Esa fue la primera vez que los ojos de un vampiro me demostraron lo que realmente son: unos asesinos.
Esos ojos centelleantes amarillos, que se podían comparar a los de un león, me miraban feroces, acechantes como si a fuerza gritaran que yo ya era su presa.
Tuve miedo, pavor, desesperación. Sino fuera por Missasar tal vez hubiese muerto solo del susto.
Fue espantoso.
Nunca debimos haber venido a la fiesta.
Missasar me sube al auto y Lila se nos queda viendo y exige una explicación. No sé como lo hizo, pero Missasar la mira fijamente y ella cae dormida sobre su asiento.
Sin esperar ninguna orden, me limpio las lágrimas y enciendo el carro. Debo llevar a mis amigas a sus casas, sus padres estarán preocupadas por ellas, al menos puedo hacer eso.
No tengo idea de cómo será el día de mañana. ¿Qué pasará con Ana? ¿Cómo lo tomarán sus padres? Necesito ir a casa y hablar con los míos para ver, no sé, tal vez, si hay alguna forma para solucionar esto...
Después de dejar a cada una de mis amigas en sus casas, emprendo el viaje a la mía.
— ¿Seguro que ellas estarán a salvo? —le hago la misma pregunta otra vez.
Y él responde nuevamente lo mismo— Sí. El errante sabe que estoy aquí, así que a más tardar hasta mañana estará por esta zona.
— ¿Y qué pasará con Ana? —cuestiono apretando fuertemente el volante.
— Ella seguirá a quién la convirtió... Si es que no la matamos.
Freno de golpe el auto al escuchar eso.
¿Cómo puede hablar así? Ella es mi amiga.
— Ni pensarlo. Ana es Ana. Ella es mi amiga. Seguro podra vivir una vida como mis padres lo hacen —espeto y reclamo. Me restrego mis manos en la cara. Acabo de decirle que mis padres son vampiros también.
— Temo que no. Los errantes son vampiros que no están ligados a nadie, es decir, fueron mordidos por otros neoseres y ellos son incapaces de formar vinculos de subordinación como un sangre pura lo hace al convertir a un humano. Por ello los neófitos que crean mayormente se descontrolan y salen al mundo. Cuando son una grave amenaza deben ser eliminados.
— Debe haber otra solución. Vamos a casa y te presentaré a mis padres, ellos también son vampiros...
— Lo sé —dice entre dientes.
No tengo cabeza para asombrarme de que él sepa eso. A estas alturas eso ya no importa.
Llego a casa y bajo del auto. Mi puerta se abre antes de que yo gire la perilla. Mi madre me recibe y yo salto desesperada hacia ella. Necesito un abrazo, necesito sentirme segura y solo a su lado lo puedo estar.
Ella me abraza con la misma intensidad con que yo lo hago, pero luego entra Missasar y ella me aleja, aunque quedamos unidas solo por nuestras manos.
Abel y Sara observan fijamente a Missasar como impresionados y una sonrisa melancólica se forma en sus labios. Rápidamente se arrodillan y lo claman:
— Maestro. Bienvenido —dicen al unísono.
Frunzo el ceño y observo con descontento a Missasar. Él con su faz seria e imperturbable me observa a mí con sigilo y responde lacónicamente.
— Levántense —ordena. El vampiro parece adivino porque en realidad me parece burdo e indignante ese gesto de arrodillarse que hicieron mis padres ante él. Yo como su hija no puedo tolerar que ellos agachen su cabeza, eso para mi es humillante.
Pero ellos no sienten eso. Se nota que tienen un gran respeto hacia Missasar. Si ellos lo han llamado maestro, él debe ser el vampiro que los convirtió y según me contaron, ese vampiro los salvó cuando ellos estaban muriendo.
— No nos ha comunicado que vendría. Si nos necesitaba nosotros pudimos ir a visitarlo —dice mi padre dirigiéndolo a la sala.
— ¡Papá no hay tiempo para charlar sobre el reencuentro! —exclamo ofuscada. Debo contar lo que le ha pasado a Ana para que busquemos una solución— ¡Ana a sido mordida por un vampiro!
Mis padres inmediatamente miran a Missasar seguramente piensan que él fue. Pero Missasar hace un gesto con sus ojos abriéndolos y haciendo que su iris azul se convierta en rojo carmesí. El movimiento fue rápido y apenas perceptible para mí, solo vi un centelleo rojo.
— Ya entiendo —afirma mi madre Sara.
Tal parece que Missasar le ha mostrado telepáticamente todo.
— ¿Qué debemos hacer? —cuestiono apretando mi mandíbula por la impaciencia. Estoy angustiada y siento que mis ojos me pasan. He llorado mucho y hacía tiempo que no lo hacía.
— No podemos hacer nada —me dice mi padre tomándome del hombro— Tu amiga recibió el veneno a medianoche, es allí cuando el veneno es más fuerte e irreversible.
— ¿No me digas que la matarán? —suelto en un gemido. El rostro de mi padre se contrae de dolor. Y su silencio parece afirmar mi pregunta.
Lo mismo me dijo Missasar. ¿Acaso está influenciando en mis padres su pensar? Esa trasmisión de información pudo envolver también la voluntad de ese sangrepura.
Mis padres pueden estar siendo manipulados. Eso es lo más probable.
Mis ojos viajan hacia Missasar y le regalo una mirada cargada de recelo. No me gusta para nada cómo se han tornado las cosas.
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Editado: 25.03.2019