La Princesa de Hielo

Capítulo 4: Trato hecho

Al oír ese nombre y ver al sujeto más detenidamente comprendí la situación. A mi salida del Departamento de Operaciones Especiales, alguien tuvo que tomar mi lugar. Supe que mi sucesor también se llamaba William, eso junto con el hecho de que aquel sujeto estaba armado y tenía una credencial de identificación de la misma organización, dejaba claro que tenía enfrente a quien ahora ocupaba mi viejo puesto. Ahí solo podía estar gente entrenada y, sí, también muy peligrosa. Él parecía temperamental, lo que explicaba que la reacción de la Princesa de Hielo.

 

Me pare en seco y gire para encararlo. Para mi suerte, aunque yo no lo conocía a él, William sí sabía quién era yo y seguramente estaba al tanto de mi historial, ya que, al verme más de cerca, ahora era él quien parecía haber visto a un fantasma.

 

—¿Te puedo ayudar en algo? —Dije con el tono más amenazante que pude al tiempo que retiraba bruscamente su mano de mi saco y lo miraba fijamente a los ojos.

 

Él me soltó y dio un paso hacia atrás. Yo me acomode mi saco y voltee para buscar a mi acompañante. La vi a nuestro lado, estaba confundida por la situación y sin saber que hacer.

 

—Tu eres… —Comenzaba a decir William cuando lo interrumpí para que no hablara de más.

 

—Lo siento tenemos prisa —le dije a él—. Vámonos —le ordene a la Princesa mientras la tomaba por el brazo y la jalaba para seguir nuestro camino.

 

Ella no pudo hacer más que obedecerme sin decir nada. William simplemente quedo inmóvil. Unos metros más adelante solté el brazo de ella y seguimos caminando en silencio hasta llegar a la cafetería.

 

Al entrar al lugar una mesera nos atendió y nos llevó a una mesa en un rincón tranquilo donde podríamos platicar. Después de lo que acababa de pasar, probablemente teníamos aún más asuntos que tratar.

 

Nos sentamos en nuestro lugar y por un rato solo leímos la carta. La mesera no tardó en llegar y tomar nuestra orden. La Princesa de Hielo pidió un café late y flan napolitano y yo un café capuchino y un rollo de fresa. Ella me vio un poco sorprendida al escuchar lo que estaba pidiendo.

 

—¿Qué? —le pregunté al ver su expresión de sorpresa.

 

—Nada, es solo que yo te imaginaba tomando café americano sin azúcar y pan sin dulce —afirmo, probablemente intentando desviar mi atención de lo que acababa de pasar en la calle.

 

—No, para nada, amo las cosas dulces y el café americano lo dejo para las mañanas.

 

—¡Vaya! No lo hubiera imaginado.

 

—Es lógico, no nos conocemos tan bien como para saber esas cosas —Dije mientras veía a la mesera llegar con algunas cosas para nuestra mesa y retirarse nuevamente—. Pero hay algo que sí quiero saber ¿Quién era el tipo que encontramos allá afuera?

 

—No es algo de lo que quiera hablar —dijo mientras desviaba la mirada y su expresión se tornaba algo seria, lo confirmando mis sospechas.

 

—Hago uso de mi permiso para preguntarte lo que quiera, habla —le ordené.

 

Me miró sorprendida por mi exigencia. Puede que se en ese momento se haya arrepentido de darme tal permiso que ahora debía respetar.

 

—¿Para qué te dije eso? —murmuro ella y viendo que no tenía otra opción decidido hablar—. Está bien, se llama William y salimos hace un tiempo, pero terminé con él por ser muy agresivo, celoso y problemático… —Hizo una pausa y me miró algo extrañada al recordar lo sucedido—. La pregunta aquí es ¿Quién eres tú? William parecía conocerte ¿Por qué se apartó de esa forma de ti? Generalmente, estando tan enojado, intentaría golpear a quien se le pusiera enfrente.

 

—¡Alto ahí!, yo no te di permiso de preguntarme cosas —Le detuve para evitar preguntas que no podía o quería contestar.

 

La mesera regreso más pronto de lo que pensé con nuestra orden lista, coloco todo sobre nuestra mesa y se fue nuevamente.

 

—No es justo ya te hable yo de algo muy personal y que nadie en el trabajo sabe, es tu turno —exigió mientras levantaba su café.

 

—¿En serio? Y ¿En qué pensabas cuando dijiste que no necesitabas ese permiso de mi parte? —le recordé lo que me había dicho esa tarde en el laboratorio—. Es difícil tener una cita con solo una persona hablando y otra preguntando.

 

—¿En serio no se te pasa nada?

 

—No, nada.

 

Ella no lo sabía, pero debía tener cuidado con todo lo que decía. Sé que no me conocía, pero de alguna manera tenía que darse cuenta de que yo podía ser una persona muy difícil de tratar si me lo proponía. Pensé que eso la haría desistir de sus planes, pero estaba muy equivocado, ella era demasiado testaruda como para que eso pasara.



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En el texto hay: amor, orgullo, metiras

Editado: 13.06.2023

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