A lo largo de mi vida he roto diversas promesas como el juntos hasta la muerte que le prometí a Vera, inclusive la promesa de no amar a una hija que no era mía y el alejarme lo más pronto posible de la mujer que jamás me amó. Pero dentro de todo el dolor que significó mi vida y la muerte repentina de Vera, cuando conocí a mi pequeña Wendy no pude hacer más que amarla como su madre y su padre jamás podrían; me prometí, entonces, ser padre y madre para una niña que aunque no compartía mi sangre ganó mi corazón irremediablemente desde el primer día. Me juré ante la estrella más brillante que jamás le faltaría amor porque yo tenía mucho para darle.
Y ahora me duele romper la promesa que durante todos estos años le he hecho cada noche después de cada cuento que guardo en mi memoria, me rompe el alma releer aquel papel o ver el gesto de derrota que el Doctor tiene plasmado en el rostro; me duele saber que dentro de poco el juramento más valioso que puede hacer un padre se romperá sin que yo lo desee: jamás separarme de Wendy.
—A ver, dígame si estoy entendiendo bien, Doctor Sánchez, usted dice que dentro de poco cada cosa, cada persona que conozco no seré capaz de recordarla. ¡Me volveré un viejo inútil a mis treinta años! —Golpeé la mesa con tanta fuerza y dolor, solo esperaba no quebrarme tan pronto.
—Tranquilo, Tadeo. Podemos tratar el alzheimer con medicamentos solo para ralentizar el progreso, pero este es inminente. Muchas veces esta enfermedad se debe a factores...
Dejé de prestar atención solo centrándome en la misma cosa que rondaba mis pensamientos desde que leí el resultado de los análisis: mi hija, mi pequeño colibrí.
—Wendy... ¿Qué será de ella? ¿Cómo le digo a una niña de seis años que su padre, aunque no lo desearía jamás, en algún momento la olvidará? ¿Con qué cara le seguiré repitiendo por las noches que jamás la abandonaré sin sentir que le estoy mintiendo?
Arrugué el papel que tenía en mis manos haciéndolo bola.
—Esto será difícil, Tadeo, pero debes ir pensando con quién poder dejarla a cargo hasta que tenga suficiente edad para entender tu padecimiento, amigo.
Eugenio tocó mi hombro como el día en que me dio la noticia de la muerte de Vera, y me fue imposible no sentir que dentro de él había una pizca de lástima por perder en tan poco tiempo a las dos mujeres que han sido mi centro de gravedad.
Salí del consultorio sin tener conocimiento de mis pasos, sin saber el lugar específico al cual me dirigía pero solo deseando que esto fuera un sueño o una mala broma de la vida; a quien engañaba, mi vida nunca sería ni un poco perfecta y es bien sabido que cuando crees que todo toma su lugar en tu camino el destino se encarga de hacerte ver que no es así, que nadie puede ser completamente feliz sin un poco de dolor. Y hoy nuevamente lo corroboraba porque por más amor que tuviera para dar, en algún momento se quedaría tan guardado dentro de mí para siempre.
Llegué a casa quedándome parado en el portón de la entrada para ver todos los juguetes de Wendy regados en el jardín, esparcidos tal cual los habíamos dejado la tarde anterior antes de ir a dormir. Y gritaba para mis adentros blasfemando a lo que sea que dentro de poco me impediría recordar los más agradables y hermosos momentos con una niña tan hermosa como lo era ella. Quise llorar, patalear, gritar, golpear cualquier cosa que se entrometiera en mi camino, quería pensar que ella estaría bien pero tenía miedo, de esos miedos que no te dejan avanzar ni olvidar o hacer como si no pasara nada, como si faltase mucho tiempo para llegar al futuro pronosticado.
Simplemente tenía miedo a ya no tener la capacidad para recordar cuanto he llegado a amar a mi princesa o los millones de veces que me ha dicho cuanto me ama. Tengo miedo de olvidar que ella existió.
Respiré profundo e intenté colocar una sonrisa en donde hace poco estuvo una cara triste, en hacerle sentir que no pasa nada y todo estará bien.
En cuanto abrí el portón del jardín escuché la puerta de casa abrirse y entonces mi ricitos de oro se asomó y ver ese gesto de alegría, de emoción volvió a partirme el corazón en mil pedazos como la simple noticia lo hizo.