La princesa de la armadura dorada

6. ADANNA

El libro

 

 

 

 

 

«La princesa atemorizaba a todos a su paso, con aquella voz que se asemejaba al rugido de un dragón.

Lo que nadie sabía, era que ella se encontraba más asustada que los demás.

Era quizás por ese motivo que intentaba aparentar un valor que no poseía, y en medio del mar de mentiras algunas comenzaron a hacerse verdad».

-Extracto de los Cuentos de Hadas y Dragones, Tailon Brick.

 

Orfanato para Niños Especiales, Oficina de Moretti

11:20 p.m.

 

De repente mi vida había dado un vuelco, y nadie se molestó nunca en advertirme sobre ello.

Consideraba imposible el hecho de ser la heroína de alguien más. Todo lo que había hecho hasta el momento era preocuparme por salvar mi propio pellejo y, de vez en cuando, ayudar a los demás si no me afectaba demasiado.

La profecía de la que Moretti hablaba era conocida por la mayoría de niños, pues solía ser narrada como un cuento para dormir, y se decía que era quizás más antigua que toda civilización conocida, aunque eso no encajaba del todo con la versión histórica que el Consejo nos vendía sobre los Ancianos.

Suspiré. Moretti me había pedido que saliese un momento de su oficina para que ella pudiese hablar con José, y yo no me vi incapaz de contradecirla.

El humano no terminaba de agradarme. Él había conseguido ganarse el aprecio de todo el grupo en menos de veinticuatro horas, y cualquiera que fuese del agrado de aquellos idiotas no podía ser de fiar.

Me senté en una de las sillas de plástico que Moretti había posicionado años atrás como sala de espera. Estaba agotada, había estado todo el día corriendo de un lado a otro, salvando la vida de un anciano completamente loco y recibiendo noticias impactantes una tras otra.

—¿Estás bien?

Alcé la cabeza para encontrarme con el humano. Enarqué una ceja ante su pregunta.

—Sí —repliqué con un tono de voz arisco. José alzó ambas manos en señal de rendición.

—Escucha, no sé qué he hecho para que me trates así —agregó—, además, Moretti me ha dejado claro que debemos cooperar.

Tuve que contener una carcajada. Moretti también había dejado claro que no podía seguir con eso de las pociones y mírenme ahora.

Sabía que no podía desafiarla abiertamente, o de lo contrario me reduciría a poco más que cenizas, pero no siempre cumplía sus órdenes, y definitivamente no iba a cumplir con esta.

—Ni siquiera yo entiendo del todo la profecía —le dije, cruzando mis piernas y apoyándome en el reposabrazos de la silla—, para tu pequeña mente ha de ser un completo misterio.

José frunció aún más el entrecejo y me miró con ¿odio?

No podía decir que me importaba demasiado.

—¿Por qué eres tan grosera?

¿Honestamente? No lo sabía con certeza. Era quizá una mezcla de factores, y el problema no sólo radicaba en mí.

Había tenido una adolescencia difícil, tras la muerte de mis padres no me quedaba nada, solo la chaqueta de cuero que en ese entonces era demasiado grande para mí y recuerdos de lo que en algún momento fue la época más feliz de mi vida. Moretti me acogió en su orfanato y tuve que competir contra los demás niños por su atención.

Con las batallas constantes entre Ellos y el Consejo, resultaba imposible tener un momento tranquilo, sin olvidar que, tras independizarme, retomé el negocio de las pociones ilegales que mis padres habían tenido antes de que todo se echase a perder.

Claro estaba que no le podía decir todo eso a José, así que me limité a encogerme de hombros.

—No lo sé —repliqué—. Simplemente así soy.

José suspiró y se dio la vuelta. Escuché el sonido de sus pasos al bajar las escaleras y su voz al unirse a la animada conversación que mantenían los demás en el piso de abajo.

Transcurrieron unos minutos hasta que Moretti abrió la puerta.

—¿Todavía sigues aquí? —preguntó, mirándome con sorpresa—. ¿No quisiste bajar?



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En el texto hay: romance, magia, diversidad

Editado: 03.07.2018

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