Era temprano por la mañana, la mayoría de personas ni se habían levantado de la cama, ni siquiera los más madrugadores. Era sábado después de todo, y a algunos hasta les entraba pereza. En el centro de La Perla, el comisario Pangbord apenas salía de la delegación rumbo a casa. No logró dormir toda la noche después de frustrar un asalto al banco del pueblo, se la pasó interrogando a los criminales hasta averiguar que no trabajaban solos sino que pertenecían a una banda. No era nada de lo que la gente en La Perla tuviera que preocuparse, él ya se encargaría. Al salir de la comisaria se quedó un momento mirando el bello amanecer. Puede que sea un día más como tantos otros en el pueblo.
Y quizá lo era para algunos. En la casona Deschain la pareja apenas se levantaba. Desde el matrimonio Stu Tillman y Melinda vivían ahí. Jen insistió en que así sea, después de todo ella era su prima y él su amigo, confiaba en ellos para que vigilen siempre su lado de la hacienda. Y aunque el muchacho ya de eso no tenía nada y ya era formalmente un oficial del orden, igual gustaba de trabajar en la administración de la hacienda. Para ellos ese sería un día como todos. Él tenía que volver a la comisaria, ella iba a revisar el inventario del pedido que salía el lunes hacia Texas. Había mucho trabajo que hacer para todos.
Puede que si, que para muchos en el pueblo sea un día sábado como cualquier otro. Pero había algo ese día, algo diferente y que solo unos pocos recordaban. Ellos habían salido temprano de casa con ese motivo. Porque no era cualquier día.
Un año más. Cinco se cumplían ese día, cinco. Una mañana a esa misma hora ella estaba cabalgando al lado de Bert y otros hombres de reputación dudosa en búsqueda de Orlando. Casi una hora después llegaron al fortín abandonado que ardía con su cuerpo dentro. Y ese día perdió la oportunidad de matar a Charice, en cambio él murió sin que nadie pudiera hacer nada. Un año más de su muerte, un año más sin él.
Jennifer suspiró y se agachó para dejar las flores sobre su tumba. A su lado Jake y Bert se mantenían en silencio, todos habían llegado casi al mismo tiempo. No llevaron flores, pero se encargaron de arrancar la maleza que crecía alrededor y de dejar la lápida muy limpia. "Como nueva", pensó ella sin querer. Como si acabara de morir. Y de alguna forma era así, a pesar del tiempo que había pasado, cada que se acercaba esa fecha sentía como si todo fuera muy reciente. El dolor reaparecía, las lágrimas llegaban a sus ojos. Y ese vacío parecía más hondo que nunca. Eso que siempre trataba de ignorar y dejar de lado pretendiendo olvidarlo. "No importa cuánto tiempo pase, siempre sentiré lo mismo", se dijo convencida.
Miró de reojo, Bert se mantenía en silencio con las manos cruzadas mientras miraba la tumba. Quizá rezaba, quizá hablaba internamente con él. Podía ser, ella también lo hacía a veces. Salía a escondidas de la hacienda Morgan e iba a llevar flores y a conversar con él. Le contaba cómo fue su día, como estaba su hijo. Imaginaba que Orlando en algún lugar la escuchaba, solo así lograba sentirse mejor.
Al otro lado estaba Jake, ya bastante grande en realidad. Todo un jovencito. Aún era menor de edad y aún vivía en la hacienda "La Esmeralda", además estaba prácticamente a cargo de los caballos de la hacienda, había aprendido mucho y Jen hasta le hizo una especie de certificado con su firma y sello indicando que el chico fue su aprendiz. Aunque había pasado tiempo, aún todos en el oeste sabían que un caballo criado por un Deschain era de lo mejor.
—Ma, ¿por qué hemos venido tan temprano aquí?— Julius no se había quedado quieto, Jen tampoco lo esperaba. Ni bien llegaron al cementerio se había ido a revolotear por ahí mirando fijamente los mausoleos. No eran muchos, pero ahí estaban. El de la familia Deschain por ejemplo, el niño ya lo conocía bien y dijo que iría a visitar a los abuelos. Apenas el pequeño habló los dos hombres se giraron a verlo, le sonrieron. Jake lo cargó, el niño se montó en su espalda.
—Hemos venido a traerle flores a un amigo de mamá. Y de tío Bert también.
—Y de Jake —completó Julius—. ¿Cómo se llamaba?
—Orlando.—"Y no era mi amigo, era mi amado. Era tu padre", pensó con tristeza. No podía decírselo, aquello siempre sería un secreto. O quizá cuando sea mayor se lo cuente, puede que sí. Cuthbert y Jake lo sabían, ella no les había dicho nada pero era claro que estaban enterados de la verdad. Bert muchas veces le había dicho "se parece a su padre" y obviamente no hablaba de Joseph. Y pues Jake lo quería como a un hermano pequeño, después de todo para él Orlando había sido su padre, lo lógico era que amara a Julius como a su misma sangre.
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Editado: 09.04.2020