La Perla I: Por deber

Capítulo 51

Chicago, 4 años antes

Esa mujer es un asco le decía Bert mientras bebían en un bar. Ya iban por la cuarta copa y aunque no estaban ni un poco ebrios esa era la intención finalmente—. Ni se te ocurra volver a acercarte a ese maldito edificio, Orlando. Te juro que te agarro de los huevos y te traigo arrastrado.— Ambos empezaron a reír mientras Cuthbert le pedía al hombre de la barra que les lleve otra ronda más con una seña.

Tuve que hacerlo contestó despacio Orlando mientras daba el último sorbo del vaso—, tenía que verlo por mí mismo. Tenía que convencerme que Charice no vale nada.

¿Y cuál es tu veredicto?

Ese mismo. Ella no vale nada, nunca lo valió siquiera.

Después de varios días de aquella discusión aún le era bastante difícil aceptar que estuvo viviendo en un engaño. Intentó reaccionar, pero Charice lo había tenido en sus manos mucho tiempo. No se había dado cuenta antes hasta qué punto esa mujer se había apoderado de él, como si perdiera la noción de todo. Pero tenía que aceptarlo, él había sido solo uno más en su camino, se aburrió de él y lo mandó bien lejos. 

Todas las noches se repetía una y otra vez las palabras que ella le dijo esa última tarde. Rememoraba cada instante. Su expresión, su mirada, el tono de su voz, cada palabra. Lo hacía aún sabiendo que era una tortura, pero lo necesitaba. Tenía que convencerse de eso, tenía que recoger la dignidad que le quedaba y alejarse para siempre de Charice por más que una parte de él sintiera que su cuerpo aún la necesitaba.

Y claro, no pudo resistirse y fue al edificio donde se encontraban. No entró , pero se quedó muy cerca, el tiempo suficiente para constatar que ella no le mentía. Que los días lunes, miércoles y viernes iba un muchacho más joven que él, los martes y jueves iba otro que tendría su edad. Y por supuesto. Charice muy encantadora, muy digna ella. Maldita. Ahora se daba cuenta que él había sido su amante de los lunes, miércoles y viernes. Por días, quizá así lo vio ella todo el tiempo. Como el hombre de tres días a la semana. Se compadecía de las pobres víctimas, del chico que había tomado su lugar. Era joven y de seguro estaba perdidamente enamorado, quizá cuando llegara el momento en que le aburriera y lo eche de su vida aquel muchacho iba a sufrir mucho.

Se lo había contado todo a Bert, y claro que él no estaba de acuerdo en que vaya a torturarse a ver como Charice se encontraba con otros amantes. La verdad si bien al principio le dolió bastante ya para mitad de semana solo lograba sentir asco. De él, por haber caído en una trampa tan sucia, y de ella claro, por haber jugado de esa manera con sus sentimientos. 

Habían pasado varios días y a la fuerza había acabado por convencerse que quizá nunca la amó, que todo eso solo fue una especie de deslumbramiento y que el buen sexo lo tuvo como hipnotizado. Así se tenía que cerrar el asunto, con él sintiéndose aún engañado pero con toda la intención de alejar a Charice para siempre de su vida.

Quizá deberíamos mudarnos de ciudad le dijo Bert—, si seguimos acá te la vas a encontrar a cada momento y eso de verdad sería un engorro.

Nada de eso, no voy a arruinar nuestros planes por ella. Nos quedaremos el tiempo que sea necesario, y si nos aburrimos nos vamos. Así de simple.

Bien, eso suena mejor, y si tú sientes que no hay problema entonces por mí tampoco. Si, además está muy entretenido aquí, no quisiera irme aún.

¿Hay acaso otra candidata a señora Allgood y no me has contado?

Oh no, después de intentar a acercarme a Amelie se me pasó eso. Creo que aún soy muy joven para amarrarme a alguien. Ambos rieron. Les trajeron la bebida solicitada y brindaron nuevamente—. ¿Sabes lo que necesitas? Salir, alejarte de ese ambiente, dejar de pensar en Charice.

Ya no pienso en ella, al menos no como antes.

Ah, pero la piensas. Es una bruja y se va a meter en tus pensamientos siempre que pueda. Mañana por la noche es la fiesta de cumpleaños de la señorita Reeves, quizá te gustaría venir.

¿Y esa quién es?

Una amiga de Amelie, chica simpática, quizá te guste. Y si no ella habrán otras. Quizá hasta la misma Amelie.




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