La primera dama de Villa Torrente

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Pasaron algunas semanas y Felipe no sabía nada de Paloma, intentó buscarla varias veces en la montaña, pero sus esfuerzos fueron inútiles. No sabía que pensaba ella de lo sucedido y si sus sentimientos eran correspondidos o solo le había dado más motivos para que lo despreciara. Ella simplemente había desaparecido de la fiesta con su acompañante sin dejar ningún rastro.  

Su padre seguía programando los encuentros con la señorita Fontalvo, pero él había logrado evadir la mayoría de ellos exitosamente. Sinceramente no la toleraba y sentía que, si lo seguían forzando a tan incómoda situación iba a terminar explotando, aunque eso provocara que el general estuviera cada día más iracundo y Carlina más insistente en buscar su compañía. Además, después de la fiesta, su padre le había reprendido fuertemente por la pelea con el gobernador, ya que él como su futuro sucesor estaba en la obligación de mantener buenas relaciones con aquel hombre. Le ordenó ir personalmente a disculparse, pero Felipe no cedería ante semejante petición así tuviera que renunciar a su herencia y apellido. Lo único que le importaba era encontrar a Paloma, hablar con ella sobre lo ocurrido y saber que relación tenía con el hombre que la acompañaba en la fiesta.

Decidió montar su caballo e ir a buscar a Aquileo, quien era la única persona de confianza que podía ayudarle en ese momento. Llegó al cuartel que dirigía su padre con la intención de encontrar al soldado y procurando que el general no se enterara de su presencia en el lugar, no quería causarle más enojo del que ya tenía en su contra. Encontró a Aquileo en una de las caballerizas, lo saludó afectuosamente y le puso en contexto de la situación pidiéndole su prudencia y ayuda. El soldado le manifestó que podía contar incondicionalmente con él. Se disponía a irse con Aquileo a la montaña, cuando de repente vio a una figura que se movía sigilosamente hacia la oficina de su padre, escabulléndose de manera ágil entre las caballerizas aprovechando la ausencia de los demás soldados e ignorando la presencia de Felipe y Aquileo. Al parecer conocía los horarios y turnos que se manejaban en el cuartel, porque solo alguien con la certeza de no ser atrapado, se atrevería a entrar al lugar de esa manera. El único problema era evadir a los soldados que cuidaban la entrada a la oficina del general, pero sorpresivamente, el intruso había abierto las cerraduras de todas las caballerizas. De pronto, se escucharon varios disparos fuera del cuartel y los caballos comenzaron a correr descontroladamente. Felipe le ordenó a Aquileo que llamara a los soldados que hacían guardia en la oficina de su padre para que le ayudaran a atrapar a los caballos y le pidió que le prestara su arma. Quería darle paso al intruso y descubrir a que había venido, advirtiéndole al soldado que no le contara a nadie lo que habían visto.

Paloma aprovechando el caos que había provocado, corrió hacia la oficina del general llegando oportunamente para impedir su salida del lugar, le apuntó con su arma mientras ajustaba la cerradura para que nadie más pudiera ingresar. Felipe alcanzó a escuchar cuando la cerradura se ajustaba y se ubicó tras la puerta con el arma lista por si llegaba a presentarse alguna eventualidad que requiriera de su uso. Sabía que quien estaba adentro era Paloma y solo rogaba que no lo pusiera en una situación en la que le obligara a proteger a su padre, aunque eso implicara atacarla a ella.

-General, le ruego que se siente. El asunto que tenemos que discutir es importante-le solicitó Paloma aún apuntándole con su arma.

- ¡Yo no tengo nada que hablar con una delincuente! -le respondió el general exasperadamente y apuntándole también.

-Me gustaría que la conversación fuera amable, usted y yo tenemos algo en común que nos interesa y que podríamos solucionar juntos-le dijo al general mientras le entregaba su arma-esta es mi muestra de confianza, solo le pido que me escuche y después decida lo que crea más conveniente.

El general se mostró sorprendido y a la vez intrigado por la actitud de Paloma y por ese tal asunto que quería discutir con él. Extrañamente, ese carácter tan decidido se le hizo familiar y evocó fugazmente en su memoria un recuerdo nostálgico.

-Está bien, la escucho, veo que no es tan irracional como pensaba-respondió el general accediendo a su petición y considerando que ya prácticamente la había detenido y que no tendría escapatoria.

Felipe no entendía a que se refería Paloma. ¿Que podría tener ella en común con su padre que le llevara a buscar una alianza aun sabiendo de la amistad del general con el gobernador? Se acercó más a la puerta para no perder ningún detalle de la conversación.

-Sé de su situación con el gobernador Gerardo Marroquín. Sé que le envió con su hijo Felipe todos los títulos de sus propiedades para respaldar la deuda que tiene con él, lo más lamentable es que su hijo no sabe el contenido del paquete que le entregó al gobernador. También sé que el gobernador lo estafa con los intereses que le cobra por el dinero que le debe y que usted ha tenido que hacer grandes esfuerzos para responder a sus exigencias.

El general no daba crédito a lo que escuchaba. Había mantenido su pose rígida hasta entonces, pero ante las palabras de Paloma se derrumbaba frente a la realidad que representaba su situación actual, sabía que era muy probable su ruina si las cosas seguían así. Felipe tras la puerta no podía creer lo que estaba escuchando, pensaba con ira en lo abusivo que era el gobernador y con decepción en la falta de confianza que le tenía su padre para no haberle comentado sobre algo tan delicado. Él, a quien le insistía constantemente en asumir sus responsabilidades como el heredero Torrealba, había sido totalmente ignorado en un asunto que comprometía la fortuna de su familia.



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En el texto hay: romanticismo, aventura

Editado: 30.03.2023

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