La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 22

Esa misma tarde Jennifer le mostró el papel que encontraron en el despacho de Reynolds a Damon. El abogado ya estaba enterado de parte de la historia pues ella se lo contó poco después que se hizo público que Orlando vivía. Lo mantuvieron en secreto bastante tiempo, pero cuando este al fin se enteró fue directo a "La Esmeralda" a ver con sus propios ojos si eso era verdad. Ellos dos nunca fueron los mejores amigos, en realidad a Damon nunca le gustó del todo para su amiga, pero sabía que se amaban y que la separación fue injusta. Ese mismo día, con Jen presente, Orlando y Ansel le contaron lo mismo que ella supo días antes.

No podía decir que eso era muy sorprendente, él y el comisario Pangbord siempre supieron que había una mano negra impidiendo que se haga justicia, y ahora sabía que esa mano fue el abuelo de Jennifer todo el tiempo. Lo que sí le sorprendió fue saber que Daniel McRostie trabajaba para él. En Texas muchos lo conocían, sabían que no era un tipo de fiar y que tenía negocios turbios, pocos se atrevían a tratar con él. Ahora le quedaba confirmado porque siempre todo quedaba impune con él, tenía a un hombre poderoso en la capital. Damon también estuvo de acuerdo en eso de moverse con calma, tenían que recuperar las pruebas que robó Annie y después ya se vería. Solo que acababa de aparecer un pequeño pedazo de esas pruebas, y la tenía entre sus manos.

—¿Y qué opinas? —le preguntó Jen con interés.

—Si, queda bastante claro que ese hombre negoció por tu abuelo para matar a Roland. Esto es importante, pero no podremos usarlo en un juzgado. Nosotros sabemos que la escribió McRostie, pero no está firmada ni nada. Eso podría convencer a uno que otro jurado, pero si tu abuelo sigue detrás de todo entonces no llegaremos a nada. Si o si necesitamos todas las pruebas.

—Lo sospechaba —dijo sin parecer desanimada—. No esperaba la gran cosa de esto, la verdad. Pero mira, si antes tenía siquiera algo de duda ahora sé bien lo que pasó.

—Lo siento, Jen, sé que es una verdad muy dolorosa. Has luchado años por esto, ahora solo hay que tener un poco de paciencia. Traigan las pruebas conmigo y yo les ayudaré, haremos justicia a fin.

—Eso lo sé, en ti confío plenamente. Nunca me has abandonado.— Damon sonrió de lado. Era cierto, ni antes cuando solo tenían supuestos y cero apoyo dejó de creer en la inocencia de Roland, él nunca dejó de apoyarla. Aún a la distancia Damon se hacía cargo de sus intereses, ella nunca buscó otro abogado. Seguirían siendo amigos siempre, a pesar de todo.

—Todo saldrá bien, ya verás. Hablaré con el comisario también, sabes que él siempre ha estado de nuestro lado.— Jen asintió—. Lo solucionaremos.— El tema de la justicia para Roland ya estaba terminado, la conversación había acabado. Solo que Damon aún quería hablar, y no sabía si era correcto. Hubo un breve momento de silencio, ninguno de los dos se atrevía a decir nada. Y Damon, que la conocía tan bien, sabía que ella quería hablarle y que tampoco se atrevía. Habría que darle un empujón —. Orlando volvió, ¿cómo lo estás llevando?

—Pues... es complicado —dijo pensativa—. Tú sabes cuánto me dolió su supuesta muerte. Y también sabes bien que estoy casada.

—Me imagino que Joseph habrá pegado el grito al cielo.

—Claro que si, no me quiere cerca de él. Y lo entiendo, si estuviera en su lugar también exigiría distancia.

—Pero no tienes la intención de respetar eso, ¿verdad? Ni de separarte de Orlando.— Jen soltó un hondo suspiro, debía de ser aquello. La confusión, decidir entre lo que estaba bien y lo que deseaba, su historia con Joseph, su pasado y su hijo con Orlando. Todo debía de traerla loca.

—Yo no quiero perderlo —dijo despacio sin mirarlo—. Ya lo perdí una vez, no va a volver a pasar. Y aún así no puedo dejar a Joseph, sería injusto para todos. Tú lo sabes, ha sido un buen esposo y compañero, Julius lo ama. No me puedo separar de él así no más.

—Lo entiendo. Pero dime, Jen, ¿qué piensas hacer?

—¿Qué crees tú que debería hacer?

—Interesante pregunta.— Damon se llevó la mano al mentón unos segundos. Decidir entre lo que sientes y lo que es correcto. Una vez ya estuvo en esa situación, cuando decidió casarse con Elena a pesar de todo. El deber y el amor. Una elección nada sencilla—. Te diré lo que pienso. Si estás en donde estás ahora ha sido solo por deber. Nunca deseaste ese matrimonio, te casaste aún obligada y por deber con tu familia, pensando en ayudarlos con el dinero de Joseph, por un juramento, un contrato, en fin. Nunca debiste casarte, no lo querías. Sabes que no te hubiéramos abandonado, ni tu familia ni amigos. Ahora mismo serías una mujer soltera con el hijo de tu amado, lista para rehacer tu vida con él.— Notó su semblante triste. Sabía que eso era algo que ella pensaba y casi no admitía. Por deber, siempre fue eso. Si estaba en esa situación fue por pensar primero en otros antes que en ella.




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