Tú, oh princesa errante, cuyo hogar pereció hace muchísimos siglos desde que tu alma se unió al demonio, haciéndote joven eternamente. ¿Aún queda alguna bondad en tu razón, o las llamas del infierno te han consumido por completo el corazón?
Recuerdo que desde el momento que tuve un uso de razón, me convertí como aquellas personas atraídas por la magia, la fantasía, lo desconocido y sobrenatural. Mis gustos fueron influenciados por mi mejor amigo de ese entonces, Henry Lasterlon, al cual conocí a sus siete años de edad cuando mi madre que trabajaba como cocinera de su familia me llevó a su casa para jugar.
El y yo éramos muy unidos como si fuéramos auténticos hermanos. A nosotros nos encantaba las películas de terror y ciencia ficción. Nuestra festividad favorita era Halloween y teníamos un gran interés por aprender sobre la magia y hechicería de este mundo, porque en nuestra ingenuidad o tal vez inocencia queríamos ser como superhéroes usando poderes arcanos para enfrentar a los malos. Teníamos algo a lo que se llamaba chūnibyō (síndrome del octavo grado), y tiempo después Henry se lo terminó contagiando a un par más que se volvieron nuestros amigos.
Entre nosotros habíamos formado un grupo al cual llamamos la 'Orden de las abejas', pues nuestro objetivo era absorber y recolectar el néctar de la sabiduría o conocimiento del mundo para nosostros mismos. La principal regla era jamás hablar con personas ajenas al grupo sobre nuestros descubrimientos y experimentos, porque la mayoría de gente seguía un dogma religioso y nos señalarían como herejes a pesar de ser solo unos niños, lo cual nos traería consigo muchos problemas.
Pero con el tiempo yo aprendería amargamente que nada es para siempre y que lo bueno duraba poco.
Ya ha pasado algo de tiempo desde lo ocurrido, pero aún siento como si aquel suceso que separó nuestros caminos y que cambió nuestro destino, hubiera sido tan solo ayer.
A medida que Henry iba creciendo su obsesión por la magia también lo hizo, pero aún nivel preocupante. Fueron sus constantes investigaciones sobre civilizaciones perdidas ligadas a lo místico, las que lo hicieron dar con un lugar llamado "Rumity Mundi"; un supuesto parque de atracciones con la temática de alta fantasía. Henry aprovechó su cumpleaños número veinte para poder ir allá e invitó a nuestro grupo para acompañarlo y pasar la semana juntos.
El viaje hasta esa isla muy cercana a los países bajos era largo y costoso, pero Henry era el hijo de un hombre muy adinerado por lo que logró cumplir su capricho. El objetivo principal de mi amigo siempre fue un castillo que se encontraba cerca de allí, el cuál estaba separado de toda la belleza colorida del parque por un pequeño y espeso bosque. Aquella edificación era espantosa y yo me preguntaba porque nadie la había demolido, si al final todo indicaba que no servía para nada. Pero Henry sabía cosas sobre ello, cosas que no se atrevió a contarme en un inicio porque supo que yo no iba a querer acompañarlo si me enteraba.
Ni siquiera Owen Gwyndion o Mika Wilkins, los cuales eran los otros miembros del grupo lo hubieran querido seguir de haber sabido sus verdaderas intenciones.
Nunca olvidaré la obsesión de Owen con lo de crear robots. El casi siempre nos hablaba de eso, y hasta decía cosas graciosas como lo de construir un androide igual a el, solo para mandarlo a la escuela en su lugar mientras este se quedaría en casa para dormir más horas. Estudiar robótica siempre fue su pasión, incluso en sus muchas locas ideas estaba la de crear algún día una legión autómata militar indestructible.
Por otro lado yo recuerdo a Mika como una chica tranquila, de largo cabello negro y con una mirada triste dónde se podía distinguir fácilmente un par de ojeras. Ella disfrutaba más de la naturaleza verde y en ocasiones ví que le rezaba a la luna llena, revelandome que estaba intentando practicar el como ser una bruja. Cuando iba a visitarla Mika siempre tenía un libro nuevo sobre hechicería en su pequeña biblioteca, incluso me topé con algunos que trataban sobre Wicca y dos extrañas deidades.
Henry había dicho en una ocasión que la Wicca era una religión neopagana y que no estaba hecha para todas las mentes, aún así Mika se reusaba a dar marcha atrás y persistía con su objetivo. Sin embargo, sus padres no aprobaban sus gustos y ya tenían planeado llevarla a estudiar sobre las artes escénicas muy lejos de nosotros. Tacharon a mis amigos como malas influencias para ella y ese año sería supuestamente el último en que la veríamos.
El caso de Henry era distinto, pues su familia le permitía hacer todo su hobby sin molestar debido a que era alguien muy brillante en sus estudios. Pero le advirtieron que si decidía perseguir esa meta y no la carrera que decidieron por el, sería desheredado. Motivo por el cuál Henry no era muy sociable con sus familiares y solo fingía ser el joven bueno y perfecto ante sus ojos.
Pero la verdad era que en secreto Henry y yo teníamos la meta de ser grandes alquimistas algún día, estábamos obsesionados con la idea de la piedra filosofal, la inmortalidad y la transmutación del plomo a oro. Lamentablemente nuestros experimentos siempre fracasaban y yo no tenía la capacidad de crear un homúnculo(quimera) como lo hacía mi amigo. Aunque muchos de estos estaban destinados más tarde a una disección hechas por el.
Cuando el día de ir al Rumity Mundi había llegado, mi emoción era tanta que no dormí bien la noche anterior. Estaba planeando cada cosa que podríamos hacer una vez allá que no pude pegar mis ojos hasta cerca de las 5.00 AM. Teniendo solo un aproximado de dos horas durmiendo porque la alarma del despertador me arrancó de mi sueño.
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Editado: 18.03.2024