No le sorprendió mucho el pedido de Jen de encontrarse y conversar ese mismo día. Era obvio que volverlo a ver la había sacudido por completo, y aunque no quiera, una parte de él sentía una punzada de culpa por eso. Desde su supuesta muerte habían pasado cinco años, y en los últimos ella logró ponerle estabilidad a su vida, dejar de llorarlo, de sufrir por él. Y de pronto regresaba para poner de patas arriba su mundo, para confundirla, para sufrir otra vez. Eso era lo que menos quería, que ella se sintiera mal.
Entendía que su retorno era algo que jamás esperó, pero también tenía claro que no podía permitir que Jennifer siguiera viviendo en la mentira. Si quizá se había enamorado de Joseph fue sin saber la verdad completa. Que si, Jen vio un cambio en él y por eso consideró darle una oportunidad, pero ella no estaba enterada de quien era en verdad, de lo que hizo, de lo que ocultaba. Jen estuvo viviendo una vida de engaño, estable y tranquila quizá, pero falsa. Y nunca es bueno vivir en la mentira.
Así que ahí estaba, listo para contarle su verdad. Esa vez no se callaría nada, soltaría todos los detalles sin temor a lo que ella pensaría después. Por ese temor fue que hace años no le contó que Charice estaba detrás de él, que le mintió tratando de que huya con él. Las cosas pudieron ser diferentes, pero ya era muy tarde para eso y la única forma de solucionar todo era contando la verdad sin paños fríos.
Mentiría si dijera que no estaba emocionado por volver a verla. La tarde anterior fue tan feliz que hasta el momento no podía creerlo. La miró a los ojos, acarició sus mejillas, sintió sus labios, la apretó fuerte contra su cuerpo. Había sido como un sueño cumplido, así lo imaginó por mucho tiempo mientras estuvo en prisión. Y para mejorar las cosas, por la tarde conoció a su hijo.
Apenas Julius se fue, él comenzó a reír. No tenía claro si era reír por no llorar, aunque sería llorar de felicidad. Lo miró a los ojos, lo tomó de la mano, habló con él. No pensó jamás sentir tanta alegría, no creyó que ese momento sería tan hermoso. Bert y Jake lo encontraron así, riendo como si estuviera loco. Cuando al fin logró calmarse les contó que por accidente conoció a Julius, ellos lo entendieron y hasta terminaron riendo con él.
Hasta el momento el tema de Julius había sido una especie de tabú, no hablaban mucho del pequeño, como esperando que él mismo lo conozca. Pero eso acababa de pasar, así que no se contuvieron más. Le contaron de sus primeros pasos, sus travesuras, sus ocurrencias. Jake le hablaba de él como si fuera su hermano pequeño, y eso en verdad le gustaba. Los dos eran sus hijos después de todo.
Ahora esperaba en su lugar. A esas alturas Jen ya debía de saber de su encuentro con Julius, quizá estaba preocupada pensando que Julius podía hablar de él por accidente con quien no debía, como Joseph por ejemplo. Llevaba buen rato esperando, había llegado más temprano de lo pactado. Ese lugar le trasmitía calma, lo relajaba. Muchas veces cuando estuvo en prisión soñó que estaba ahí, recostado bajo su árbol, escuchando el riachuelo, esperando a Jennifer. Se recostó un momento, solo esperaba no quedarse dormido, la calma era ideal para eso. Estaba ya cerrando los ojos cuando escuchó que alguien se acercaba. Se puso de pie pronto y vio a Diamante hacerse paso entre los arbustos, pronto Jen bajó de su yegua y la acomodó donde siempre. Orlando estaba quieto mientras la veía avanzar hacia él.
Jennifer estuvo con la cabeza gacha todo el rato, pero cuando estuvo lo bastante cerca levantó la mirada y lo quedó viendo en silencio. Los dos no se dijeron nada por varios segundos, sin moverse siquiera. Podía ver la duda en sus ojos, y quizá ella también la notaba en los suyos. Dudaba si acercarse más, si besarla, si tocarla. Porque era triste, pero ellos ya no eran amantes. Eran dos personas que se amaron alguna vez y que ahora tenían muchas cosas que aclarar. Él la seguía amando claro, y esperaba que Jennifer también lo hiciera.
—Tengo una hora —dijo despacio ella—, no puedo ausentarme más tiempo sin que estén preguntando.
—Claro.— Y de momento era mejor no levantar sospechas, él tampoco quería que se enteren que estaba vivo, no aún—. ¿Nos sentamos?—Jen asintió, caminó despacio y se sentó a su lado. Ahora la cuestión era como empezar.
—Sé lo que pasó ese día —ella fue la primera en hablar—. Bert tuvo que contarme todo.
—¿Y qué fue exactamente lo que te contó?
—Quién era ella, Charice. Me contó de Amelie, de que la amaste mucho, que ibas a casarte con ella, pero esa Charice los separó, logró que se suicidara y te culparan. Lo único que quería era vengarse de ti.
#24755 en Otros
#1755 en Novela histórica
#38057 en Novela romántica
amor prohibido, medio oeste romance cowboys, trianguloamoroso
Editado: 09.04.2020