Riley
Kasama desaparece sin pagar la cuenta, a pesar de que él fue quién ordenó el café, pero eso es lo menos relevante de la situación.
Corro rápidamente hacia la salida, ni siquiera puedo devolverle el saludo al respetable mozo, lo siento, mi auto está a más de media cuadra como para hacerlo.
Por las torpes casualidades lo había dejado estacionado en un lugar no autorizado. Bueno, tengo una justificación para eso: ver a esa horrible criatura hace perder la percepción del tiempo y del espacio a cualquier persona; y ahora debo ver impotente cómo la grúa traslada mi auto al depósito... Y ya imagino el consecuente sermón de mi padre cuando se entere.
Todas mis cosas se han quedado dentro del carro, incluso mi celular. No tengo ni para el taxi, pero eso no me impedirá moverme. Intercepto a uno y le doy mi dirección.
Mis piernas están inquietas y se mueven tiritando más que las ruedas del auto. Este ni siquiera termina de estacionarse y yo salto del taxi para correr hacia mi puerta, escucho los reclamos del conductor que piensa que estoy huyendo para no pagar. No lo culpo por pensar así.
Abro la puerta y me encuentro cara a cara con Rius, él me sonríe con alegría y mis labios pronuncian el nombre de Lanark.
—Lanark está en peligro.
Su sonrisa se desvanece y sin esperar más explicaciones me hace a un lado ignorándome con cara de pocos amigos. Grito su nombre para detenerlo, pero él desaparece sin dejar rastro. Atrás de mí sigo escuchando los gritos del taxista.
—¡Óyeme, señorita, págueme! —Gruñe ofuscado.
Seb aparece por la puerta como si hubiese querido seguir a Rius, observa con desdén al taxista y yo le pido que le pague si tiene dinero, y le aseguro que pronto se lo devolveré.
El conductor exige diez dólares, pero Seb le da veinte y con la seña de su mano le dice que se largue lo más rápido posible de su vista.
El vampiro agudiza su mirada y me observa con detenimiento— ¿Te pasa algo? ¿A dónde fue Rius? —Mueve su mano en frente de mis ojos para llamar mi atención.
—¿Dónde está Missasar? —Pregunto— ¿Y mi padre?
Abel viene de la cocina y se nos acerca, al estar frente a mí pregunta con preocupación— Estás pálida, hija. ¿Qué ocurre?
—Necesito hablar con ustedes —musito—. Primero, ¿dónde está Lanark?
—Eso te iba a preguntar yo. Ella se fue contigo —responde mi padre. Y me convenzo más de que tal vez sea cierto lo que me dijo el viejo de Kasama—. Hija, ven conmigo —me guía de la mano como a una niña pequeña—, mejor siéntate en el sofá, parece como si fueras a desfallecer.
—Riley, ¿qué ocultas? —Missasar aparece como una sombra. Me comienzo a sentir sofocada por ellos, aunque sé que solo quieren darme tranquilidad.
—Tal vez, sea una trampa —pronuncio entre dientes—, pero Kasama me dijo que una comisión de hombres lobos llegará a las afueras de la ciudad en menos de una hora y capturarán a Lanark...
—Espera, ¿qué? ¿Viste a Kasama? Ese viejo es malo, Riley. No debemos creerle lo que dice —inquiere Seb.
—Ya he gastado como cuarenta y cinco minutos hasta llegar aquí, ¿y si es cierto? ¡Missasar, por favor, sálvala! No perdemos nada si lo vamos a verificar —hablo desesperadamente tratando de tomar sus frías manos.
Abel frunce sus cejas y parece meditarlo— Ni siquiera podemos contactar con Lanark para saber su ubicación, y Rius salió como alma que lleva el diablo... ¿Riley, Kasama no te hizo nada malo? —Mi padre aproxima sus manos a mis hombros y su semblante se llena de angustia. Yo tranquilizo su pesadumbre al decirle que la intención de Kasama solo era conversar conmigo, omití la parte en que dijo que me mataría según sus prioridades.
Observo a Missasar meditabundo, pero conservando su típica compostura, no puedo detectar nada en sus ojos, parecen inanimados, desesperanzados. En todo este ambiente cargado de confusión, de pronto se oye un estrepitoso choque contra mi puerta, que nos obliga mirar hacia ella.
—¿Lo sienten? —Irrumpe atolondradamente Eliot en mi casa— Hay una presencia de hombres lobos, es casi imperceptible, pero no tengo duda de ello —por unos segundos nos quedamos viendo las caras sin saber que decir o hacer, hasta que Eliot replica— ¿Dónde está Abel y Missasar? —Seb y yo volteamos hacia nuestras espaldas y no vemos a ninguno de los dos.
De soslayo observo a Seb que ya comienza a preocuparse, pero no emite comentario alguno, en lugar de eso, con sus ojos, le hace indicaciones a Eliot para que deje de hablar.
—Ahora nos encargaremos nosotros, Riley. Tú quédate aquí —me ordena.
Ambos entran a la cocina y luego de unos segundos salen con dirección a la puerta. Me regalan una mirada de anuencia y desaparecen.
Tontos, ustedes también me creen una inútil; pese a eso, no me quedaré tranquila. Iré a ver a Lila para pensar en algo juntas.
Luego de que ellos atraviesan la puerta, pensando que con su supervelocidad ya no estarían en mi radio, salgo también. Y para mi sorpresa ellos están allí, congelados, viendo al hombre de levita negra con el que estuve hablando hace más de una hora.
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Editado: 25.03.2019