La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 31

Jennifer estaba en casa de Damon esperando que llegara. Apenas Joseph le informó sobre lo sucedido no perdió más tiempo y fue para el pueblo. Antes dejó a Julius con su prima, después de la discusión que tuvo con Joseph no podía confiar en él. No iba a dejar a su hijo a solas con él hasta que esté segura que no seguiría con ese plan de separar al niño de Orlando, y lo peor era que no podía asegurar que eso sea posible. En fin, ese tema ya tendría solución, o al menos eso esperaba. Lo que la tenía nerviosa era el secuestro de Elena.

Siempre supo que llevar a la maniática de Annie al pueblo iba a terminar mal, quizá era una especie de instinto. La mujer parecía despreocupada, pero era ambiciosa y la tenía clara en cuanto a su justicia. No tenía idea de qué le hizo McRostie, pero era de esperarse una reacción similar considerando lo mucho que lo odiaba. Ese era el problema, la presencia de ese hombre era algo que no habían contemplado jamás, y Jen no entendía la razón.

La madre de Damon le contó entre lágrimas las cosas, le dijo que el hombre apareció ahí presentándose como un cliente de su amigo, y ella sabía que aquello no era cierto. ¿Por qué entonces? Nada tenía sentido, y no sabía qué podía pasar. Pero estaba intranquila, el hombre que orquestó el asesinato de su padre estaba ahí en su pueblo, y ella moría de ganas de ir a volarle los sesos, pero no podía ir a la delegación y asesinar a alguien. Sabía también que Damon fue a la delegación por ese hombre y por noticias de Elena, así que en ese momento solo esperaba que no dejen ir al miserable.

Cuando su amigo llegó no lucía nada bien. Se atrevía a afirmar que estuvo llorando, y no lo culpaba, su esposa estaba secuestrada por una bandida y no se sabía nada de ella. Pero aún así lo notó raro, le daba mala espina. Su madre lo abrazó fuerte, le pidió noticias de Elena pero él respondió cortante que no había novedades. Ahora ella estaba parada frente a él esperando noticias, había temas delicados que tocar y no podían hablarlo delante de la señora Moore.

—Jen, ¿me acompañas un momento? Ven conmigo a la oficina.

—Si claro, sabes que te apoyaré en lo que sea. De verdad lo siento mucho, Damon. Esa mujer...

—Tranquila, no es culpa de nadie. Ya nos las arreglaremos, sígueme.—Caminaron en silencio hacia la oficina de su padre dentro de casa, una vez dentro Damon cerró la puerta con llave y se apartó lo suficiente de esta para que nadie puede escuchar, se fue al otro extremo.

—No entiendo nada de lo que está pasando, ¿McRostie aquí? ¿Cómo es posible?

—Yo sí lo entiendo, y creo que hubiera deseado no entenderlo nunca.

—¿Pero qué pasa? ¿Dónde está el desgraciado?

—Está custodiado, no te preocupes. Me encargué de sacarlo de la delegación a la buena y luego se lo llevaron Orlando y Cuthbert.

—¿Qué? ¿Cómo que se lo llevaron?

—Lo tienen encerrado, no saldrá de ahí hasta nuevo aviso. Espero lo entiendas, pero ese hombre es el seguro de todos. Annie lo quiere y ella tiene a Elena. Y bueno, tú también tienes cuentas que arreglar con él.

—Si, lo entiendo...—A pesar de saber que estaba jugando con fuego, que las cosas en las que estaba metida no se podían solucionar con leyes y diálogo, le era aún difícil aceptar la violencia como medio de conseguir algo. Tuvieron que llevarse a Daniel, no quedó de otra. Ahora solo esperaba que eso no termine mal.

—Está bien custodiado, no te preocupes. Nadie lo va a encontrar, es todo nuestro.

—De alguna forma eso me calma, lo que no entiendo es por qué apareció aquí. No tiene sentido, ¿él en La Perla y apenas con un par de guardias? No, es que no me cabe en la cabeza.

—Yo sí lo sé.— Jen lo miró a los ojos, tenía una expresión dolida, hasta le pareció ver como sus ojos se nublaban.

—Me estás asustando, ¿qué pasa?

—Él vino por Elena. Ellos son amantes.

—¡¿Qué?!— Eso sonó como fuerte grito, no quiso hacerlo pero fue imposible contenerse—. ¿De qué estás hablando? Eso es imposible, ¿Elena y un amante?

—Él me lo dijo, y...

—Oh por favor, no puedes creer las provocaciones de ese infeliz.

—Tengo pruebas.— Sin decir nada, de su bolsillo sacó varios papeles doblados en cuatro. Las manos le temblaban y varios de ellos cayeron al piso. Aún sin entender de qué iba todo eso, Jennifer abrió uno. Era una carta a McRostie pidiéndole una visita íntima, todo en un tono bastante erótico—. Elena lo firma, y es su letra.

—Pe... pero... No, es que no puede ser. Esto es...

—Increíble, y real. ¿Cómo crees que me siento? La quiero de vuelta, pero no sé si para arrojarle estas porquerías en cara y pedirle que se largue, o para escucharla y perdonarla. La amó, lo sacrifiqué todo por ella, ¿y así es como me paga? Carteándose con ese miserable a escondidas, poniéndome los cuernos —decía con voz amarga. Ella no sabía ni cómo reaccionar, quería entender la situación pero todo era irreal. Sabía que Elena lo amaba, ¿por qué eso de pronto?

—Debe haber una explicación para esto, no lo sé... es tan extraño. No me cuadra, no lo entiendo.

—Yo tampoco, y si sigo pensando en entenderlo me va a estallar la cabeza. Lo único que quiero ahora es que Annie no la mate, lo demás ya no me importa —se le hizo un nudo en la garganta. Conocía a la pareja desde hace varios años, nunca creyó que se enteraría de algo como eso. No quería que él sufra, pero tampoco podía odiar a Elena sin escucharla. Lo peor era que ella se podría incluso identificar con Elena, porque Jen también era infiel. No iba a juzgarla cuando ella hacía exactamente lo mismo.




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