Se suponía que tenía que confiar en Daniel, después de todo él fue quien se arriesgo en Topeka para salvarla de todo. Tampoco entendía las verdaderas razones por las que Daniel decidió ayudarla, menos conseguía recordar el momento exacto en que decidieron ser compinches. A esas alturas aquello no importaba, habían hecho tanto juntos y compartían tantos secretos que lo único que les quedaba era seguir hasta el final. Lo único que siempre tuvieron en común fueron los deseos de escaparse de la vida que les tocó, y la ambición que sabían los llevaría a dónde quisieran.
Solo que Charice no estaba tan segura que ese era el lugar al que quiso llegar. Habían viajado desde el oeste hasta la capital, vivía en una enorme casa rodeada de jardines y belleza. Daniel era mayor de edad y se hacía responsable de ella, Charice era aún muy joven. Fue él quien falsificó los papeles para hacerla pasar como su hermana, no tenía idea si alguien creyó eso o no, pero tampoco les hicieron muchos problemas. Durante un tiempo la chica vivió acompañada de otras muchachas, parecía una especie de internado para señoritas. Las alimentaban bien, les enseñaban etiqueta, las educaban como damas finas. Una ilusión bonita, pero Charice sabía de qué se trataba todo eso.
Su pureza le ayudó, varias de las chicas de la casa ya no eran vírgenes. Una a una se fueron. Algunas serían esposas, damas de compañía, amantes oficiales. Se fueron hasta que solo quedó ella, sería la última y luego vendrían otras. Eso empezó a ponerla nerviosa, ¿por qué no conseguían un buen partido para ella? ¿Es que no era lo suficiente buena? Daniel le dijo que sea paciente, que confíe en él, que la dueña le estaba buscando alguien bueno. No quería esperar, se había prometido que sería una gran señora algún día, una dama de la alta sociedad que se haría respetar.
La oportunidad llegó cuando menos se lo esperó. La mujer que dirigía aquella casa la mandó a llamar, había un hombre ahí que fue a verla. El tipo tendría unos cincuenta y se lo presentaron como el senador Oscar Wilson. Básicamente estaba buscando a una muchacha que sirviera como amante para un hombre de su edad, otro senador importante. Un político conocido llamado Aaron McKitrick. Charice estaba capacitada para eso, pero primero tendría que conquistar al hombre.
—Te presentaré como una sobrina mía —explicó Wilson—. No conozco a ninguna muchacha joven que sirva para el trabajo, así que tendrás que hacerte cargo.
—¿Cuál es el trabajo? —preguntó ella con interés. Casi podía adivinarlo, pero prefería tenerlo claro antes de proceder.
—Tenemos que sacar a ese hombre del camino —le dijo Wilson con toda seguridad, como si hablara de aquello fuera algo de rutina—. Es mi enemigo político. Me ha dicho la madame que eres una chica lista, que podrás sacarle muchos secretos. Necesito esos secretos para llevarlo a la ruina.
—Senador, cualquier mujer bien preparada es capaz de sacarles secretos en la cama a un hombre —contestó ella con confianza. Si querían usarla iba a dejar claro que no era una tonta.
—Si quisiera cualquier mujer hubiera buscado a una prostituta, muchacha —le dijo con molestia—. Necesito una chica joven, bien educada y virgen. Cumples con esas condiciones, así que eres ideal para el trabajo. Voy a presentarte como una sobrina mía, una chica agradable que se enamorará de él. Necesito que lo tengas en tus garras, que te haga su amante. Quién sabe y tengas suerte, quizá hasta te haga su esposa.
—¿Ah si?— Aquella idea le agradaba mucho más—. ¿Y por qué no aspirar al matrimonio directamente?
—A menos que quieras ser viuda...
—Entiendo —le cortó Charice. No le tomó mucho tiempo meditarlo, esa era la oportunidad que estuvo esperando—. Y acepto el trabajo —agregó.
Días después, Charice llegó a una fiesta en la Casa Blanca acompañada de su supuesto tío. Era ahora Charice Wilson, y le presentaron a Aaron McKitrick. Captó su atención de inmediato, para su sorpresa. Quizá fue su belleza, su juventud y frescura, la sonrisa perfectamente fingida, el falso interés y admiración que demostró por ese hombre que bien podría ser su padre. La perspectiva de convertirse en amante de ese hombre no era nada agradable, pero también sabía que era alguien poderoso, que ser su esposa le convenía mucho. Y por eso mismo lo necesitaba con vida.
La idea de Oscar Wilson fue usarla como una simple muchacha y amante del político, al parecer lo conocía muy bien y sabía que ella encajaba en sus gustos. Charice aprovechó varias fiestas y reuniones en las que estuvo presente para averiguar más cosas. Wilson era enemigo político de Aaron, los dos querían destruirse. Ambos eran poderosos y solo uno podía sobrevivir. Le toco quedarse en la mansión de Oscar para poder hacer un buen papel de sobrina huérfana, cosa que aprovechó para poder planear sus próximos movimientos. Esperó paciente a que ocurriera, y cuando Aaron pidió permiso para cortejarla formalmente, la chica supo que llegó la hora.
—Vamos a tener que matarlo —le dijo con mucha seguridad a Daniel. Su viejo amigo de Topeka vivía en Washington, así que una tarde quedaron en verse para tomar un café y la chica le dejó bien claras sus intenciones. Daniel asintió, había escuchado todo el plan de Charice y al parecer estaba muy de acuerdo.
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Editado: 09.04.2020