Jennifer dormía. Roland entró a su habitación temprano esa mañana esperando encontrarla despierta, pero finalmente el sueño la había vencido. Lo entendió, la noche anterior se quedaron hasta muy tarde estudiando cálculo. Jen quería aprender más sobre la contabilidad de la hacienda y él gustoso de enseñarle. Su hija era muy hábil con los números, así que iba captando muy rápido. Al paso que iba juntos podrían llegar las cuentas de la hacienda y poco a poco ir delegándole responsabilidades.
Sabía lo mucho que su hija amaba esa hacienda, y estaba bien que aprendiera todas esas cosas para cuando llegue el momento de hacerse cargo. Aunque iba a casarla con el hijo de Morgan, no lograba ver a su pequeña sometida a esa muchacho, no lograba siquiera imaginarla dejando que alguien más se hiciera cargo de su hacienda. Era una fierecilla indomable, de carácter fuerte y mucha decisión. Toda una Deschain, y además con esa bella delicadeza que heredó de Susan.
Roland acarició despacio su mejilla y le dio un beso en la frente, Jen merecía descansar. Y aunque quedaron en salir a cabalgar temprano esa mañana prefería que durmiera bien. Se había desvelado mucho los últimos días y ya empezaban a aparecer ojeras. Antes de salir se quedó viéndola descansar en la cama. Sonrío, su pequeña ya estaba bastante grande. Toda una mujer, era difícil de creer. El tiempo pasa volando con los hijos, había dicho su padre hace tiempo. Y vaya que era cierto, si hasta hace nada era una niña que se la pasaba revoloteando por todos lados, de pronto una muchachita inquieta, y ahora una mujer. Joven claro, una mujer muy joven.
En unos dos años ya se tendría que casar con el hijo de Morgan y le daba hasta cierto temor entregar a su hija. Sabía que Jen era una chica de carácter fuerte y difícil de controlar, por eso temía. Conocía bien a los hombres de esa zona, querían siempre a una mujer frágil y dócil a la que domar. Aunque quizá no debería temer por ella, sino por el esposo. "Pobre, el destino que le espera con Jen", se dijo con una sonrisa. Y ahí estaba su Jen, hecha una bella mujer, su linda niña. Pero él ya tenía que moverse, ese día había varias cosas qué hacer.
Salió tranquilo de su hacienda, y aunque casi siempre andaba armado en esa ocasión dejó las pistolas. ¿Para qué? Estaría en sus tierras, ¿qué podía pasarle? Montó a Emperador y salió a galopar a través de su hacienda, hasta el límite de sus tierras. Ya algunos de sus empleados empezaban el trabajo, lo saludaban y él respondía muy educado. Ese parecía ser un día normal como todos, él aprovechaba sus paseos matutinos para supervisar como iba todo y por lo que veía la hacienda andaba en perfecto orden. Llegó hasta casi el límite de la hacienda de Morgan, estaba ya por retroceder para regresar a casa cuando vio a un jinete acercándose y poco a poco fue reconociéndolo. Era Morgan claro, parecía muy tranquilo.
—Hola Deschain —lo saludó de lo más normal —. ¿Qué tal todo hoy?
—En orden —contestó con la misma naturalidad —. ¿Qué tal tú? ¿Todo listo para la siega?
—Oh si. Casi no puedo esperar, me encanta esta época, ¿sabes? Con la feria más incluso. ¿Participará mi futura nuera para reina este año?
—Pues está muy animada, yo creo que si.
—Perfecto, así mando a llamar a mi hijo. Ya va siendo hora que les contemos sobre el contrato, ¿no crees?
—Si, ya toca hablar de eso. — Aunque sabía que Jen aceptaba sin problemas todo lo que él proponía, esa vez quería su opinión. Si ese Joseph Morgan le desagradaba o si Jen decía que no lo quería como esposo, simplemente se echaba para atrás. No haría jamás nada que la haga infeliz.
—Oye Roland, tengo algo de qué hablarte. ¿Te parece si lo conversamos? Es temprano aún.
—¿Negocios?
—Eso, entre otros asuntos. Ven, quiero mostrarte algo en mis tierras, apuesto a que te sorprenderá.
—¿Una nueva técnica acaso?
—Ehhh... más o menos. Pero vamos, hombre, no arruines la sorpresa. Tengo una propuesta que no podrás resistir.
—Bien, bien, andando.
Hablaron poco durante el camino, Morgan le comentaba sobre la siega y una nueva técnica de sembrío que estaban usando al otro lado del valle. Él también algo había escuchado, si querían implementarla iban a tener que invertir un poco, pero entre los dos podrían amortizar los gastos. A Roland le gustaban mucho esos temas, aunque su especialidad era sin duda la crianza de caballos, sabía que tenía unas tierras ricas que podrían producir mucho más y tenía que aprovecharlas.
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Editado: 09.04.2020