Jennifer ya no sabía qué cara poner con el señor Jonas y cada día se sentía más culpable por mentirle. Había pasado una semana desde que se Santos fugó con Cuthbert y no tenían noticias de ellos. Según Orlando todo estaba bien, no tenía que preocuparse por nada, además una semana era muy poco tiempo para que bajen las aguas, quizá en un mes estarían de vuelta. Cumpliendo con su deber e imagen de amiga preocupada, iba todos los días a visitar la hacienda "Hoja Redonda" para saber si habían noticias de Santos. Estaba segura que el único que no le creía que ella jamás supo nada de la fuga era el comisario Pangbord, su cara lo decía todo.
En cambio el señor Jonas se alegraba de verla, decía que ella era la única amiga fiel de su hija y la única que valía la pena. El pobre hombre estaba tan triste con la ausencia de su hija que Jennifer moría de pena. Si bien al principio estuvo muy molesto y amenazando a todo el mundo, luego solo quedó espacio para la tristeza. Ella apoyó en muchas cosas, sin una mujer en casa no había quien ordene la preparación de la comida, así que iba todos los días a dar instrucciones. También se pasaba por las caballerizas a supervisar el estado de los animales, por lo que aparte recibía una paga del señor Jonas que la ayudaba con los gastos de la casa. Conversaba mucho con él, hasta parecía arrepentido por haber forzado a su hija a irse y por no darse cuenta a tiempo de sus verdaderos deseos.
Esperaba que Santos volviera pronto, con todo lo que había conversado con su padre estaba segura que este la iba a aceptar a ella y a su nuevo esposo. No quería perder a su hija, y así tuviera que tragarse su orgullo la perdonaría por aquello. Por otro lado, también había tenido noticias de Damon. Para no volver a repetir los nervios por aparición pública fue a la casa Moore por la noche como para la cena. Ahí escuchó paciente los lamentos de la madre de Damon, diciendo que cómo era posible que hayan dejado así a su hijo en el altar, que no había perdón y no debió consentir jamás ese matrimonio pues en realidad Santos nunca la agradó del todo y fue su esposo quien la convenció aludiendo a las tierras que heredaría Damon.
Por su lado el padre estaba silencioso, no hablaba mucho sobre el tema y parecía querer olvidar de una vez la humillación por la que la familia había pasado. Consiguió hablar un momento a solas con Damon, quien solo salía de la casa al trabajo y luego donde Elena, pero no quería tener más contacto con la gente para evitar problemas.
—Pero todo está bien —le dijo tranquilo y sonriente—, estamos esperando que baje la marea, la veo todos los días y Elena está tranquila.
—Quisiera poder ir a verla, debe sentirse muy sola todo el día en esa cabaña.
—No es buena idea, Jen. Sé que ella también quisiera un poco más de libertad, pero...
—Está bien —interrumpió—, entonces dile que cuando desee puede ir a mi hacienda, allá será bienvenida.
—Se lo diré. Pero hay otra cosa que quería decirte. Elena y yo hemos estado hablando, sobre el matrimonio y otras cosas. Hemos quedado que nos casaremos y luego iremos a vivir a Texas.
—¿Qué? —soltó casi como un grito, él le hizo una seña para que baje la voz—. Lo siento. Pero Damon, ¿irse? ¿Por qué? No, eso no es justo.
—La gente hablará, Jen. Ya hablan de mí, luego de Elena. Y aunque sé que ella ama este pueblo tanto como yo, no quiero que la pase mal. Nos iremos a una ciudad grande donde nadie sepa de su historia, ahí podremos vivir tranquilos.
—¿Y tu estudio de abogados? Damon, tú no puedes...— No quiso continuar la frase. "No puedes dejarme así", iba a decirle. Él era su abogado, el único que la defendía y además el juicio estaba cerca. Se sintió egoísta, era la felicidad de su amigo y de Elena la que estaba en juego, ella no tenía derecho a oponerse.
—He encontrado un socio allá. Con la herencia podré invertir, será algo más grande y mejor. En cuanto al juicio de tu padre no te preocupes, estaré al tanto como siempre y volveré para cuando sea el momento. No voy a descuidar tu caso por nada del mundo.— Jen asintió. Todo lo que Damon decía era cierto, lo mejor para ellos era irse del pueblo, serían felices juntos lejos de la gente que tanto daño le hizo a Elena. Pensar que perdería a su mejor amigo y también a Elena la hizo sentir triste, pero era algo que tenía que aceptar y apoyar. Era por su bien.
—Si, tienes razón. Es lo que tienes que hacer. Pero, ¿volverán?
—¿Qué perleño no regresa siempre? Sabes que es imposible irse para del todo, nadie lo ha conseguido. Todos vuelven.— Jennifer sonrió, eso era muy cierto. Quizá de momento lo mejor era que se vayan, pero más adelante podrían regresar a instalarse de nuevo en La Perla.
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Editado: 08.01.2020