La mañana antes que los representantes de la familia Deschain llegaran a La Perla, Santos recibió una visita inesperada en su hacienda. Había estado toda la noche preocupada sin poder dormir y al día siguiente se despertó muy temprano. El señor Jonas se preocupó pues esperó encontrar a su hija feliz y radiante por haber logrado ganar el puesto de Reina de la feria, pero cuando ella le contó que había escuchado que algo malo le había pasado a Jennifer, el hombre decidió también averiguar para tranquilizar a su hija. Justo una mujer que trabajaba en la hacienda regresaba del pueblo y les dijo que había cierto alboroto cerca del hospital y de la comisaria. No supieron nada hasta que Damon se anunció.
—Buen día, Damon —le dijo el padre—. Mi hija está muy preocupada por Jennifer, queremos saber si ella se encuentra bien.
—Justo de eso vengo a hablarles, por favor tomen asiento, es un tema muy delicado.
—Por favor, Damon, dime que no le hizo nada.— Santos se esforzaba por contener las lágrimas, durante todas esas horas se había aferrado a la idea de que solo la había herido, pero nada más. Temía escuchar la verdad y que esa verdad la torture.
Damon empezó a explicar brevemente y sin entrar en detalles lo que sucedió con Jennifer. Que fue sacada en algún momento de la fiesta por Steve Reynolds, que este la violó y luego por poco la mata si es que los oficiales y su prometido no intervenían. Ahora Jennifer estaba a salvo y descansando en la hacienda de Morgan, Steve herido en el hospital y todo muy bien vigilado para cuidar que no haya represalias y que los Reynolds no quieran hacer de las suyas. Durante el relato, Santos había sacado su pañuelo e hizo lo posible para controlar el llanto, pero fue imposible. Su padre la abrazó y Damon le dio palabras de consuelo.
—Lo que debe pensar, señorita Jonas, es que se hará justicia. Esta vez Steve no va a escapar impune.
—Claro que no —dijo el señor Jonas—. No lo dejaremos, no esta vez.
—Y justo hay algo que Santos puede hacer para ayudar.
—¿Yo? ¿Pero qué cosa podría hacer yo al respecto? —le dijo mientras se secaba las lágrimas.
—Declarar. Según testigos la última vez que vieron a Jennifer de la fiesta ella estaba con usted, Morgan dice que Jennifer le indicó que irían juntas a refrescarse un poco. Santos, ¿qué pasó? ¿En qué momento se separaron?— Cuando escuchó esas preguntas sintió que de pronto se ponía pálida. Claro que ella sabía la verdad y como es que se separaron, pero por nada del mundo podía decirlas.
—Yo...— Estaba nerviosa, no sabía ni que decir, Damon esperaba respuesta y claro que necesitaban aclarar todo el caso para poder presentar una acusación consistente contra Steve, pero no podía hablar.
—Por favor, Damon, mi hija está ahora muy afectada por la noticia, no es tiempo para interrogatorios. Dejemos que descanse un poco y tenga un tiempo para digerir esta tragedia, pero estoy seguro que está de acuerdo en ayudarlos.
—Claro, lo que sea por Jennifer.
—Está bien. Ahora los dejo, tengo muchas cosas de que ocuparme pero quería darles personalmente la noticia y saber si podía contar con su apoyo.
—Así será, Damon, descuida.
Se despidieron rápido. Santos volvió a su cuarto, dio varias vueltas nerviosa, lloró pensando en la terrible tragedia que le había tocado vivir a su amiga y finalmente se decidió por salir a montar un momento. No podía quedarse en esas cuatro paredes pensando en eso y lamentándose del destino de Jennifer, además de saber que esperarían de ella una declaración que por el bien de todos no podía dar. El viento en su rostro y el galope lograron calmarla de alguna manera. Aún sentía deseos de llorar, pero tenía que ponerse a pensar en otros asuntos también. Estaba ya por volver a la casona principal cuando se encontró con otro jinete. Era Cuthbert.
—Bert —le dijo ella mientras se bajaba del caballo y él hacía lo mismo—, viniste.
—Prometí traerte noticias, y lamento decirte que...
—No, no. No lo digas. Ya lo sé todo, el abogado de Jennifer vino a contarnos.
—Lo siento, Santos, quería habértelo dicho con calma pero... lo siento.
—No lo sientas por mí. Ella es la víctima. Yo no soy más que una culpable en esta historia.
—¿De dónde sacas eso? ¿Tú culpable?— Santos asintió. Y sin poderse aguantar más lloró llevándose las manos al rostro. Cuthbert se acercó despacio a ella. Era eso lo que había estado oprimiendo el pecho de la joven desde que se enteró de lo sucedido. La abrazó y ella sin pensarlo lo abrazó también, necesitaba consuelo, alguien que como ella supiera la verdad y la ayude a desahogarse.
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Editado: 08.01.2020