La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 34

Jennifer no pudo dormir en toda la noche, y tampoco pudo hablar con Julius. Luego de todo el escándalo fue a buscar a su hijo, pero el niño se había encerrado en su cuarto y decía que no quería escucharla, incluso le dijo cosas horribles como que ella era mala y quería abandonar a papá y a él. No había forma de describir en palabras cómo se sintió cuando escuchó eso, el dolor la hizo llorar sin parar buen rato, no sabía ni cómo actuar. Si no fuera por tía Amanda y tía Samantha su hijo seguiría encerrando, ellas lo convencieron con palabras dulces y lo calmaron, le dijeron que no trate mal a mamá porque ella lo quería mucho, siquiera así lograron que estuviera más tranquilo.

También fueron ellas quienes le aconsejaron que no intente hablar con él esa noche, que era mejor que se calmara y lo trataran con calma al día siguiente. Jennifer moría de ansias por tener a su hijo entre sus brazos y explicarle las cosas, pero no sabía ni como hacerlo. No quería que la odie, no lo soportaba. Ahora solo quedaba esperar el amanecer, y mientras tanto apenas pudo dormir.

Pronto empezó a culparse a sí misma, quizá todo eso era su responsabilidad. En su afán por querer hacer bien las cosas y retribuir a Orlando terminó forzando todo. Molestó a Joseph, lo sacó de sus casillas al punto que él jugó su última carta para retenerla a su lado. Primero hacer que odie a Orlando, ahora a ella. ¿Qué iba a hacer? Estaba tan enojada con él que no veía posibilidad de una reconciliación, no quería verlo en un tiempo.

Pero lo que ella quisiera no era importante, sino lo mejor para Julius. Quiso hacer las cosas a su manera, lo que era correcto, pero eso no lo fue para Julius. No podía obligarlo a querer a un hombre que acababa de conocer, no podía dejar su matrimonio de lado, no podía quitarle la familia a Julius. Sabía ya lo que tenía que hacer, aunque se le partiera el corazón.

Quizá durmió dos horas esa noche, pero antes del amanecer se puso de pie y se alistó para ir al encuentro de Annie. Estaba turbada por toda la situación, pero no podía dejar de lado su deber. Cuando estaba saliendo tío Robert le hizo el encuentro, ella ni se molestó en preguntar, sabía que él la iba a seguir según el acuerdo que hizo con Orlando.

—Yo me iré adelantando, seguro está vigilando a lo lejos y no quiero que nos vea juntos.

—Está bien, iremos con cuidado. No te separes mucho de nosotros —ella asintió. "Nosotros", se refería a él y Orlando claro. Quizá él y su tío ya habían coordinado cómo actuar, pero ella no estaba al tanto y prefería que sea así, Annie podría sospechar.

Cabalgó en silencio hacia el punto de encuentro, cuando estuvo cerca sacó su arma y anduvo alerta, de Annie podía esperar cualquier cosa. Se bajó de Diamante y llegó al lugar indicado. Quizá estuvo muy temprano porque Annie no estaba por ningún lado. Se sentó un instante a esperar cuando la vio avanzar entre los arbustos. Jennifer se puso de pie, tenía el arma cargada y lista para usarla. No le sorprendió ver que la bandida también llegó con arma en mano y dispuesta a atacar.

—Relájate, Jen, no hemos venido acá a jugar a las bandidas pistoleras, ¿verdad? Vamos a negociar.

—Si, vamos a negociar —dijo aún sin bajar la pistola. Pero en señal de paz, fue Annie la primera que dejó el arma a un lado y levantó las manos.

—¿Ves? Sin trampas, es tu turno.— Jennifer dudó un instante, pero finalmente bajó el arma y la dejó en el suelo. Ahora ambas estaban frente a frente y desarmadas, el momento de negociar había llegado.

—¿Por qué yo?

—Esa es una pregunta un poco tonta, Jen. Eres mujer, eres pistolera, te cagas en dinero, y bueno, estás muy interesada en la justicia. Si citaba a cualquier otra persona me hubiera traicionado. Puede que Orlando se las esté dando de hombre decente ahora, pero yo conozco bien quién fue esa sabandija. Una vez bandido, bandido para siempre, no confío en él ni en ninguno de los hombres metidos en esta cuestión. En cambio tú eres la única persona con honor en este pueblo, sé bien la fama de los Deschain. Creo que podemos hablar en paz, ¿verdad?

—Podemos, pero desde ya te dejaré en claro que la entrega de McRostie no es negociable. No te lo entregaré para que te entretengas torturándolo y luego lo ejecutes, él no merece esa clase de piedad. Va a enfrentar sus crímenes y morirá en prisión.

—Ya veo que en eso estamos de acuerdo —dijo para su sorpresa, y eso Annie lo notó—. ¿Qué? Si quisiera simplemente torturarlo y matarlo me hubiera puesto en eso hace mucho. Que si, McRostie está blindado, pero no hubiera sido muy difícil deshacerme de su guardia como lo hice ahora. ¿Acaso crees que me tomé el trabajo de conseguir todas esas cartas por nada? No señora, ese fue mi plan desde un inicio, destruirlo.

—Eso se llama hacer justicia, Annie.

—No seas ilusa, Jen. Mira que pareces inteligente, así que no me vengas con eso ahora. ¿Justicia? Si claro, ya veremos. Puede que condenen a mucha gente, que incluso tu abuelo vaya a la cárcel. ¿Pero eso servirá de algo? ¿Nos devolverá a los muertos? Sabes que no. Y aparte, ¿en serio crees que porque entreguemos las cartas la corrupción se acabará mágicamente? Caerán unos, subirán otros. Las rutas cambiarán, el negocio seguirá. Así es el mundo Jen, creí que ya lo sabías. No hay justicia.

—Sé lo que quieres decir, pero aún así quieres seguir adelante con esto, ¿verdad? Sé que quizá la justicia después de muchos años no significa mucho, pero para mi sería de mucho valor demostrar la inocencia de mi padre.




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