Nunca fueron de andar contando con lujo de detalles aquello que consideraban íntimo. Suficiente con ser sinceros, o dejar que los otros se dieran cuenta de lo que sucedía. Después de todo Bert y Santos confiaron en ellos, gracias a su ayuda y apoyo su matrimonio era real y no solo un idilio a escondidas como era su caso. Al menos ellos dos merecían saber lo que estaba pasando, ya sea para contar con su apoyo, o simplemente porque con ellos no podían tener confidencias. No dieron una narración detallada de como había sucedido, o como días antes habían empezado a explorar sus cuerpos para acostumbrarse uno al otro. Les confortó la idea que sus amigos se sintieran felices al enterarse de que al fin habían dado ese paso, que se amaban más que nunca.
La mañana después de lo que pasó no perdieron más el tiempo y regresaron a La Perla. Se despidieron de la amable familia Sterne, pero tenían que seguir con su rumbo. A pesar de haber vivido por más de una semana aquel maravilloso sueño de ser el señor y la señora Blanchard, apenas el puente estuvo reparado se marcharon sin dudarlo. La familia Sterne los hizo prometer que vuelvan pronto y que esperarían su invitación para verlos en La Perla.
Durante el camino ellos dos se prometieron que invitarían a esas personas a su casa, apenas estén casados por supuesto. A medio camino encontraron a unos hombres que iban de parte de Cuthbert y que al verlo le informaron que todos en La Perla estaban preocupados por su paradero, al menos así era en La Esmeralda. Ver a esos tipos con pintas tan extrañas que parecían estar fuera de la ley le hizo recordar a Jennifer sobre la petición de Santos y sus sospechas sobre Bert. Se lo dijo a Orlando, le pidió que convenciera a su amigo de contarle la verdad a Santos. Este prometió hacerlo, aunque Jen nunca supo si lo hizo en verdad.
Volver a su vida normal en La Perla fue un poco difícil al principio. A pesar que la persona a cargo de su hacienda hizo las cosas bien y tal como ella indicó, Jennifer prefería supervisar todo personalmente, volver a revisar las cuentas y ponerse manos a la obra. La primera semana se la pasó entregada a su hacienda, y claro, aprendiendo a soportar nuevamente a tía Cordelia. Habían estado lejos una de otra un buen tiempo y volver a convivir fue más complicado. Antes mostraron discreción y respondían siempre lo más neutral y educadas posible. Pero ya tenían claro que no valía la pena aquello, ambas sabían que se detestaban y no hacían esfuerzo en ocultarlo.
A Jennifer no le gustaba discutir con ella, pero Cordelia no hacía otra cosa que provocarla con sus comentarios fuera de lugar. Por eso Jennifer prefería estar fuera de casa todo el día, ya sea trabajando, montando caballo, en las caballerizas del señor Jonas o practicando con la pistola. En fin, hasta hacer el trabajo más engorroso era un placer comparado a tener que aguantar a esa mujer.
Y Orlando que pensó iba a llegar a incomodar al matrimonio Allgood acabó por acostumbrarse pronto y llevarse muy bien con Santos. En su ausencia habían hecho unas divisiones de la casa y habitaciones que aún faltaba perfeccionar, pero era lo suficiente para que cada uno tenga privacidad y no se incomoden. Santos parecía otra Jennifer de a ratos, llamándoles la atención por el tema administrativo y diciéndoles lo despreocupados que fueron. Y claro, al llegar a la hacienda puso en práctica todas las lecciones que Robert le dio en Mejis.
Le enseñó a Cuthbert también, pasaron varios días revisando la contabilidad, las cosechas y demás asuntos. Todo para descubrir por supuesto que el desgraciado administrador que habían contratado estaba desviando algunos fondos. Le hicieron devolver cada centavo, previa paliza claro. Que vamos, con su dinero no se juega. Por presión de Santos tuvieron que hacer las cosas "bien" y lo entregaron al comisario Pangbord para seguir "el proceso". Que cosa más engorrosa, con lo fácil que hubiera sido un ajuste de cuenta y dejarlo tirado en algún foso. Estaban molestos claro, pero lograron calmarse y comportarse lo mejor que pudieron, después de todo si estaban en La Perla era porque decidieron cambiar de vida.
Fuera de todos los problemas administrativos, en La Esmeralda todo estaba de maravilla. Santos a veces les preparaba el almuerzo o algún postre, era una mujer encantadora. A Orlando le gustaba ver feliz a Bert, pero igual le hizo aquel comentario que sugirió Jennifer pidiendo que le diga la verdad a su esposa. Le dejó claro que Jennifer no iba a decir nada porque no era una chismosa y sabía que eso le correspondía a él, pero lo mejor era que se apresure con eso. Bert solo asintió, también prometió que lo haría. "Pero ahora no", dijo muy firme. Orlando esperaba que ese "ahora no" no vaya a ser en un año o dos, o cuando la verdad cayera por su propio peso y Santos no logre perdonarlo.
Muy aparte de los asuntos de la hacienda, Jennifer tenía que atender también el tema del juicio de su padre. Revisó con Damon toda la evidencia, los argumentos, las declaraciones y todo lo necesario para que el juicio quede a su favor. A Damon le daba cierto miedo que cuando le hicieran preguntas en las que su padre quedara como un infame, y ella una mentirosa, termine por perder el control en pleno juicio. Damon no se engañaba, a pesar de haber reunido pruebas suficientes para limpiar el honor de Roland Deschain, igual sabía que las trabas burocráticas estaban ahí, y que más de uno había movido sus influencias en el poder judicial para que Jennifer no logre lo que quería.
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Editado: 08.01.2020