La plaga del Caballero

Capítulo 5

Desde su infancia, Edric había vivido bajo la sombra alargada y casi mítica de su primo Alric, el renombrado caballero de Bredewald. Diez años separaban a ambos primos, y esa diferencia de edad marcó una línea clara en sus destinos desde el comienzo. Mientras Alric se forjaba su leyenda en los campos de batalla y en los torneos de justa, Edric era el niño menudo que lo seguía a todas partes, siempre observando, siempre aprendiendo en silencio. Para Edric, Alric no era solo un primo; era un héroe, una figura imponente que encarnaba todo lo que un hombre podía aspirar a ser en aquellos tiempos turbulentos.

El padre de Edric había muerto cuando él tenía apenas siete años, víctima de una fiebra fulminante que los maestres no supieron curar. Su madre, viuda y sola, había buscado refugio en la corte de su hermana, la madre de Alric, y así fue como Edric llegó a Bredewald, con el corazón encogido y el espíritu inquieto, encontrándose de repente en un mundo nuevo y extraño. Alric, ya un joven caballero en ese entonces, lo había recibido con una sonrisa cálida y un vigor que resultaba contagioso. Desde ese primer día, Edric supo que seguiría a su primo hasta el fin del mundo si era necesario.

Los primeros años fueron de aprendizajes duros. Edric pasaba horas observando los entrenamientos de Alric y los demás caballeros en el patio de armas. Veía cómo se entrenaban sin descanso, sus cuerpos brillando de sudor y polvo mientras intercambiaban golpes con espadas de entrenamiento, lanzas y escudos. Las peleas eran feroces, a veces incluso más brutales que en la propia batalla, porque la meta no era solo perfeccionar la técnica, sino forjar el carácter y la voluntad de acero que definían a un verdadero guerrero.

Una tarde, cuando Edric tenía nueve años, decidió armarse de valor y se coló en el campo de entrenamiento. Empuñó una espada de madera que casi le doblaba en tamaño y desafió a uno de los escuderos, un chico mayor que él por al menos cuatro años. La risa de los presentes resonó como una burla cruel, pero Edric no se dejó intimidar. Aunque sabía que no tenía oportunidad, algo en su interior ardía con la necesidad de probarse, de demostrar que no solo era un niño perdido buscando un lugar en el mundo.

El escudero aceptó el desafío con una sonrisa despectiva y, en un abrir y cerrar de ojos, desarmó a Edric y lo empujó al suelo. Sin embargo, Edric se levantó de inmediato, con los labios ensangrentados y los ojos brillando de una determinación inquebrantable. Alric, que había observado la escena desde la distancia, se acercó y apartó al escudero. Sin decir una palabra, tomó una espada de madera y la puso en las manos temblorosas de Edric.

—No es solo cuestión de fuerza, Edric —le dijo Alric, con una voz que, aunque firme, tenía un tono de aliento—. Es cuestión de corazón y de saber cuándo y cómo golpear. Te lo enseñaré.

Desde ese día, Alric tomó a Edric bajo su tutela personal. Cada mañana, antes de que los demás guerreros siquiera hubieran abierto los ojos, los dos primos se encontraban en el patio de armas. Al principio, Alric se concentró en enseñarle lo básico: cómo sostener la espada, cómo moverse con agilidad y mantener el equilibrio. Edric era un estudiante voraz; cada corrección, cada consejo, los absorbía con una devoción que no conocía límites. Alric no se lo ponía fácil, y aunque las caídas y los golpes eran frecuentes, Edric nunca se quejaba. Cada herida se convertía en una medalla de honor en su incipiente carrera de guerrero.

Con el tiempo, los entrenamientos se volvieron más complejos. Alric enseñó a Edric a montar a caballo con la gracia y firmeza de un caballero, a usar la lanza y el escudo, y a leer las tácticas en el campo de batalla como si fueran un libro abierto. Pero más que las habilidades físicas, Alric se preocupó por inculcar en Edric los valores que consideraba esenciales para un caballero: el honor, la lealtad y la compasión. En las noches de invierno, junto al fuego de la gran sala, Alric contaba historias de sus propias batallas, pero siempre enfatizando las lecciones aprendidas, los errores cometidos y las vidas salvadas y perdidas en cada campaña.

Edric absorbía esas enseñanzas como una esponja. Admiraba la forma en que Alric hablaba de sus victorias no con jactancia, sino con la humildad de quien ha visto la muerte de cerca y sabe que la gloria es efímera. Alric siempre le recordaba que un verdadero caballero no buscaba la fama ni el reconocimiento, sino el deber cumplido y la protección de aquellos que no podían defenderse por sí mismos. Para Edric, esas palabras eran ley.

A los dieciséis años, Edric ya había demostrado ser un combatiente formidable, y su habilidad con la espada era evidente para todos en el castillo. Sin embargo, su prueba definitiva llegó durante una incursión vikinga en las costas cercanas a Bredewald. Una mañana, el cuerno de alarma sonó desde las torres y el caos se desató en el castillo. Los invasores habían desembarcado en la aldea de Dunraven, saqueando y prendiendo fuego a todo a su paso.

Alric lideró a un contingente de caballeros y hombres de armas hacia la costa, con Edric a su lado. Era la primera vez que el joven enfrentaba un combate real, y aunque su rostro no mostraba miedo, Alric podía percibir la tensión en la forma en que Edric sujetaba su espada, con los nudillos blancos y la mandíbula apretada. Cuando la batalla comenzó, fue una confusión de gritos, acero y sangre. Los vikingos eran salvajes y feroces, pero los hombres de Bredewald lucharon con el coraje de aquellos que defendían su hogar.

En medio del fragor, Edric se encontró frente a un guerrero vikingo, un gigante de barba enmarañada y ojos inyectados de furia. El choque de espadas resonó como un trueno, y aunque Edric se defendió con destreza, la fuerza brutal del vikingo lo abrumaba. Alric, luchando no muy lejos, vio a su primo en peligro y se apresuró a ayudarlo, pero antes de que pudiera intervenir, Edric encontró una abertura y lanzó un golpe preciso a la garganta del enemigo, derribándolo con un grito ahogado.



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En el texto hay: zombie, medieval, caminante

Editado: 06.09.2024

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