Topeka. Hace 15 años
—Ahora estamos solos tú y yo —le dijo Neil mientras se secaba las lágrimas. Ella solo asintió, ni siquiera había podido fingir que lloraba o estaba triste. La verdad no creyó que las cosas fueran a resultar como planeó. No pensó siquiera que funcionaría.
—Lo sé, hermano —murmuró ella. No reaccionaba aún, y no sabía si quería reírse o gritar, pero algo tenía que hacer.
—Lo siento, Chari. Debo ir a ver lo del entierro, ya sabes. Entiendo que no quieras venir conmigo.
—No, Neil, me pondría a llorar como nena. Estoy muy nerviosa, tengo miedo de esto... de todo.
—No te preocupes. De ahora en adelante yo voy a cuidar de ti, estarás bien.— Neil se acercó y le dio un beso en la frente. Charice cerró los ojos y se quedó quieta. Lo único que lamentaba era que su hermano esté sufriendo, lo demás no le importaba.
—Te espero aquí.
—No salgas de tu habitación.
—Si.
Neil tomó su sombrero y salió de casa. Al fin ella pudo estar un poco más tranquila. Los sirvientes estaban todos en la cocina, y ella no tenía deseos de hablar con nadie. Ni siquiera de comer, así que no los necesitaba. Subió a su habitación, prefería quedarse ahí. Pero cuando abrió la puerta por poco lanza un grito de sorpresa. Cerró rápido y le puso seguro, ahí dentro estaba esperándola Daniel. Se había metido por la ventana.
—Te estaba buscando.
—No sé si te das cuenta, pero hay como doce cadáveres por enterrar y no puedo llorar.
—Ni llorarás, los odiabas.
—Si, pero siquiera tengo que fingir que me importa. Entre ellos estaban mis padres.
—Esos mierdas.
—Si, esas basuras. Al fin se fueron al infierno.
—¿Y cómo te sientes?
—No lo sé, la verdad no creía que fuera a funcionar. Y tampoco creí que harían que se salga ese vagón del tren.
—Lo han hecho pasar por un accidente. Son muy inteligentes, ¿no crees?
—Lo que me importa es que hicieron lo que tenían que hacer. Ninguno de los que estaba ahí merecían la vida.
—Estaba tu prima recién casada y embarazada.
—Esa perra se lo merecía.— Daniel suspiró. A veces le molestaba que él no le creyera del todo.
Él sabía que la "prestigiosa familia Daniels" no era tal, sino una sarta de delincuentes sanguinarios con aires de moralistas que daba náuseas. Pero no sabía que eran malos de verdad, que eran crueles. Que no podía contar las veces en que sus propios tíos intentaron violarla, o las veces que la perra estúpida de su prima Margaret la golpeó acusándola de querer seducir a su marido, cuando fue este quien casi la fuerza a pesar de sus ruegos y lágrimas.
Ellos era crueles, siempre lo fueron. Se lo merecían, y Charice esperaba que hayan sufrido mucho, que no haya sido una muerte rápida. Que hayan llorado de dolor, que gritaran mientras su cuerpo se quemaba en ese vagón. Y esperaban que hayan muerto de terror sabiendo que iban a pagar todos sus crímenes, que arderían todos en el infierno.
—En fin, ya está hecho. Ya tenemos la recompensa.— Charice asintió. Fue Daniel quien entró en contacto con los enemigos de la familia, gente de la capital. Ellos le prometieron una recompensa por entregarlos, así que con ayuda de Charice eso fue posible. Ya tenían el dinero, y ella consiguió hacer su justicia—. Lo malo es que no se murió Neil.
—Cállate —dijo con molestia. Ya iba a empezar.
—Creí que dejarías que Neil vaya en ese tren.
—Claro que no, deja de decir estupideces.
—Cierto, es tu hermanito querido.
—Ya cállate, Daniel. Si has venido a darme mi parte entonces apúrate.— El chico sonrió y sacó una bolsa. La sacudió, se notaba que dentro habían billetes. La echó sobre la cama de la chica, ya la contaría después.
—Ahora lo has arruinado todo, vas a tener que esperar un año a que Neil sea mayor de edad y herede.
—Ya sé, y ya lo he pensado.
—¿Entonces qué harás? ¿Te quedarás a vivir con él y esperarás que te dé tu parte de la herencia? Te recuerdo que tú también tendrías que ser mayor de edad y estar casada.
—Que ya lo sé, no tienes que andar repitiéndome las cosas.
—Bueno, si quieres nos casamos para agilizar el trámite —bromeó él.
—No seas ridículo. Yo voy a estar bien, Daniel. Tú preocúpate de cuidar tu dinero, yo cuidaré mis ahorros.
—¿Segura?
—Claro que si. Es mi hermano, es Neil. Él no es malo, él no es como ellos.
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Editado: 09.04.2020