La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 6

Se habían acostumbrado a hacerlo silencioso, era la única opción que les quedaba cuando ya hace varios meses Julius preguntó curioso por qué se escuchaban algunos ruidos raros desde su habitación por las noches, que parecieran estar "gritando" o "peleando". Jen y Joseph enrojecieron al instante aquella vez, ni siquiera se les ocurrió una excusa decente para explicarle al niño lo que pasó. Es más, ni siquiera pensaron en explicarle que sus padres estaban juntos, que eso hacían las parejas y que era normal. Jen sabía que Santos se lo explicó a Misae pues sucedió algo parecido cuando ella escuchó a sus padres teniendo sexo. Solo esperaba que Julius no lo comente con la niña, estaba seguro que ella se lo diría todo y Julius solo aparecería a hacer más preguntas que no podrían contestar.

Y esa noche lo hacían con mucho cuidado. Cubriéndose la boca de a ratos con almohadas, a veces entre besos. Esperaban que el ruido de la cama sacudiéndose no se escuchara hasta el cuarto del pequeño, aunque en ese momento lo que menos pensaban era en disimular su placer. 

Habían pasado varios años desde esa terrible noche de bodas, aquella vez Jen apenas se movió y apretó los ojos conteniendo sus lágrimas, para finalmente echarse a llorar desconsolada por lo que acababa de suceder. Los recuerdos de esa noche habían sido reemplazados poco a poco hasta casi no quedar nada. Ni Joseph recordaba lo que era acostarse con una mujer que no lo deseaba, ni Jen quería recordar que estaba sintiendo placer al lado del hombre que prácticamente la compró. Si se ponía a pensar en eso, que había logrado enamorarse de Joseph y que estaba traicionando la memoria de Orlando, iba a volverse loca.

Cuando terminaron se aferraron fuerte al otro, se besaron para acallar esos gritos de placer que parecían atorados en sus gargantas, apenas si rieron bajo mientras recobraban la respiración. Con sus cuerpos extasiados y sudorosos se acercaron uno al otro, se quedaron así buen rato sin decirse nada, hasta que volvían a ser ellos mismos. 

Faltaba poco para el aniversario de la boda y Joseph había pensado en hacer un viaje, solo ellos dos. Dejarían a Julius con Melinda y Stu, al menos esa era la idea de su esposo, a ella no le convencía eso de dejar a su hijo. Aún no tenían nada definido, así que en caso llegara a darse ese viaje sería algo corto y a un destino no muy lejano. Así que ahí estaban, unidos, desnudos, sin pensar en nada. O al menos eso creyó Jen. 

Ella cerró los ojos, estaba cansada del trabajo del día. Ya habían despachado la carga de la hacienda, también nació una nueva cría de caballo y estuvo ahí asistiendo el parto. Lo único que quería era dormir. Pero Joseph habló. Lo dijo de golpe, como si hubiera guardado esa idea mucho tiempo, como si la hubiera envuelto cuidadosamente y de pronto la dejaba estallar.

—Tengamos otro hijo.— La tomó de sorpresa. Jamás habían hablado de la posibilidad de tener otro niño aparte de Julius. Incluso ella seguía tomando el té de yerbas que conseguía Santos, no se le había ido la costumbre. Al oír aquello Jen se incorporó y buscó su mirada. Le pareció notar algo de miedo en sus ojos, como si temiera su rechazo.

—Vaya, ¿y eso por?— Fue lo primero que se le ocurrió decir, la verdad aún seguía sorprendida.

—Quiero que Julius tenga un hermano, ¿no te parece que sería buena idea? Ya ha pasado tiempo desde que nació. Un hermano o una hermana, sería hermoso igual —lo entendía. No solo se trataba de darle un hermanito a Julius, era que él quería tener un hijo suyo. Amaba a Julius, pero no era su hijo. Le parecía lógico que Joseph quisiera tener descendencia propia. Y ahora que lo pensaba mejor y dejando de lado la sorpresa, no era algo malo.

—Claro —le dijo con una sonrisa—, ya es hora de un nuevo hermano. Solo tendría que dejar de tomar las yerbas desde mañana, luego ya se verá. No creo que tardemos mucho.— Se acercó a darle un beso, él aún se veía incrédulo de su respuesta.

—¿En serio?

—Sí, ¿qué esperabas que te dijera?

—Pues la verdad... bueno, olvídalo. Lo que importa es que dijiste que si.— Ahora él la besó. Jen cerró los ojos y sonrió, tener un nuevo bebé sería lindo. Claro que aún tendría que esperar un tiempo a que el efecto de las yerbas pasara, pero mientras podrían intentarlo muchas veces. Eso le parecía perfecto.

 

*****************

 

—Bert, ¿has visto a Misae?— El hombre se quedó quieto un instante. Intentó recordar donde fue la última vez que vio a la niña después del desayuno. Apenas hace unos días que se había recuperado de esa fiebre y no había perdido el tiempo en ponerse inquieta.




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