías que haberte visto, parecías una ratita entrando así de callada—se burla, todavía riendo alzando de más la voz 

—¡Shh!—tapo su boca evitando que sus risas se escuchen—. Calla la boca, Nora—la regaño y ella asiente con la burla todavía plasmada en su cara, ignoro eso y prosigo a preguntar:

—¿Alguien a notado mi falta?

—Pues no llegaste a la media hora y Javier y yo te cubrimos, el jefe no ha llegado todavía—informa

—Eso es bueno—admito en un suspiro y paso la lengua por mis labios un poco impaciente

—Si vinieras patinando sería más rápido, ¿sabes?—dice estirando los labios

—Por dios, Nora, ya hablamos de esto. Sabes que aprendí al llegar aquí y, ¿cuánto llevo aquí?: una semana. Agradece que sepa ir de mesa en mesa sin caerme—rebato frustrada

Ella asiente haciendo un ruido con la boca en acuerdo conmigo, rindiendose a seguir con la conversación

—Bien, voy a ponerme a limpiar mesas y tomar pedidos para no llamar tanto la atención—sugiero, a lo que ella entrecierra los ojos pensando

—No, mejor no. Javier está tomando pedidos y yo haciendo las órdenes, tu ponte en la caja y no levantes mucho la cabeza. Ya después cambiarás con alguien—demanda abriendo la puerta mientras asiento con la cabeza a todo lo que ha dicho—. Por cierto, Clara está aquí—dice; y trago grueso sabiendo el problema que conlleva eso

Las dos salimos e instantáneamente bajo la cabeza junto a mi gorra, mi amiga me da un leve codazo y es todo lo que necesito para ir a la caja, unos minutos más tardes aparece Javier con un pedido de unos mostachos azucarados para Nora y sonríe en mi dirección regalándome un guiño

—Hola Ley, llegaste un poco tarde—saluda bajando un poco más la voz por lo último

—Emm...la alarma se atrasó—respondo sin mirarle, rascando mi mejilla con suavidad

«Que buena mentirosa eres, Leyla»

Carraspeo y juego con mis uñas sacándoles la mugre que tienen algunas. Que asco de uñas, por dios. Cobro el pedido de una pareja de ancianos recibiendo una mirada de dulzura de parte de los dos, sonrío en agradecimiento y los veo irse tomados de la mano. Un amor así de lindo si que vale la pena conservarlo tanto tiempo

—Aw, la tierna Leyla dándole pena a unos pobres ancianos—escucho que dicen a mi lado y volteo a ver a Clara recostada en la barra, tiene una expresión de falsa ternura y su mano sostiene su cara

Ignoro su comentario y guardo el dinero en la caja registradora. Ella tan insoportable como siempre

—¿Ahora te comió la lengua el gato?, lástima—vuelve a hablar y doy una profunda respiración para no taparle la boca con la cinta adhesiva que tenemos para sellar los paquetes para llevar. Insolente

—¿No ves que estoy ocupada, Clara?—le doy una sonrisa excesivamente falsa y termino con una mueca rodando los ojos remarcando lo mucho que me desagrada su presencia

Fue a responder pero la voz de Nora la interrumpió haciendo que se callara de una vez

—Las mesas no se limpian solas, chulita, ¡vamos, a mover ese buri!—exclama Nora dando palmadas mientras mastica su chicle, es la jefa del personal y por ende puede hacer lo que le plazca con los puestos de cada trabajador

Clara rueda los ojos y se va a realizar de mala gana lo que Nora le ha encomendado, mi amiga deja de mirarla y se voltea hacia mi, alza su ceja derecha y yo solo muerdo la esquina de mi labio inferior




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