Cómo sobrevivir al caos
«Crear profecías era el pasatiempo favorito de aquellos ancianos que habían sobrevivido a la caída de civilizaciones enteras.
Predijeron grandes acontecimientos; el ascenso al poder de innumerables reyes y la posterior abolición del absolutismo.
Se cree que todo evento futuro está escrito en el Antiguo Códice, que se perdió siglos atrás.
Es por ello que no debemos de olvidarnos de las profecías, pues habrá una, la más peligrosa de todas, que pondrá al mundo de cabeza».
-Artículo escrito por Ada Connaissance para el periódico El Mirador
Orfanato para Niños Especiales, Demetria
8:00 p.m.
Llegamos al orfanato en menos de diez minutos, Adanna nos había llevado en taxi, lo que me dejó un poco confundido porque, para mi sorpresa, en Maravella había taxis.
Siempre había pensado que, en un mundo mágico como ese, donde en teoría todo era posible, los taxis y transportes mundanos eran obsoletos e inservibles.
—¿Por qué no simplemente se trasladan a través de portales? —pregunté, reclinándome en mi asiento.
Estábamos en una especie de sala en el edificio principal del orfanato, había un par de sofás alrededor de una mesita, y detrás de ellos un escritorio que se encontraba vacío.
Adanna, sentada a mi lado, dejó salir una risotada algo ahogada, como si hubiese estado intentando reprimirla.
—Los portales son deformaciones en el espacio-tiempo —explicó ella—. Crear uno es muy peligroso y requiere de muchos recursos, por lo que sólo hay unos pocos y su uso es muy limitado.
Comenzaba a irritarme el que se burlase de mí por no saber cosas supuestamente básicas sobre su mundo. Visia me había advertido sobre ella, era muy maleducada y la única razón por la que permanecía en el grupo era su capacidad para huir de diversos problemas y su gran conocimiento sobre casi todo.
—Estamos trabajando para descubrir una forma más efectiva de crear portales —agregó Frank—, aunque de momento no hemos avanzado demasiado.
Asentí. Comprendía de lo que hablaban, durante mi tiempo en bachiller aprendí un poco sobre física, y aunque mi entendimiento del universo era más bien limitado, podía asociar lo que estaba aprendiendo con aquello que mis profesores me habían enseñado.
Parecía que los humanos íbamos décadas retrasados, pues en Maravella ya habían comprendido el tema de los agujeros de gusano casi a la perfección, además de que, con mi reciente descubrimiento, parecía que todo lo que me habían enseñado dejaba de tener sentido.
Visia comenzó a charlar sobre trivialidades, y a preguntarme un poco sobre mi vida. Adanna inmediatamente perdió el interés y sacó su teléfono para distraerse.
—¿Y qué hacías con tu vida antes de venir aquí? —inquirió Visia con curiosidad.
—Trabajaba en un Oxxo mientras intentaba pagar la renta de mi apartamento y hacía la universidad en línea.
—¡Vaya! Eso es interesante, mi hermano y yo quisimos acudir a la universidad de Maravella, pero nuestros padres nunca tuvieron el dinero suficiente.
Chris asintió, uniéndose a la conversación.
Me sentía feliz de haber sido aceptado tan rápidamente, aunque aún tenía ese nudo en el estómago. ¿Qué quería de mí Moretti? ¿Por qué con solo verme había decidido que necesitaba que fuese a Maravella?
Tenía muchas preguntas, y gran parte de ellas aún permanecían sin respuesta.
Estuvimos charlando durante un buen rato, Booz y Fergal llegaron con una caja llena de donas y una botella de refresco. Los dos hermanos se habían ido por otro camino para comprar algo de comida.
Nos encontrábamos felices, Visia contaba historias sobre su infancia y algunas anécdotas vividas con el grupo.
En medio de nuestra pequeña comida, Moretti llegó acompañada de Clara. La pelirroja lucía agotada, como si hubiese corrido un maratón.
—Tú y tú —ordenó Moretti, señalándonos a Adanna y a mí—, en mi oficina, ahora.
Editado: 03.07.2018