La predicción de Madame Clarice

Capítulo 16.

Agatha.

Abrí la puerta con mi llave y me encontré con Alba, mi ángel de la guarda y la persona más increíble i buena del mundo entero.

- ¿Tan tarde? ¿Qué pasó? – preguntó ella.

- Nada. Era el cumpleaños de Martha, así que después del turno en la sala de tratamiento lo celebramos con pasteles y cafés, - le expliqué sonriendo. - ¿Cómo estáis vosotras?

- Estamos bien, le escribimos una carta a Papá Noel, - me entregó un sobre decorado con garabatos multicolores.

- ¿Qué hay ahí? ¿Quiere una muñeca o un conejito? - Pregunté en un susurro para que mi hija no me oyera.

- No, querida, ella quiere a papá. - susurró Alba de la misma manera.

- Yo también lo quiero, pero ¿dónde puedo conseguirlo? - Sonreí amargamente.

- Necesitas mirar a tu alrededor, Agatha. Eres una joven muy hermosa. Deberías ir a las discotecas y las fiestas, no quedarte en casa, - me reprochó.

- ¿¡Como no?! Voy allí todos los fines de semana. - Sonreí.

- No para trabajar de camarera, sino para divertirte, conocer hombres.

En ese momento, mi hija salió del dormitorio y corrió hacia mí gritando “mamá”. Dejé el sobre en la mesita, la levanté y la besé fuertemente en la mejilla.

- A Botoncito y a mí no necesitan los que andan allí. ¿Es verdad, mi rayo de sol?

La niña no estaba del todo de acuerdo conmigo y quiso bajar al suelo.

- Bueno, no existen tales hombres perfectos de los que necesitas, - refunfuñó Alba insatisfecha. - ¿Quieres desayunar?

- No, gracias, yo misma llevaré a Botoncito al jardín de infancia. - dije y, dejando el bolso en el suelo, comencé a vestir a la niña.

- Después ve al supermercado, compra patatas y una botella de aceite, - Alba me entregó dinero y la mochila de Botoncito.

Tomé la mochila, pero rechacé el dinero.

- No es necesario, ayer me transfirieron el bono de Año Nuevo, por lo que ya debería llegar a la cuenta del banco.

- Si llegó o no, esa es otra cuestión. Tómalo por si acaso. - Insistió Alba y metió los billetes en mi bolsillo.

Cada vez me sentía más y más incómoda aceptar su dinero. Mi hija y yo ya vivíamos gratis en su departamento, ella cuidaba a Botoncito, cuando yo trabajaba, compraba comida y me ayudaba con muchas otras cosas. No podría haberlo hecho sin ella. Sabía que ella hacía esto por la bondad de su corazón y nos amaba sinceramente, ya que no tenía a nadie más. De hecho, nos convertimos en una sola familia, por eso Alba tenía muchas ganas de que yo fuera feliz y encontrara al hombre de mis sueños. Quizás por eso me envió al súper, donde trabajaba Jonathan, como guardia de seguridad, un buen tipo, pero no era mi sueño en absoluto.

De hecho, no necesitaba ningún hombre en absoluto. A mí me bastaron los Botoncito y Alba. Además, no había tiempo para la vida personal. Trabajaba en un hospital y por las noches, si estaba libre, trabajaba como camarera en un club de música local. ¡Eh, música! Una vez quise ser músico, estudiar en un conservatorio, tocar en algún grupo, pero la vida resultó completamente diferente y ahora solo miraba desde lejos cómo alguien tocaba el teclado.

- ¿Estás lista? - Le pregunté a mi hija.

- Listo. - respondió la niña y tomó el sobre con su carta a Papá Noel.

Nos despedimos de Alba y nos fuimos a la guardería. En el camino, Botoncito, al ver un buzón amarillo, corrió hacia él y trató de poner un sobre. Para ser honesta, no esperaba esto; ella nunca antes le había enviado cartas a Papá Noel. Al parecer en la guardería le explicaron que las cartas se meten en un buzón para que lleguen al destinatario. No privé a mi hija de ilusiones, esperando que los trabajadores postales ya estuvieran acostumbrados a este tipo de cartas y no les prestaran atención. La levanté y ella misma metió el sobre pintado en la boquilla de la caja.

- ¿Papá Noel la recibirá? - ella me preguntó.

- Ciertamente.

Mi respuesta calmó a la niña y continuamos nuestro camino al jardín de infantes. Luego de besar a mi hija, desearle un buen día, y entregarle su mochila a la maestra, la dejé al cuidado de una institución gubernamental y me dirigí a la tienda. No pude escabullirme sin que Jonathan me viera, incluso poniendo la capucha.

- Hola Agatha.

- Hola, Jonatan, - respondí, bajando la vista, porque sabía lo que se avecinaba.

- ¿Quizás podamos ir al cine?

- ¿Cuándo? Sabes perfectamente que trabajo en el club todas las noches o hago el turno de noche en el hospital.

Esto era casi cierto, excepto que solo me quedaba un turno de noche esta semana y mis servicios aún no eran necesarios en el club. En principio podría haber ido al cine con él, pero después de aquella cena, a la que yo lo invité a nuestra casa ante la exigencia de Alba, Jonathan empezó a imaginar quién sabe qué. Por eso, traté de llevar nuestra relación al cauce anterior, ser simples conocidos y vecinos, pero no quise ofenderlo con una negativa tajante.

- Será mejor que invites a Sandra, - dije y asentí con la cabeza hacia la cajera, que nos observaba de cerca, porque sospechaba, que le gustaba Jonatan.

- Entonces iré al club, - continuó el chico.

- Por supuesto, puedes venir allí, pero yo voy a trabajar allí, no me relajo, así que, si esperas que pueda dedicarte tiempo, entonces esto es una estupidez.

- Entonces, ¿tal vez podamos ir a algún lugar para la Navidad?

- No, tampoco funcionará. Botoncito y yo iremos con mis familiares. - Tuve que mentir, - Lo siento, todavía tengo muchas cosas por hacer.

Finalmente logré deshacerme de él y fui casi corriendo hacia el mostrador de patatas. "Tendré que ir a otro super, porque ya es insoportable. ¿Por qué no entiende que no quiero ir con él a ningún lado?" - suspiré, poniendo una bolsa con patatas y una botella de aceite en la cinta.

 De repente mi teléfono sonó. Lo saqué del bolso y vi, que era mi padre. Me detuve sin saber qué hacer. Él nunca me llamó, solo llamé a mi tía algunas veces, no a menudo y por muy poco tiempo, solo para saber cómo estaban y mentirle que para mí todo estaba bien. ¿Pero qué tendría hacer ahora? ¿Responder? Han pasado más de tres años desde la última vez que vi a mi padre. Lo perdoné hace mucho tiempo. ¿Y él me perdonó?




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