«Érase una vez una princesa que vivió cuando dragones surcaban el cielo y nada parecía imposible, que combatía monstruos y logró salvarse a sí misma».
-Extracto del primer capítulo de Cuentos de Hadas y Dragones, Tailon Bick.
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Bar La Serpiente, Demetria
4:30 a.m.
El bar estaba infestado de gente borracha acompañado de un olor a humedad y sudor que no hacían más que provocarme arcadas.
El ambiente general de aquel lugar me asqueaba, y el único motivo por el que seguía allí era para no decepcionar a Moretti.
Había hecho muchísimas cosas por no decepcionarla, y comenzaba a creer que ello no me beneficiaba tanto como quería creer.
-Adanna, cariño, ¿puedes asegurarte de que la mesa seis no destroce el local? -escuché que decía Clara, mi jefa y la responsable de gran parte de mi sufrimiento.
Asentí sin prestarle mucha atención. En la mesa seis se encontraba un grupo de elfos que no habían parado de beber vino desde que llegaron. Habían comenzado a jugar y provocar a la mesa cinco, donde enanos estaban comiendo.
Jugar al póker con elfos era la mejor forma para acabar en la ruina.
-Caballeros, les pido que dejen de jugar -dije, acercándome a la mesa, pero manteniendo suficiente distancia como para no tener que percibir sus alientos pestilentes-. Está prohibido apostar dentro del bar.
Los hombres me miraron de arriba a abajo como si fuese algún tipo de mercancía. Tuve que contener la ira que avanzaba por mi cuerpo para no abofetear a nadie.
-¿Por qué no te nos unes, preciosa? -dijo uno, sus ojos estaban inyectados en sangre y parecía que un orco lo había golpeado. Lo nombré el borracho número uno.
Negué con la cabeza. No tenía tiempo ni quería permanecer allí mucho más.
-Les pido por favor que dejen de jugar -repetí después de ver que me habían ignorado por completo.
-¿O si no qué? -dijo otro, levantándose de la silla y caminando hacia mí.
No podía mantenerse de pie sin tambalearse y apestaba a alcohol. Dos combinaciones perfectas para un cretino.
-Tendrán que lidiar conmigo -escuché a Clara, que venía a mi rescate (aunque tampoco la necesitaba demasiado).
El borracho número dos la escaneó con una mirada lasciva. Clara se cruzó de brazos, preparándose para lo que estaba por venir.
-Una mujer no puede hacer nada contra mí.
Esa frase fue lo peor que pudo haber dicho, pues Clara, quien había estado conteniéndose. La conocía desde que éramos niñas, y sabía perfectamente cuando estaba preparándose para atacar.
Clara era una bruja que se basaba en su energía natural para hacer magia. Un método peligroso y poco recomendable si considerabas que podías morir de usarla en exceso o en hechizos muy grandes.
-Retrocede -le ordenó, en un tono que no indicaba nada bueno.
El borracho número uno se levantó también mientras sus compañeros nos observaban.
-Ya te lo ha dicho, niña, no intentes pelear contra nosotros.
Clara asintió despacio, como si estuviera considerando la situación.
Todo el bar nos observaba, esperando la reacción de la jefa. Clara podía tener veinte años, pero todos los clientes frecuentes sabían de lo que era capaz.
-Les dije que retrocedieran -repitió, dando un paso al frente que lanzó a ambos por los aires, liberando una gran energía.
Por su rostro, aquello no le había afectado en lo más mínimo. Clara podía ser de las peores personas que había conocido, pero debía admitir que era muy poderosa y no convenía tenerla como enemiga.
Los demás elfos se apresuraron a guardar las cartas en cuanto vieron que ella no era de las que se amedrentaba con facilidad.
-¡Salgan de mi bar en este instante! -ordenó, cruzándose de brazos.
Los borrachos uno y dos se levantaron con rapidez y salieron del local dando tumbos, sus compañeros prefirieron retirarse conservando un poco de la dignidad que les quedaba.
-Tú -Clara me señaló con el típico tono arisco que usaba para referirse a mí-, acompáñame.
Poco a poco, los clientes volvieron a sus actividades, y yo tuve que seguir a Clara a la parte de atrás del establecimiento, donde se reunía la resistencia y que usábamos de almacén.
Editado: 03.07.2018