Olivia:
Miré a mis costados asegurándome de que los guardias me viera y salí de la mansión. Afuera no se encontraba ningún otro guardia que estuviera vigilando la puerta, ya habían cambiado de turno, por lo que tenía tres minutos para escapar antes de que alguien me viera. Afortunadamente no habían rejas que me impidieran el paso, pero de igual forma corrí hasta perderme entre los árboles del oscuro bosque.
Dejé de correr al notar que frente a mí se encontraba la carretera llena de autos que esperaban impacientes que el tráfico avanzara más rápido. Empecé a caminar por la orilla hasta finalmente llegar a la ciudad. En verdad me había cansado mucho, casi no sentía mis piernas y tenía un pequeño dolor de cintura el cual intentaba ignorar.
Opté por tomar un taxi antes de caer desmayada en algún callejón. Primero haría una pequeña parada antes de ir con Jackson.
Le agradecí al taxista y le pagué antes de salir del vehículo. Entré al gran edificio sin que nadie me viera, después me metí al elevador. Quizás estaba mal y sería peligroso que estuviera aquí, pero necesitaba estar al menos una última vez antes de que Sebastian me encierre en la mansión tal vez para siempre.
Lo primero que noté al entrar fue que todo estaba impecable, completamente limpio, como si la muerte de Freya nunca hubiese pasado. Fruncí el ceño, pero luego me dije a mí misma que seguramente el peliblanco le había pagado a alguien para limpiar este lugar.
Recuerdo lo que pasó justo en esta sala, ella cayendo al piso con un disparo en su cabeza. Las lágrimas empezaron a caer, pero las sequé y tomé una honda respiración antes de entrar al cuarto de Freya, todo estaba igual que siempre: hecho un completo desastre. Ropa tirada en el suelo, muchos libros desordenados sobre el escritorio, su laptop sobre su cama, varios cuadros con fotos de nosotras colgados en las paredes. Extraño tanto el regañarla por ser tan desordenada, y hasta algunas veces llegar a limpiar yo misma el cuarto.
Esta vez me dirigí a mi cuarto, agarré un bolso y empecé a meter ropa, fotos, mis libros, uno que otro peluche para el cuarto de la bebé. Ya era momento de irme, esta vez para siempre.
Salí del edificio y me dirigí al lugar en el que Jackson me había citado. Era una fábrica bastante antigua, dudé por unos segundos. ¿Debería entrar? ¿Estaba tan desesperada por conseguir respuestas? Sí. Debía hacerlo, sentía que era una obligación. Entré por la puerta trasera y me sorprendí al ver a Jackson sentado en un sofá, este levantó la vista cuando cerré la puerta ruidosamente. Tiré mi bolso por alguna parte de la habitación.
-Olivia. Decidiste venir- Murmuró con una sonrisa en el rostro. Me mantenía seria, pero también tenía curiosidad.
Estaba a punto de saber quién era en realidad, quiénes eran mis padres y por qué mi marca de nacimiento es tan importante para ellos.
-¿De dónde sacaste la foto, Jackson?- Pregunté directa. No tenía tiempo para formalidades o ponernos a hablar sobre cómo nos iba en la vida --aunque la mía no tiene nada interesante--.
-Es una historia larga, así que siéntate.- Me indica que me siente a su lado en el sofá y, resignada, lo hago. Nos quedamos en silencio, pero él mantiene su vista fija en cada una de mis facciones. Me incomoda la forma en que me mira.
-Jackson, en verdad necesito que me digas todo lo que sabes.- Susurro un poco desesperada. Suelta un suspiro y asiente.
-Bien. Te lo diré de a poco porque es una historia algo.complicada también. Y por favor, deja las preguntas para el final.- Asiento-. Olivia, nosotros...
Frunzo el ceño cuando se queda callado, parecía estar buscando las palabras correctas, pero no tenía tiempo para pausas.
-¿Qué, Jackson?- Lo incité a seguir-. No tengo tiempo para esto. Arriesgué muchas cosas para venir aquí, así que si no me lo dices en este mismo momento, me iré.
-Está bien... Mereces saber toda la verdad.- Murmuró bajo. Estaba nerviosa, ¿tan malo era lo que iba a contarme? No puedo acobardarme ahora, no después de todo el tiempo que he esperado para obtener información sobre mi origen-. Olivia... Yo soy tu hermano.
Empecé a sentirme mareada, muchas emociones se juntaron: confusión, sorpresa, un poco de enojo... pero más que nada, miedo. Era algo muy difícil de asimilar. ¿Yo, hermana de un mafioso? Y no de cualquier mafioso, sino que del peor enemigo de Sebastian Hayes, el loco mafioso que se cree el rey y es padre de mi futura hija. Temía por cómo él reaccionara cuando se lo dijera.
Pequeñas lágrimas cayeron de mis ojos.
-Por favor, cálmate, Olivia. Tranquila, yo estoy aquí.- Jackson me abrazó, por un momento sentí una inmensa paz interior. Me separé lentamente de él y volví a sentarme en el sillón.
-Dímelo todo, y no des por alto ni un detalle.- Mantenía una postura firme aunque mi voz saliera un poco temblorosa.
-Muy bien.- Soltó un suspiro y se sentó a mi lado en el sofá-. Todo sucedió hace veinte años, cuando las tres familias con más poder eran amigas; estaban formadas por los Hale, los cuales somos nosotros, los Liberatore y los... Hayes. Pero después de un tiempo las familias tuvieron un gran conflicto.