La predicción de Madame Clarice

Capítulo 10.

Nos encontramos nuevamente en la misma habitación, nuevamente le pagué los mismos trescientos dólares a una de las chicas del club, pero esta vez no había comida. No es que Agatha no se preparara para el viaje esta vez, es solo que en el caos olvidamos una bolsa con comida en casa de su padre. Naturalmente, como hombre, fui en busca de algo comestible. Pero no podía ir muy lejos por la tormenta y no había nada cerca, excepto la máquina expendedora, donde había pocas cosas adecuadas para una niña. Al final cogí unas galletas, agua y zumos, pero tras mirar la barra decidí llevarme una pequeña botella de whisky.

- ¿Esto es para tu esposa o para la niña? - se rio el barman, ofreciéndome un par de vasos.

- Es para mí. Estoy muy cansado.

De hecho, me sentí como un limón exprimido. Ya no me importaba si el sueño era profético o no, sólo quería relajarme y no pensar en nada, y además me dolía mucho la cara. Aunque Walter padecía el cáncer, sus golpes fueron potentes. Habiendo tomado todas mis compras, subí a la habitación. Botoncito volvió a quedarse dormida tan pronto, como su madre la acostó en la cama, pero Agatha estaba esperando mi regreso, sentada en el borde de la cama.

- Se quedó dormida sin cenar, pobrecita. - dije poniendo galletas y bebidas en la mesa pequeña.

- Sí. Estaba muy emocionada por la mañana, estaba caprichosa en el tren, y luego papá... - suspiró Agatha.

- ¿Tu padre siempre reacciona así ante aquellos que no le agradan?

- No, es una persona muy buena, todos en la zona lo respetan. Lo que pasó es mi culpa.

- ¿Crees que no deberías haber venido? - Pregunté directamente, sirviéndome el whisky.

- No, ese no es el punto. Quería vernos a mí y a Botoncito. - ella suspiró. - Sólo que él no puede perdonarme por decepcionarlo.

Le indiqué con un gesto, si quería un poco de whisky también.

- No, gracias. No bebo alcohol en absoluto. - ella lo rechazó.

- Hasta cierto punto puedo entender a tu padre, pero no me parece, que echarte de casa estando embarazada, no es una cosa digna para un cristiano. - dije y tomé un sorbo de bebida.

- ¡¿Qué entiendes sobre el cristianismo?! - ella se sintió ofendida. - Si no lo hubiera engañado y admitido todo de una vez, tal vez todo hubiera sido diferente. Pero yo sigo mintiéndole.

- Tu tía me contó tu historia en términos generales.

En ese momento se me ocurrió la idea más estúpida. Si no pude convencer a su padre de que escuchara con calma a su hija, la comprendiera y la perdonara, entonces tal vez pueda encontrar al idiota que le hizo una niña y desapareció. Es probable que no tenga idea en qué condiciones está creciendo su hija, o mejor dicho, que la tenga.

- Pero me gustaría escuchar en tu interpretación. Por así decirlo, tu versión de lo sucedido. -  pregunté.

- ¡Que voy decir! Lo que pasó, pasó. Nunca podrá ser devuelto. - ella hizo un gesto con la mano. - Pero tengo la mejor hija del mundo.

Acarició suavemente la cabeza de la niña dormida.

- Por favor, cuéntame. – pedí de nuevo.

- Está bien, - respondió ella, tomando una galleta y abriendo una botella de agua. - Hace cuatro años, cuando cumplí diecinueve años, decidí ir a la capital para ingresar al conservatorio.

- ¿Al conservatorio? - Me sorprendió, pero al recordar el piano de la biblioteca, me di cuenta de que era Agatha quien lo tocaba.

- Sí. Me encantaba la música desde pequeña y mi madre tenía muchas ganas de que me convirtiera en una pianista famosa, pero mi padre estaba en contra. Ya escuchaste lo que piensa sobre la capital.

- ¡Bueno, sí! – Sonreí y lo imité. – Es un foco de pecado.

- Por eso decidió casarme. No puedo decir nada malo de ese hombre, pero no sentía nada por él, no quería casarme en absoluto, esperaba convencer a mi padre para que me dejara ir al conservatorio. Además, me gustaba un chico completamente diferente. Él era también musico, tenía un grupo.

- ¿El guitarrista?

- Si. Entonces le dije a mi padre que podría encontrar un lugar para el pecado en cualquier parte. - Ella sonrió amargamente. - Le mentí a mi tía diciéndole que iría a la ciudad con mi hermana a buscar un vestido de compromiso, pero en realidad fui con ese guitarrista, su grupo y unas amigas al festival de rock “Live Life”.

- ¿En la Costa Blanca? - Aclaré, porque una vez estuve allí por el caso de uno de mis clientes.

- Sí. Los dos primeros días transcurrieron muy bien, parece que nunca antes me divertía tanto. Y el tercer día decidimos asistir a una fiesta de disfraces en el hotel, ya que teníamos que salir por la mañana. No sé quién, no sé qué me pusieron al jugo, pero pronto empecé sentirme muy intranquila, como si el diablo se hubiera posesionado de mí. Todo ardía por dentro y quería un hombre con una fuerza increíble. - dijo y se sonrojó como un tomate.

- Lo más probable es que te hayan drogado con algún tipo de droga. - Adivine.

- No recuerdo bien que hice, bailaba, bebía, me besaba alguien. Cuando entendí que algo me pasaba fuera de lo normal, decidí ir a mi habitación. Quería tomarme una ducha fría e intentar a dormir. Pero mi amiga se llevó allí un chico del grupo, para tener sexo y no me abrió la puerta. Entonces pensé subir a la habitación del guitarrista, pero en lugar de su habitación, entré en la otra, que estaba abierta y allí había un hombre. - Se cubrió la cara con las manos. - No recuerdo lo que pasó después, o más bien me da vergüenza siquiera recordarlo. Ese extraño se convirtió en mi primer y último hombre.

- ¿Qué? ¿Me estás diciendo que no has tenido sexo con nadie en todo este tiempo? - Me sorprendió. - ¿Ese incidente te asustó tanto? ¿Te obligo hacer lo que no querías?

- ¿Me obligó? - Se quitó las manos de la cara. - Tal vez, aunque sospecho, que era yo, quien lo obligaba. Pero no era ese accidente el culpable de mi vida de monja. No tuve tiempo para los romances. ¿Sabes siquiera cuánto tiempo requiere un niño pequeño?




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