"Sólo aquél que éste destinado a comprender, será el único en caer.
Cuando vea su destino aparecer, sabrá lo que él debe hacer."
Aquélla frase marcaba el inicio del sueño, ese mismo sueño que se repetía cada noche, donde una brillante pluma plateada caía al verde suelo, donde una extraña criatura crujía los dientes tras la maleza, donde los cascos de un caballo se oían en la lejanía, donde la ceniza se alzaba en el oscuro cielo estrellado.
Justo ahí, fuera de la espesura de la maleza, se hallaba un campo de batalla.
Repleto de soldados de brillantes armaduras montados en grandes y poderosos caballos que combatían en tierra contra un sinfín de extrañas criaturas parecidas a búfalos con grandes cuernos que andaban en dos patas, exhibiendo inmensas manos que sujetaban con fuerza sus afiladas hachas.
Aquellas criaturas extrañas poseían una fuerza descomunal, que diezmaban rápidamente a los valerosos hombres de brillante armadura en la batalla, y cuando parecía que hasta el último de ellos caería en el olvido, unos fuertes gritos se dejaban oír en el cielo desde dónde se mostraban enormes criaturas aladas que se conocían como grifos, montados por valerosos hombres y mujeres que lanzaban con ímpetu, grandes cantidades de flechas de fuego contra aquellas bestias.
Pero ellas símplemente parecían no tener fin, pues cuando el último de los búfalos con cuerpos de hombre cayó, una monstruosa criatura apareció...
Los rayos de sol que se colaban por las ventanas de vidrio que daban a la calle, pronto terminaron por despertar a una bolita que se revolvía entre las sábanas, pronto aquél bulto comenzó a moverse con mayor intensidad mientras retiraba aquellas sábanas que cubrían su cuerpo, dejando ver a una joven de veintiún años con los ojos y el largo pelo de color café, que pronto se puso de pié, desperezándose y encendiendo la luz de su habitación.
-¡Vio, se te hace tarde!, recuerda que hoy debías ir más temprano a la Universidad por el paseo al que los invitaron y ya son casi las ocho.- Resonó una voz femenina.
Y ante aquello, la joven que respondía al nombre de Vio, salió disparada al baño tomando todo lo necesario para asearse y prepararse.
No hizo falta más tiempo que unos quince minutos para que una apresurosa joven emergiera de su habitación, tomara el desayuno con la misma prisa y despidiéndose de la misma manera de sus padres, para luego dirigirse a la calle, vistiendo unos jeans claros y una campera rosa, con una mochila cargada de un cambio de ropa, comestibles, cuadernos, cargadores de celulares entre otras cosas.
Y luego de aproximadamente una hora, después de correr durante casi un kilómetro, Vio llegó a su destino y justo a tiempo pues el bus que los recogería de la Universidad y los llevaría al paseo, ya se encontraba alzando a los alumnos uno por uno.
-Buenos días jovencita, los tiques ya fueron repartidos, puede tomar el asiento libre aquí frente a la ventanilla abierta.- Agregó un hombre, vistiendo el uniforme característico de la empresa de excursiones.
Y sin perder tiempo, Vio se dirigió a su lugar.
Días atrás, había llegado al curso una invitación a visitar un destino turístico muy recurrido, se trataba de las ruinas de un antiguo castillo de piedra repleto de pinturas y estatuas que adornaban tanto el interior como el exterior y que guardaban en sus paredes, numerosas leyendas y grabados bajo una lengua extraña no descifrada.
El viaje había sido largo, los autos y las ciudades se convertían a ratos en un campo verde, luego en una zona boscosa para al final convertirse en grandes y antiguos muros con una improvisada y nueva portería dónde el bus se había al fin detenido, después de tres largas horas de viaje.
Y sin perder tiempo, una vez que las puertas fueron abiertas, cada viajero descendió del bus, enseñando el ticket en portería para luego ingresar al fin a su destino final.
-Bien chicos, a partir de aquí pueden formar grupos y recorrer las zonas que más les agraden, asegúrese de anotar todo lo que les llame la atención porque después de volver les haré una pequeña prueba de la experiencia que tuvieron aquí.- Agregó una mujer, quién sería la maestra encargada.
En poco tiempo aquél grupo de aproximadamente cuarenta personas se separó y se redujo en grupos mas pequeños que se alejaban entre cuchicheos hacia un lado y hacia el otro. Finalmente había un "grupo" de una sola persona y sin duda se trataba de Vio, quién nunca se había sentido muy a gusto en los trabajos en equipo sino que prefería más bien, alejarse de todo aquello y contemplar por si misma el escenario que tenía frente a sí aunque eso supondría que tendría el doble de trabajo en la investigación para la prueba.
-Por dónde debería ir...- Susurró la joven para sí.
Eligiendo al final acercarse a un llamativo muro que exhibía grandes grietas en su antigua estructura pero que de igual forma aún presumía pequeños grabados de letras y dibujos en la piedra.
Vio no era precisamente una dibujante certificada pero sin perder tiempo había tomado sus apuntes, tratando de imitar uno de aquellos dibujos que se asemejaban a un grifo mitológico con una rara inscripción bajo él, y luego de haber terminado aquél boceto, la joven comenzó de vuelta su recorrido, copiando cada grabado con forma extraña que despertara su curiosidad y boceteando cada imagen que podía comprender, así mismo también tomaba algunas fotografías en su móvil de las que no podía dibujar.
Al pasar el tiempo, cuando el sol se alzó en el alto cielo denotando el mediodía, la joven de pelo café se dirigió bajo la sombra de un frondoso árbol que había abierto una gran grieta en las paredes y el techo de lo que antes habría sido una alta torre pues ahora solo quedaba de ella nada más que la piedra rasgada y resquebrajada colocada en forma circular, que se alzaba por aproximadamente cinco metros para luego terminar en la copa del árbol que daba hacia el cielo.
Editado: 01.07.2019