La primera dama

CAP 25: Te olvide

—Diré que me enamoré de otro y no puedo seguir con este matrimonio. Además, querido, nadie sabe que soy tu esposa.

—¿Así que te sacrificarías? Jajaja... ¿Y qué ganarías con eso?"

—Tu protección. Aunque nos divorciemos y te cases de nuevo, seré tu exesposa, y eso sigue siendo tu responsabilidad. Sé que cuidas bien de los tuyos.

Santiago se levantó dispuesto a irse. Por alguna extraña razón, se sintió molesto. Al verlo queriéndose ir, Sofía lo tomó de la mano. Cuando Santiago vio su mano sujetándolo, no pudo evitar ver el hermoso diseño de la henna. Santiago observó su mano. El diseño de la henna, que ayer apenas se distinguía con el atardecer, hoy brillaba perfecto bajo la luz del día. Tomó su mano y la giró. En la palma, aún con trazos difusos, apareció un nombre.

—¿Santiago? Aun cuando dices no amarme, llevas mi nombre escrito en tu piel.

—¿De qué hablas?

Ahora Sofía se sentía inquieta y nerviosa. No solo fue que la vio semidesnuda al entrar sin aviso, ahora resultaba que era su nombre el que estaba escrito en su mano. Se sintió extremadamente indefensa ante sus reclamos.

—Está escrito en tamil, pero aun así dice "Santiago".

Santiago sonrió al verla confundida. Saber que su nombre estaba en su piel, aunque borroso, le daba una sensación de triunfo. Ella aún le pertenece. …

—Nos vemos luego.

Se acercó a Sofía y le dio un ligero beso en los labios, y fue mostrando una sonrisa que nadie le podía quitar.

—¿Qué se supone que fue todo eso? ¿Cómo es que tengo su nombre en la mano? ¿Y por qué él sabe tamil? Ahhh... Aisha, te odio.

Sofía estaba ruborizada por la vergüenza. No entendía su comportamiento y, aun si eso la desconcertaba, lo que la confusión más era la inexplicable sensación de calidez que sentía al rozar sus labios.

Los días posteriores a eso, Sofía salió a recorrer todo el lugar. La playa y el hotel en sí eran paradisíacos. Habló previamente con Santiago para que pasaron juntos el último día y, de esa forma, pudieron tomar fotos para mostrárselas a sus familiares y amigos.

—Entonces mandaste de regreso a tu amante.

—Es mi novia.

Santiago no entendía por qué, pero la indiferencia de Sofía ante la situación en la cual ambos se encontraban lo molestaba. Creía firmemente que solo era odio por obligarlo a casarse, entonces ¿por qué cuando habló del divorcio lo tomó de manera tan relajada? Se sintió molesto.

"¿Qué pretende, Sofía? ¿Por qué no logro descifrarte?"

Ante la respuesta de Santiago, Sofía soltó una carcajada.

—Y yo, tu esposa. ¡Qué situación más graciosa! Bueno, hoy vamos a dar un paseo en el mar, un paseo en bote y unas fotos en el hotel. Para culminar, una caminata a orillas del mar.

—Te parece si desayunamos primero?

—Bien, y de paso me cuentas tus propuestas. Quiero ver si puedo ayudarte en algo.

Sofía y Santiago desayunaron y conversaron sobre las propuestas para la mejora del país, no solo durante el desayuno, sino también a lo largo de todo el día.

Al finalizar el día, se encontraban caminando a orillas del mar, donde la luna menguante se imponía en el cielo, acompañada de constelaciones a su alrededor. El silencio entre ambos era tan cómodo, como si se conocieran de toda la vida. Incluso, era tan placentero solo mirar el reflejo del cielo en el mar, dando una sensación de paz y tranquilidad.

—¡ay!…

—¿Por qué suspiras?

Sin darse cuenta, Sofía recordó los días en los cuales se pasaba todos los recesos en el colegio conversando con Lion sobre la mejora para el país. El tiempo pasaba rápido, pero nunca se cansaban de eso. Todos sus planos, sueños y promesas terminaron en un abrir y cerrar de ojos. Una lágrima bajó por su mejilla sin que pudiera detenerla.

—Solo pensé que harías un buen trabajo en los años de gobierno.

Santiago volteó, y al ver la lágrima que bajaba, no pudo evitar sentirse culpable. Estiró una mano y se lo seco. Era inevitable no fijarse en una mujer inteligente y astuta; Sin embargo, aún sentía que había algo que escondía en su corazón y que no estaba dispuesta a contarle.

—Ya lo creo, sería realmente bueno si pudieras entrenar a Serena.

Aun si era así, Santiago preferiría verla enojada a triste, por lo que cambió de tema deliberadamente.

—Te lo digo, Santiago. Mantén a esa mujer fuera de mi radar. Puedes tener tantas mujeres como quieras mientras estemos casados, pero nunca en tu maldita vida se te ocurre poner a una delante de mí. Mantenlas lo más lejos posible.

—Dices que puedo tener amantes, pero no permites que estén a tu lado. ¿Porque podrías golpearlas? Si estás celosa, solo dilo.

—No seas infantil. ¿Quién en su sano juicio espera que su esposa y amante sean amigas? Estás loco.

—En verdad me has olvidado.

Sofía caminó unos pasos delante suyo, lo miró con una sonrisa desconsolada y habló:

—Te dejé de amar y te olvidé hace trece años. No guardo ningún sentimiento hacia ti. En este momento, nuestra relación es como un libro nuevo: son hojas blancas que van siendo escritas poco a poco. No espero que me creas ni pido que me ames, pero si podríamos ser buenos aliados y amigos en el tiempo que nos queda, ¿no lo crees?

Santiago se rehusó a creer en lo que veía y escuchaba. Algo en el fondo de su corazón deseaba albergar la idea de que ella aún lo amaba. Cada vez que escuchaba de su boca decir eso, sentía como si alguien apretara con fuerza su corazón.

— ¿Qué pasa si digo que no puedo creerte? Siento que finges ser madura, pero en cualquier momento saldrá esa niña caprichosa que me seguía a todos lados.

—Eso se acabó. Crecí y creo que el tiempo de rogar por amor termino. No deseo forzarte a seguir con este matrimonio; por ello, te daré al divorcio después de conseguir lo que deseo.

Santiago no pudo controlar su enojo al escucharla hablar de esa forma, por lo cual alzó la voz al hablar.




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