AL OTRO DÍA SIGUIENTE
Noah se levantó con el cuerpo agarrotado y un sutil olor rodeándolo. Estaba sudando en fiebre, le dolía la cabeza y sentía pinchazos por todas partes.
—No, no, no… —repitió a sí mismo sintiéndose aterrado.
Noah estaba presentando su designación en el peor momento posible. Aun las cosas con su mejor amigo estaban tensas. Debía arreglarlas. Tenía que darle un abrazo y decirle a Ocean que todo estaba bien entre ellos, y que, independientemente de lo que pase, siempre estarán juntos.
Un desespero impropio dominó al chico. No le importó estar en pijamas, él simplemente se escabulló por la ventana para no encontrarse con sus padres y fue directamente a la escuela. Durante el camino llamó a Ocean, mostrándose desesperado y suplicándole que por favor llegara a la azotea del edificio de no-designados.
Noah, a sabiendas de que no lo iban a dejar entrar sin uniforme, trepó uno de los árboles que decoraban la acera bordeando la escuela. El chico se coló en la escuela dando un salto por encima de la muralla. Los tobillos le dolieron cuando aterrizó al suelo, pero no se permitió siquiera quejarse. Prefirió buscar la escalera fuera del edificio que lo guiaba al tercer piso, es decir, la azotea.
El estómago le cae en picada, al fijarse que debía brincar para tirar de la escalera y que esta caiga a su merced. Sin vacilar, tomó impulso, y brincó, fallando en el primer intento. El corazón le iba deprisa. La desesperación y el miedo lo tenían al borde de la locura. Él solo quería fundirse en los brazos de su mejor amigo, su lugar seguro. También, quería decirle todas las cosas que no se atrevió antes. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Aquello no era el fin del mundo, pero todo su interior sentía que sí, porque ambos no habían acabado muy bien luego de la discusión del día anterior. Además de que sus hormonas estaban revueltas, le dolía todo y podía sentir como estaba más sensible.
Noah corrió desde más lejos y brincó, una de sus manos logró colgarse de la escalera; sin embargo, se desequilibró, tanto la escalera como él cayeron. Ahogó un quejido, su espalda dolió y tenía la cabeza dándole vueltas, pero él sabía que no podía detenerse.
Rápidamente, se puso de pie, trepó esas escaleras sin mirar atrás, venciendo el ligero miedo a las alturas y dispuesto a llegar a esa azotea antes de que lo atrapen.
Llega a la pequeña baranda que protege a los estudiantes de ciertas locuras y brinca hacia dentro. Justo cuando cae, la puerta que conduce hacia el edificio se abre de par en par, revelando a su mejor amigo, Ocean.
Noah revienta en llanto a la vez que corre desesperadamente para abrazarlo. Ocean lo recibe en brazos, apretando su cintura con fuerza y cerrando los ojos como si aquella fuera la última vez que lo fuera a ver.
—Ya está, Noni. Ya pasó, —murmuró Ocean acariciando la cabeza del más bajo.
Ocean repartió besos cerca de la oreja de Noah e incluso le acarició el rostro con ternura. Él estaba dejándose llevar por los impulsos que siempre reprimía. “¿Pero cómo no hacerlo?” Se preguntó desalentado. Nada le lastimaba más que ver a su mejor amigo llorar. Buscó acunar el rostro del más bajo. Ocean necesitaba mirar esos ojos marrones entre el revuelo de pestañas.
—No me quiero ir… —lloriqueó Noah. —Quiero estar contigo.
Ocean asintió comprensivo, a la vez que relamía sus labios. A todas estas, ninguno de los dos deshacía por completo la estrecha cercanía que tenían en estos momentos.
—Estaremos juntos, precioso.
—¿Cómo sabes? —Gruñó Noah con molestia. —Apesto a omega.
—¿El doctor te lo dijo? —Preguntó asombrado, pero el más bajo negó. —¿Entonces?, ¿cómo estás tan seguro?
Noah se encogió de hombros.
Ocean resopló y relamió sus labios.
—Déjame olisquearte.
La sugerencia hizo temblar al más bajo. Aún no había respuesta a cambio cuando Ocean restregó su nariz por el cuello de Noah, haciendo estremecer a este último. Un descarado gemido estuvo a punto de salir desde lo más profundo de la garganta. Y, no tan solo eso, Noah se estremecía con el aliento y los suaves labios de Ocean rozando su piel sin disimulo. Luego, escuchó su profunda voz, dejándole sumiso y dispuesto para él.
—Mandarina, —hace una pausa. —Hueles a mandarinas, mi olor favorito.
Tan pronto la aclaración sale de la boca de Ocean, el cuerpo de este empieza a desprender una cantidad explosiva de feromonas.
“Por el jodido infierno.” Pensó Noah, sin creer que estaba viviendo el momento más caliente que ha experimentado alguna vez.
Su mejor amigo se vio orillado a presentarse luego de olfatear sus feromonas.
Ocean estaba dejando marcada su designación, la cual olía a una elegante esencia de pinos.
De un momento a otro, Ocean pegó sus labios a la glándula de olor de Noah y succionó queriendo de ese dulce néctar que le tenía con la mente nublada.
—Eres mi omega. Eres mío. Mío. mío, —gruñó Ocean, antes de volver a la carga y continuar con la marca que estaba dejando en el cuello del más bajo.
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Editado: 22.09.2023